viernes, 24 de septiembre de 2010

LA ESTUPIDEZ HUMANA

Desde  tiempo inmemorial todos los ciudadanos nos hemos reído unos de los otros; con chistes de gallegos, andaluces, catalanes, madrileños..., como una forma sana de reírnos de nosotros mismos, sin que tal hecho, nadie con sentido común lo considerara ofensivo para ninguna de las gentes de esas tierras. Pero el disparate nacionalista y el constante intento por marcar las diferencias en lugar de las afinidades, nos ha llevado a que la epidermis de algunos sea tan delicada, que cualquier cosa normal en la calle, sea tomada a la tremenda por los nacionalistas, como  ofensa a sus "esencias identitarias",  que en lugar de considerarlas como una rémora del pasado, les atribuyen  virtudes.

Es los que le ha pasado a José  Montilla, andaluz y presidente de Cataluña, converso al nacionalismo–salvo en época electoral, que es cuando recupera el  interés más que la cordura, para lograr votos ingenuos–cuando en un debate en el parlamento catalán, ha utilizado la frase que la sabiduría popular atribuye al gallego, cierta o no, de que no se sabe muy bien si va o vienen. Igual que al andaluz se le tilda de exagerado, al catalán de austero cuando no de avaro, al aragonés de tozudo o al madrileño de chuleta.  Pues bien, Montilla ha tenido que rectificar por el enfado de los nacionalistas gallegos por el natural recurso al dicho popular del presidente. Si Montilla no tuviera el complejo de saberse necesitado de mostrarse más papista que el papa con la sinrazón nacionalista, como respuesta hubiera hecho un chiste de andaluces, en lugar de pedir disculpas como si hubiera cometido un sacrilegio.

Ya decía Einstein, que había dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y añadía que de la primera tenía dudas.

El  dislate nacionalista lleva a que lo que el pueblo considera una manera de vivir con sus propias virtudes y miserias, y las referencias a ellos las toma con una sonrisa sin malicia, los nacionalistas lo eleven al nivel de ofensa étnica nada menos. Naturalmente con intenciones que van mucho más allá de los que confiesan. Lo lamentable es que el presidente de los catalanes, el presidente de todos nosotros, caiga en semejante despropósito y pida disculpas dejando a la institución que preside, y a él mismo, por los suelos. Provocándonos vergüenza ajena a muchos catalanes. 

U.Plaza