lunes, 17 de septiembre de 2012

LA ENCRUCIJADA DE ARTUR MAS


      La encrucijada en la que se encuentra el valido del reino  de la Generalitat, por cesión temporal del creador de la dinastía de Pujol–, que como es obvio desea entronizar en el cargo a su vástago, el Príncipe del Paralelo, como continuador de esta monarquía–, se ha metido en un verdadero berenjenal, aunque  todavía sea titular de la corona, de la parte norte de la Plaça de Sant Jaume.

     Ante las embestidas de la familia Pujol y su Corte, con el ultra reaccionario Felip Puig, Conde de Plaza de Cataluña y Lugares de Protesta, como pretoriano de sus majestades, que controla el reino y a los monárquicos convergentes, el cada vez más arrinconado rey Artur, (Mas) no ha tenido más remedio que dar un paso adelante y radicalizarse él mismo, con la intención de que todos aquellos fundamentalistas del reino de la independencia, lo vean a él, y no a l´hereu–al menos todavía–, como el verdadero garante de ese futuro prometedor, de convertir  el reino La Catalonia, en el próspero y democrático Montenegro o Kosovo, estos atomizados de la antigua Yugoslavia, modelos muy sugerentes para el inventor de la cosa.

    En realidad, lo que se está disputando, como en los antiguos reinos godos,–en los que sólo la mitad de sus reyes murió en la cama–, son ambiciones de familias, de intereses, sobre todo intereses, es quién se coloca la corona, para lo cual, poco importan los métodos utilizados. Y los actores en litigio movilizan a sus huestes de fanáticos para su particular cruzada, sus príncipes de condados descontentos con el rey presente, con la promesa de nuevas aventuras, en cuyas conquistas los hiciera más poderosos a ellos, aunque sea a costa de tener el reino más pobre de todos los reinos de Europa.

     La división existente en la casta convergente hay que verla en ese espacio de sucesión, en la que, el que ciñe la corona no está dispuesto a ceder, a pesar del escaso apoyo con el que cuenta entre su ejército, ya que éste es tan voluble como diverso, que pasa de un frente a otro, sin demasiados problemas, si el rey les garantiza diezmos y primicias, sobre todo fruto de las conquistas, con las espada del  decreto en mano, ya sea con el botín  de  la sanidad o en la enseñanza públicas, o por vías arcanas de palacios musicales o similares vehículos en revisión.

Ante el descabellado talibanismo del creador de  la dinastía que esperaba que el valido dejara el puesto en cuanto se lo pidieran,  y negarse éste, para contentar a los más ultras, al Rey Artur no se le ha ocurrido otra cosa que imitarlos, con una fuga hacia adelante, creando un monstruo que se le puede ir de las manos, y perecer–políticamente–en el intento. 

    Porque, dígase lo que se diga, ruedas de prensa y declamaciones para los oídos de los ultras de la estelada de cachorros convergentes, Mas no es un independentista irredento, como no lo fue Pujol mientras reinó, sino posibilista, y claro, chantajistas a corto y medio plazo, para lograr sus objetivos políticos inmediatos; y mientras tanto seguir con la corona y el reparto de títulos nobiliarios–o inmobiliarios–y todo lo que eso representa. 

      Porque de lo que se trata, es de que con una mano se sea independentista para contentar a los ilusos que se lo creen, comprando el reino de Utopía, y votando, y con la otra que ese amplio sector de catalanes centrados que se sienten catalanistas,  e incluso sin serlo, pero sin riesgos ni abismos inciertos–que son mayoría–, también los vote. Este sector ya ha mostrado su inquietud y nerviosismo por la deriva de CDC, que pude llevarse  por delante la federación de la derecha, con UD, que por boca de Durán, se dice federalista. 

   Pero como las ambiciones de poder son de difícil control, ambos sectores se han enzarzado en una disputa, dándonos patadas en nuestro culo, para ver cuál de él coloca a su candidato en el trono en la próximas cortes del reino, que Artur no quiere convocar aún, pero sí la Casa Real, con el rey Pujol a la cabeza, para colocar a los suyos. 

    Y como las ambiciones también ciegan, Artur Mas, en lugar de serenarse y hacer un discurso de tranquilidad y de confianza a todos sus súbditos, con barretina o sin ella, ha  equipararlo (el discurso) al del contrincante, que tan bien les suena a los oídos de los ultras, que constantemente les calienta el Príncipe del Paralelo y su destronado padreque ya se ve con la testa coronada

Difícil salida la del rey Artur. 

U. Plaza