jueves, 6 de diciembre de 2018

¿LA CONSTITUCIÓN , O LOS QUE LA APLICAN SEGÚN SUS INTERESES?



La Constitución del ´78, como todas las constituciones por consenso, ni es la estafa que dicen algunos, ni mucho menos la panacea que nos quieren vender otros. Depende de la aplicación con uno u otro sentido de clase que se le dé. 

La Constitución que como todo el mundo sabe se hizo con una enorme carga de renuncias por parte de los demócratas, muchos recién salidos de las cárceles, para que fuera posible recuperar las libertades y salir del túnel en que unos traidores nos metieron, liquidando la democracia republicana; y que tras una guerra civil, con fuerzas desiguales, desembocó en el terror de la dictadura, apoyada por lo más negro y retrógrado de las clases dominantes, que trataban de parar la rueda de la Historia; con el apoyo imprescindible de la Iglesia, reaccionaria por antonomasia, con la complicidad de las democracias europeas, a las que interesó más, mantener la dictadura que devolverle la libertad al pueblo,  una vez derrotado el nazismo en Europa; pueblo que fue el primero que se levantó contra el fascismo, que después sería nuevamente traicionado; fascismo que acabarían padeciendo todos.

Tras la muerte del dictador, las propias fuerzas de la derecha franquista sabían que no podían alargar mucho su dictadura y les era necesario hacer un cambio, lo más lampedusiano posible, que les permitiera mantener los privilegios que habían expoliado al pueblo español a lo largo de su dictadura.

Evidentemente el paso para lograr que los intereses de los franquistas quedaran asegurados, no lo hicieron sólo ellos, sino que contó con el control de los americanos, y otros países interesados de que la futura España democrática no fuera más allá de sus intereses; y contó con mucho cómplice que, de la noche a la mañana se enfundaron el traje de luchadores por la libertad y la democracia, aunque algunos de ellos durante la dictadura, o no existían, o existían de forma nominal y nadie sabía de su existencia. O simple y llanamente había colaborado con el dictador; incluso algunos seguían cantando las glorias de la dictadura, ya muerto éste. Basta buscar en las hemerotecas para comprobar, cuánto demócrata de  entonces, y hasta converso posterior hoy al independentismo, elogiaban al dictador. ¡Cuánto alcalde franquista, se unió al invento de la derecha encabezada por Pujol!

Con los mimbres que había entonces era evidente que la Constitución estaba condicionada por la inferioridad de los demócratas, sobre todo porque durante todo el periodo Constituyente los militares franquistas exhibían la amenaza del golpe permanente, que todo hay que decirlo, era utilizada por los políticos franquistas como espada de Damocles. Y también, la memoria colectiva de los españoles, temerosos de una vuelta atrás, que nos pudiera devolver a épocas más negras, estaba presente .

A pesar de lo cual, se hizo una Constitución suficientemente abierta para que pudieran gobernar, tanto la derecha franquista conversa, como la colaboradora de ésta, autotitulada de izquierdas, para poder vestir mejor el muñeco democrático, sin romper el juguete de lo intocable.

La Constitución, tal como salió, servía lo mismo para un roto como para un descosido. Dependiendo de quién decidía.  Muchas veces se ha atacado a la Constitución olvidando que son las decisiones de los políticos que sirven intereses espurios,  las que la pueden hacer mejor o peor. 

De tal manera que si había voluntad de los mandamases –es decir los poderes económicos, no los gobiernos que al fin y al cabo están al servicio de aquellos–, podían tener, en algunos de sus artículos, tintes progresistas, o aplicarlos de forma progresista. Pero también toda la carga reaccionaria que en un momento dado les interesara a esos poderes. Si esos artículos progresistas se cumplieran, se podría decir que la Constitución era para todos. La Constitución española ha sido aplicada en sus artículos favorables a las clases populares, de forma muy restrictiva; mientras que los que favorecen a las clases dominantes, son de amplio desarrollo. 

Los primeros años, debido al atraso social que padecía España en todos los sentidos, se pusieron en marcha mejoras indiscutibles que acercaran a España un poco a los países del entonces Mercado Común. Objetivo prioritario de las clases dominantes, ya que sabían que lo que después se llamaría Unión Europea iba a ser un club de mercaderes, con leyes reaccionarias e impuestas a los pueblos, que beneficiaba a la banca y a depredadores, al capital financiero y especulativo, en definitiva, a costa del deterioro de las condiciones sociales, como veríamos muy pronto. 

También, para esto, hubo complicidades escandalosas de gente que se llamó progresista. Como hubo quien lo denunció como una sumisión a los intereses del capital, sin demasiado éxito, por cierto.

Para que todo saliera según deseaban, era fundamental introducir la mentira, para que los españoles tragáramos la Organización Terrorista del Atlántico Norte (OTAN), cuya misión le fue encargada a algunos de esos disfrazados de demócratas y hasta de socialistas, de reciente creación; que nada tenían que ver con los socialistas de antaño. Fue un partido ex novo, pero con la carga histórica suficiente para que los nuevos vendieran el producto de las bondades de la Organización militar, a la que se oponía la inmensa mayoría de los españoles

El analfabetismo político –y el general– de nuestro pueblo, tras cuarenta años de dictadura y ayuno democrático, pudo hacer posible el mayor engaño de los tiempos modernos: un partido que se decía republicano y que  se mostraba contrario a la OTAN, acabó siendo el principal impulsor del ingreso en la organización militar al servicio de los Estados Unidos; al tiempo que dejaban lo de la República y se convertía en monárquico, de facto, como demostrarían los hechos. Y, pasado el tiempo, uno de sus más destacados dirigentes, que acudía con trenka de progre a las manifestaciones anti-OTAN, dirigiría esta organización militar, con  destacado protagonismo en los bombardeos de Yugoslavia.

Ubaldo