"A buenas horas mangas verdes", diría el castizo. Las cosas son mucho más profundas que "el no haber previsto la crisis". Está en todos los tratados, si no se hubieran empeñado en abandonar a Marx. Es que se puso el gobierno socialista a las órdenes de esa banda de traficantes de miserias, llamado FMI, Banco Europeo o para resumir llamado Troika. Zapatero vino eufórico para aplicar las criminales recetas de la jefa del comando, Merkel. "Me cueste lo que me cueste", dijo, con un cinismo propio de la derecha, a sabiendas de que a él, poco le costaría, sí a su partido, y sobre todo a las clases populares.
Porque, aunque sea una anécdota, un cuarto de hora antes de irse Zapatero, no tuvo a nadie para indultar más merecedor, si quería indultar a alguien, entre los miles de presos desgraciados que hay, que indultó a un delincuente de altos robos como un banquero. Eso marca sin duda la ideología y las intenciones que llevaron al presidenta a actuar de esa forma.
No es un problema de oportunidad o fallo, es una cuestión ideológica de asunción de los "valores" de la derecha y sumisión a los dueños del mundo, banqueros estafadores y grandes empresarios esclavistas españoles incluidos. Es que, además, cuando Zapatero hizo balance de su desastrosa gestión para las clases populares en la Ejecutiva del PSOE, nadie del grupo parlamentario, nadie del gobierno, incluido Rubalcaba, nadie de la Ejecutiva, abrió la boca para rechazar las políticas de derechas. Con las que le abrió las puertas –de hecho le puso las alfombras al PP–, que con mentiras engatusó a millones de votantes, gracias a que desde hace tantos años, incluidos los 22 de gobiernos "socialistas", han venido actuando para que los ciudadanos no tomen conciencia de la situación en la que viven: de que el poder sigue en las mismas manos de los que asaltaron la República con un golpe de Estado que provocó una guerra. Y tras una criminal dictadura que llevó a España al mayor de los atrasos, imponiéndose las doctrinas de una Iglesia Medieval y una dictadura donde la represión alcanzó a todos los espacios, públicos y privados de los ciudadanos, con el terror.
Todo está ligado. Pero si un partido que se llama socialista no entiende que sus objetivos deben ser liquidar las injusticias, y por el contrario colabora fervientemente como hizo Zapatero– también González aunque entonces se disimuló mejor– las excusas de hoy son abono para hacer lo mismo mañana, si volvieran a gobernar. La llegada de los herederos del franquismo al gobierno, que no al poder, que lo han tenido siempre, es una catástrofe para las clases oprimidas, porque las están llevando de nuevo a situaciones existentes en la dictadura. Pero no basta con un mea culpa. Hay que rectificar en propuestas directas y no pretender apoyar en nada con ese falso "sentido de Estado", a los que están arruinando y llevando a la miseria, al hambre, y ya no es una frase, a las clases populares, y al retroceso en todos los ámbitos, sobre todo el laboral, como exigen los grandes empresarios esclavistas.
Y tampoco ayuda mucho la permanencia en el partido que se sigue llamando socialista de los personajes que lo llevaron a convertirlo en un igual que el "otro partido del Régimen". Como el indulto anteriormente mencionado a un delincuente banquero, así como que un expresidente que privatizó una gran empresa pública, sea hoy asalariado de lujo de la misma, y siga formando parte del partido.
Es cuestión ideológica y de una pizca, al menos, de ética. Tampoco que en Cataluña el partido no sepa separar el grano socialista de la paja putrefacta nacionalista, que lo anula.
Todos los lamentos que hacen hoy, pienso y desearía equivocarme, es porque están en la oposición y las encuestas no auguran nada bueno; de no ser así, seguramente no sería Rubalcabal tan "autocrítico". Acabamos de ver, con motivo del desastre ferroviario de Galicia, que los tics corporativos de los dos partidos que mejor sostienen el Régimen, se han mantenido, no asumiendo ninguna responsabilidad política.
Tampoco el partido socialista hace lo que a mi juicio debiera hacer en cuanto a la forma de Estado. Saben perfectamente que el régimen de la llamada Transición está agotado, enfermo, corrompido de origen, pero que ahora ya el hedor salen por todas partes, que nos asfixia. Y que debieran ser ellos, como supuesto partido mayoritario de la izquierda, (¿?) el que iniciara un proceso constituyente para devolverle a España la normalidad democrática, que no puede ser otro que avanzar hacia la la Tercera República.
Ubaldo Plaza
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