sábado, 24 de septiembre de 2011

LA (AUMENTADA) CENSURA QUE VIENE

La pretensión de los partidos políticos y algunos de sus acompañantes en controlar todavía más los espacios informativos de la radio televisión públicas entra dentro de la lógica de una dictadura que pretenden vendernos como democracia. Lo llaman democracia y no lo es, se grita en las calles de toda España.

No es creíble que hayan sido los comisarios políticos de los partidos y de algunos sindicatos que disfrutan del control de Radio Televisión Española, los que por su cuenta y riesgo hayan decidido aumentar la mordaza a los informativos. No es creíble en un a partitocracia  en la que nadie da un paso sin que el jefe o jefes que barajan y dan las cartas, decidan quien juega y quien no, y en qué lugar; sabiendo como saben, que el jefe es quien reparte prebendas por tener el control de la llave del cajón del pan.  

No se les escapa nada como hemos podido ver ante el disparate antidemocrático perpetrado contra la Constitución y contra todos los españoles por Zapatero y su supuesto contrincante, Rajoy,  ahora  servidores ambos de los que arruinan  a los pueblos, del Fondo Monetario Internacional. 

Ninguno, salvo Antonio Gutiérrez, antiguo secretario general de Comisiones Obreras hasta que descubrió los beneficios de una  socialdemocracia, que nunca fue, se ha atrevido a contradecir al jefe y votar en conciencia y por la democracia. Ni siquiera el ahora candidato, Pérez Rubalcaba, que promete lo ya prometido, y  que nunca tuvo ni tiene intención de cumplir, porque  las promesas en las campañas no comprometen a nada. Sí se comprometen con la delincuencia financiera, como sabemos ¡Y vaya si cumplen con ellos!

Se comprende que al PP no le guste que lo profesionales de la información tengan la cuerda muy larga. Seguramente  ellos son más de los telediarios y del NO-DO en el que el galán por excelencia era el caudillo. Y se comprende porque ese será sin duda su futuro modelo, con pequeñas variantes, que pretenderá aplicar en cuanto España vuelva a ser suya por mor de un sistema electoral antidemocrático que impone el bipartidismo. 

Se comprende también que la ultraderecha catalana de CiU, ya echada al monte sin careta, tan proclives ahora a pactar con los peperos, olvidándose de las puestas en escena y de la teatralidad hipócrita de Artur Mas, con notarios de por medio, sean proclives a la censura. Es normal en su política del negocio que es a lo que de verdad se dedican. 

No les interesa que se les escape lo más mínimo y que algún desconsiderado periodista fuera de control de su pesebre–tan abundante en Cataluña donde no hay prensa libre digna de tal nombre, y siempre al lado del poder justificando todas sus tropelías–, explique hasta qué punto está llegando el saqueo de la Sanidad  Pública; muestre el estado lamentable de los hospitales donde la humillación y la falta de intimidad de los pacientes en los pasillos como en Valle Hebrón es la norma.  O  que las escuelas carezcan de medios mientras siguen dándole ingentes cantidades de dinero a las privadas y a las religiosas, saqueando lo público para privatizar ambos servicios fundamentales; y que recuerdan la situación de hace más cuarenta años. Así que se comprende que a unos mercaderes les moleste la libertad relativa existente, que ponga al descubierto su verdadera faz y sus políticas de expolio.

También se comprende que al PSOE–que a ver cuándo se deciden a cambiarle el nombre y le quitan, por lo  menos, las últimas tres letras, para que el lenguaje coincida con la realidad–le interese que no se airee demasiado su desastrosa política para las clases populares. Y si la propuesta viene del PP, miel sobre hojuelas. Por eso se abstuvieron como si la libertad de expresión pudiera discutirse. Y como hicieron con la votación en el parlamento Europeo por lo de los vuelos de lujo, rectificaron tras el escándalo, no antes.

Desconocemos qué ventajas puede lograr ERC con la censura, aunque sólo sea porque, cierto o no, siguen ostentando el nombre de esquerra y  republicano, que se da de hostias con la censura pretendida.

Mucho menos se puede comprender que el delegado de Comisiones no haya alzado la voz tronante  y escandalizada ante la pretensión de tapar la boca a los informadores, en definitiva para censurarlos y evitar que los ciudadanos podamos saber algo de lo que se cuece a nuestras espalda, o a costa de ellas. Sólo se nos ocurre que  la cúpula de este sindicato–no los afiliados que sufren como todo el mundo sus decisiones– otrora combativo y exento de burocracias, ahora está tan acostumbrado a revolcarse entre los poderes y sus estercoladas alfombras patronales y banqueriles, que ya no saben distinguir ni para qué fueron creadas las CC.OO.  Que se vienen agachando  tantas veces que cuánto más lo hacen más se les ve el culo. 

Al final resulta que tan solo Izquierda Unida, con la rara avis de UGT, que en esto ha estado en su sitio,  ha sido el único partido que ha tenido claridad de ideas democráticas de lo que hay que hacer ante el intento de la derecha–toda la derecha, llámese como se llame, que como sabemos hoy el nombre nada tiene que ver con los contenidos, de implantar ya el sistema de desinformación y censura que nos espera. 

U. Plaza