lunes, 18 de octubre de 2010

EDUARDO MENDOZA

Desde que hace ya veintitantos  años leí "La ciudad de los prodigios, donde retrata una Barcelona en pleno desarrollo de la evolución de la ciudad,  he seguido leyendo a Eduardo Mendoza, fue la obra con la que lo conocí.  Quizá es el autor que mejor ha sabido retratar aquella Barcelona ascendente, compleja y contradictoria, en la que se desarrolló  una burguesía constantemente en alza, a la vez creativa y también salvajemente reaccionaria y deshumanizada; la Barcelona que crecía moderna y desigual, en una lucha de clases en la que no faltaba el pistolerismo patronal,  propiciado por aquella burguesía que no dudaba en echar mano a poder central–criticádolo cuando le ha convenido, pero siempre defendiendo sus ganancias contra los trabajadores como hizo durante la larga dictadura franquista–, para que le resolviera los problemas de reivindicaciones laborales de su clase obrera, con métodos criminales, a los que respondían las organizaciones sindicales defendiéndose con actos terroristas, por no dejarles otro camino.  

Mendoza  se recrea en una Barcelona que no está tan lejana como pudiera parecer hoy,  –pretoriana o millerada–. Han cambiado los métodos, no los fines de enriquecimiento rápido e ilegal. Si acaso, la de ahora no es tan culta y creativa. Es más pragmática y pocas obras de arte se recordarán dentro de 150 años, como ocurre hoy que admiramos el modernismo que propició, y que convirtió Barcelona una ciudad bella.

 Recrea una Barcelona  creciente que albergaba  virtudes y sus miserias, con bandolerismo y pillaje, con buena gente y miserables que se enriquecían a costa de la miseria de muchos. Aunque evidentemente han cambiado los métodos, ahora son vías institucionales y políticas las que mejor posibilitan con los tantos por ciento. Mendoza retrata aquella Barcelona con la explotación desenfrenada de una clase obrera llegada de muchos lugares de España llamada por el desarrollo  industrial  que  la ciudad adquiría.  

Mendoza merece mucho más que el Planeta, pero bien está que se lo hayan dado aunque sea un premio que aunque según se dice, "es por encargo",  tiene méritos sobrados para que  le hubiera sido dado hace mucho tiempo. Porque en este caso, en realidad es el Premio más que el premiado el que sale ganando. Es el premiado quien da prestigio al Premio.

U. Plaza