sábado, 9 de octubre de 2010

CULTURA DEMOCRÁTICA

Que los españoles estamos faltos  de una cultura democrática  y crítica, es algo conocido por todos, herencia de la desastrosa transición en la que se pretendió olvidarlo todo, para que todo siguiera igual, en lo que respecta al dominio por parte de los mismos de siempre. Tampoco los poderes públicos han modificado esa actitud a pesar de las tres décadas y media transcurridas desde la muerte del dictador. El pacto tácito en aquella transición entre los herederos de la dictadura y los débiles partidos políticos de la oposición–salvo el PCE, pero que se  amoldó por ser el punto de mira de la reacción, y de los recién convertidos al socialismo, muchos de ellos herederos del antiguo régimen–, hizo que los privilegios de los que habían usurpados el poder durante cuarenta años salieran airosos con todos ellos intactos, y con el pasaporte de "demócratas de toda la vida" en el bolsillo, a pesar de la negra colaboración con la dictadura de muchos, de sus orígenes claramente franquistas; y en los que nadie osa entrar, sin que sea criticado (decir que hay que recuperar la dignidad de decenas de miles de asesinados en las cunetas de las carreteras, por la dictadura, y arrojados a las fosas comunes, es ser revanchista, según los herederos de la dictadura).

 De alguna manera, aquel pacto vergonzoso e impuesto por los todavía poderosos sables de los militares del franquismo,  ha llevado a que los poderes públicos, por más que digan lo contrario, no eduquen a los ciudadanos en el sentido crítico que corresponde a una ciudadanía libre y democrática.

Así nos encontramos con que es muy difícil modificar los comportamientos de los políticos, que se consideran poco menos que inviolables en sus feudos; hagan lo que hagan siempre cuentan con el favor de “los suyos”.

Es lo que se desprende de que los ciudadanos sigan dándole su apoyo a políticos corruptos, e incluso sea jaleados a su salida de prisión, en lugar de ser repudiados por sus delictivas o irregulares actuaciones. Lo pudimos comprobar durante la época oscura de la corrupción de los gobiernos de González, cuando le le votaban una y otra vez, a pesar de las evidencias de lo que pasaba.

 Y lo vemos ahora muy a menudo, con alcaldes que son imputados por la justicia, y sin embargo son reelegidos para los mismos cargos en los que cometieron, las mil y una tropelías, negocios sucios y todo tipo de especulaciones para el enriquecimiento rápido y delictivo. Lo estamos viendo en la Comunidad Valenciana y el Madrid, donde el caso gürter, con decenas de políticos imputados por los jueces, del partido de la derecha, no hace mella en la opinicón de los ciudadanos.

 Que la ciudadanía no reaccione ante las tropelías de los políticos, sean del partido que sean, que no cumplen con su obligación de honestidad ante los bienes públicos, sencillamente es una muestra de que es una sociedad enferma, e incapaz de tomar las decisiones que en todo caso conviene en cada momento.

La falta de sentido crítico nos está llevando a que cada día podamos constatar cómo los poderosos van minando y mermando los derechos democráticos, poco a poco, hasta dejarnos sin ellos. Lo de “voto a los míos aunque sean unos ladrones”, sin otra reflexión de que "los otros harán lo mismo", en realidad nos lleva a una parálisis de los valores democráticos. Sin reflexionar que pueden haber otras opciones, no necesariamente de los partidos mayoritarios. La facilidad con que, sin ningún rubor, nos están mermando nuestros derechos, atacando las pensiones y los sueldos, amén de los leoninos contratos impuestos por una patronal inmoral, que se ha enriquecido en años de vacas gordas,  es un ejemplo comprensible por todos. Los jóvenes, tal vez las principales víctimas del látigo de los poderosos,  como aquellos  que dedicaron sus vidas al trabajo; todos los ciudadanos, en fin,  debíeramos rebelarnos ante tanta agresión sin tregua. Mientas asistamos pasivos y no reaccionemos a los planes de los responsables de la situación de caos que padecemos–con los políticos como ariete a su servicio–, de liquidar lo conquistado durante muchos años, y de situarnos en derechos en el siglo XIX, lograrán todos su propósitos. Y recomponer los desatres será mucho más doloroso cuando todo lo hayan hundido.

Si no recuperamos la cultura democrática, siendo críticos, harán con los ciudadanos lo que se les antoje, como vienen haciéndolo hasta ahora. Decreto tras decreto, harán de nosotros pasivos súbditos en lugar de ciudadanos, que es el máximo galardón que debe poseer toda  mujer u hombre en una sociedad libre y democrática.

U. Plaza