viernes, 21 de septiembre de 2012

VIDAS PARALELAS


Dentro de muchos años, suponiendo que sobreviva la civilización surgida de la Ilustración y de La Revolución Francesa, los historiadores  escribirán sobre los acontecimientos que tuvieron lugar a lo largo de una centuria, tal vez sin comprenderlos en toda su dimensión. 

Naturalmente, como siempre ocurre, se simplificará y todo lo ocurrido será más o menos resumido en unas cuantas páginas  de un volumen, con la pretensión de que los habitantes europeos del momento, se hagan una somera idea de lo aconteció a sus antepasados.

Y los acontecimientos más relevantes del siglo XX y principios de XXI–dirán los historiadores–, quizá fue el intento por parte de un país, Alemania, de invadir y someter al Continente europeo, por dos veces–aunque quizá habría que decir por tres–, con la intención de esclavizar a los ciudadanos de sus pueblos, y ponerlos a su entera disposición, como meros instrumentos para que Alemania cumpliera por completo los deseos de sus dirigentes, en el escaso plazo de poco más de 80 años, de dominarlo todo.

Esos futuros historiadores, con las neblinas que acompaña el paso del tiempo, sólo harán mención de algunos acontecimientos incomprensibles–dirán–para un mundo civilizado, por el comportamiento inhumano de "algunos"  de aquellos caballeros de la Gran Alemania; y quizá lo de los campos de exterminio, e intento de liquidar pueblos enteros, no le den la dimensión que aún hoy conocemos, y que poco a poco algunos seudo historiadores van quitando importancia y revisando la historia. 

Los historiadores hablarán, de que el primer intento de ocupar y rebajar a nivel de esclavos a los europeos–y quizá con el tiempo a todo el mundo–, fue llevado a cabo por un tal Adolfo Hitler, jefe supremo del III Reich, iluminado y ambicioso personaje, que fue capaz de deslumbrar a su pueblo, al que puso tras él sin la menor vacilación para tan prometedora misión de conquista. Dirán de aquel primer intento fracasó, a pesar de contar Alemania con los  ejércitos más modernos y avanzados, muy por delante del que tenían las naciones adversarias más poderosas  del momento. 

La segunda vez, el segundo intento para dominar Europa, sin embargo, los historiadores registrarán en su análisis histórico, que Alemania triunfaría sin ningún genero de duda, estando al mando de la misma, una colega de Hitler, compatriota suya, Angela Merkel, en una vida paralela, y con las intenciones idénticas en sus últimas consecuencias, es decir, esclavizar también al continente europeo para que todos los ciudadanos fuéran servidores del Reich, que en este caso, es el IV.

Seguramente los hipotéticos historiadores de dentro de mucho tiempo, podrán entender las razones por las que Europa no sucumbió al poderío ejecutor y esclavizador en el primer intento por parte de la Alemania de Hitler. Lo que sin duda les hará rebanarse los sesos será, para comprender las razones por las que sí sucumbió la segunda vez que lo intentaron. 

Y, a base de escarbar en las escasas fuentes que existirán, porque todo estará ya dominado por las decisiones de los ganadores del IV Reich y su pensamiento establecido como único admitido; y sólo a través de algunos legajos que se hubieran salvado de su quema, por haber sido ocultados en algún lugar desconocido, y descubiertos muchos años después, podrán despejar la incógnita:

Comprenderán, y así lo escribirán–aunque es muy posible que a nadie le interese, y lo hagan como simple ejercicio de distracción–, que la razón principal por la que el Tercer Reich de Hitler no pudo vencer y esclavizar a los europeos, fue porque sus pueblos se opusieron firmemente a la barbarie de querer  reducirlos  a la esclavitud; y de que los gobiernos de Europa, salvo alguna excepción, se enfrentaron junto con sus pueblos y se defendieron hasta derrotar a Hitler y recuperar la libertad y la dignidad. Aquellos gobiernos pidieron sacrificios a sus conciudadanos para luchar, para mantenerse como pueblos libres, civilizados y sin tutelas. 

Sin embargo la segunda parte de la ofensiva en que sí triunfó y fue derrotada Europa, y por ende  la victoria del IV Reich, la que capitaneaba allá por los inicios del siglo XXI,  la canciller, una tal Angela Merkel. Y descubrirán los historiadores con sorpresa, que fue posible porque los gobiernos, en lugar de enfrentarse a los invasores, organizando la resistencia de sus pueblos por todos los medios para mantener la civilización, para convertirla cada vez en más democrática, hicieron todo lo contrario: se aliaron con los enemigos, se erigieron, como cualquier Petain en la primera intentona, del Tercer Reich, en colaboracionistas con sus los amos del IV Reich.

Y los gobiernos de Europa, en lugar de pedir sacrificios para defenderlos de los enemigos del bienestar y la libertad, se pusieron ellos en primer lugar a imponerle los sacrificios a los ciudadanos liquidando su bienestar y sus derechos, para favorecer los deseos de la canciller tedesca,  que se paseaba por todo el Continente con sus torpedos, panzer, y bombarderos, en forma de una  amenaza devastadora llamada mercado–que aglutinaba a todos los ejércitos destructivos del mundo, a favor de unas minorías esclavizadoras–, que era tan o más  letal y efectivo que las armas usadas contra Europa en el primer intento.

Sin duda a los historiadores les costará trabajo comprender tanta cobardía, pusilanimidad humillación y bajeza moral de los gobiernos de Europa, que prefirieron en aquel tiempo lejano, sus cómodas situaciones personales de colaboracionistas, antes que afrontar el riesgo de ponerse al lado de sus pueblos y combatir, aun a riesgo de perecer, pero sin humillación. 

Para ellos, para los historiadores del futuro, por poco sentido crítico que tengan, seguirá siendo una incógnita  por qué, si aquellos gobiernos habían sido elegidos por sus pueblos para que los representaran y defendieran, los traicionaron, de forma casi unánime, y colaborando con el enemigo ayudando a empobrecer a sus conciudadanos, hasta en el expolio de sus vidas, porque así se lo pedía su jefa, la Canciller Merkel y el llamado mercado, como arma ejecutiva de empobrecimiento de los pueblos.

Todo eso se lo preguntarán los historiadores del futuro, en el supuesto, de que, debido a la desaparición de la Civilización, no se produzca una nueva Caída del imperio romano, en este caso de la Civilización moderna, entrando en la barbarie y en una nueva Edad Media donde el idiotismo y la superstición se extienda por todo el continente, sea por medio de cualquier religión,  existente o inventada, para que cumpla la función que necesiten los poderosos, llámese nacionalismo, o con cualquier otro nombre. El fanatismo puede estar servido con cualquier excusa, si los poderosos lo consideran útil para sus intereses.

Entonces, como sucediera hace más dieciséis siglos, la Cultura desaparecerá, los avances técnicos y científicos se habrán olvidado por los métodos ya iniciados hace tiempo de ir quitando apoyo a la enseñanza; las enfermedades del medioevo volverán y nadie sabrá curarlas, debido a la liquidación de la sanidad pública;  y hasta es posible que haya quienes desde el poder digan que es mejor rezar que llamar al médico. 

Y las gentes no sabrán hacer las cosas que hoy aún consideran fáciles y elementales, porque todo se habrá olvidado en esas oscuras tinieblas ya iniciadas. En ese caso no habrá ni historiadores. Y la Humanidad habrá entrado durante otros mil años en el oscurantismo, a la espera de que vuelva un nuevo Siglo de la Luces, y volver a empezar. 

Eso, claro, si los pueblos de Europa, a la vista de que no pueden confiar en sus gobiernos, que están contra sus  propios pueblos y colaborando con los que los quieren empobrecer, no toman la decisión de defenderse, creando formas organizativas nuevas, que no estén corrompidas.

De lo contrario, de no tomar conciencia de la realidad, lo que parece un ejercicio de ficción, se tornará en realidad. Y no se olvide, que las situaciones se deterioran lentamente, a veces imperceptible. Poco a poco irán liquidando derechos para que lo vayamos asimilando, para que las cadenas, físicas o no, vayan apretando, pero sin que duelan demasiado al principio, para que nos acostumbremos al dolor, pero no de golpe. Mas, el final será el mismo: la esclavitud. 

El Imperio romano tardó tres siglos en caer. Y la Edad Media que nos tienen reservada  los poderes actuales, con todas las variantes, y hasta con los tintes modernos  que se quiera, es la misma: la esclavitud del 99%, al servicio del 1%  esclavizador. 

U.Plaza