lunes, 21 de noviembre de 2011

LA SOLEDAD DEL PERDEDOR. REFUNDACIÓN O DISOLUCIÓN

Se merecía un poco más de generosidad por parte de los suyos.  Asumió ser el derrotado cuando aceptó ser candidaro a sabiendas, aunque nunca que llegara a tal magnitud la humillación; confiaba  en las artimañas de encantadores de serpientes que tan bien le fue al mayor serponsable de que el PSOE sea el otro partido de la derecha, cualquier cosa menos socialista, ni siquiera socialdemócrata. 

Fue patético ver cómo Alfredo Pérez Rubalcaba aparecía solo ante los medios y sus partidarios de base, mucho más generosos que los jefes, lo aplaudían. Apareció sin coraza alguna a dar la cara por una derrota, que si bien también es suya, pero no sólo suya.

Fue patético ver la cobardía del principal responsable de la debacle, que no tuvo valor de dar la cara como principal responsable del desastre, lo que retrata ya en sí, si es que hiciera falta,  al personaje, en cuyas manos estaban los destinos de los españoles. Pero también retrata a toda la Ejecutiva del PSOE, así como a su Grupo Parlamentario. Todos validaron, hasta con entusiasmo todas y cada una de las ocurrencias del personaje, por aberrantes y catastróficas que fueran, y auguraran lo que al fin llegó, poque estaba cantado; porque tampoco la democracia ha llegado al funcionamiento  los partidos y nadie se atrevía a decirle que el rey estaba desnudo donde debía, no a los medios y ocultándose, en el anonimato;  que el jefe los estaba llevando al desastre porque él era quien aseguraba sus prebendas.

Rubalcaba tuvo sus minutos amargos, pero no le quedaba más remedio que dar la cara, ante la negativa del escondido secretario general. Pero ahora empieza una larga travesía del desierto que debiera pasar por la refundación del partido–tras el fiasco de la anterior  cuando fue Zapatero el que se alzó con el triunfo en aquel congreso del '97– y donde se marcara la proyección y la ideología de los que tienen la sartén por el mango en el partido. Que decidan si se consideran socialdemócratas, o son el otro partido de recambio de la derecha, con los votos de la izquierda. 


Han jugado a las dos cosas. Han pedido el voto de los débiles y han hecho políticas para los poderosos. Lo han hecho en muchos lugares en que sólo mostraban la cara de izquierdas cuando estaban en la oposición, y claramente de derechas cuando estaban en el poder–en Cataluña, incluso emulando al nacionalismo de forma patética copiando todos sus desvaríos hasta el ridículo–  Han olvidado sus orígenes naturales republicanos; han asumido todos los valores más reaccionarios de la peor derecha salvaje sin que se les moviera un ápice la sensibilidad; han olvidado profundizar en el laicismo del Estado y han seguido contribuyendo al mantenimiento de una Iglesia, que sin embargo se muestra agresiva contra las decisiones progresistas del parlamento; se han negado a democratizar el sistema electoral, claramente injusto, que permitiera abrir campos de reflexión democrática y de participación, porque les beneficiaba como casta la antidemocrática ley vigente. Y han hecho tantas cosas que en nada importante se han diferenciado de la derecha natural.

El partido debe refundarse o disolverse. Para partido de la derecha ya existen varios. Y sólo con la asunción de los valores plenamente democráticos tiene sentido el PSOE; pero es un contrasentido que  ese partido se llame socialista, o que quiera como mínimo alcanzar el título, si más no, de progresista, y que en él cohabiten personajes de la derecha más rancia, hasta de la España profunda y  de la gran burguesía, cuyos nombres todos conocemos y chirrían en los oídos de muchos que se sienten de izquierdas. 


Han de elegir. Pero mucho nos tememos que nada de eso harán. Ahora, tras la derrota, en el próximo congreso que se avecina, harán promesa de enmienda porque toca la etapa de izquierda porque están en la oposición. Pero mucho cambian las cosas, o se hacen con el partido los socialistas–que los hay sin duda dentro del mismos aunque no manden– desembarazándose de los oportunistas que tiene por oficio llamárselo para rentabilizarlo, o dentro de un largo tiempo, cuando alcancen de nuevo el poder, la historia se repetirá. No se puede hacer una política socialista, progresista sin socialistas en el timón dirigiendo la nave. Menos sin son de derechas u oportunistas. De ser así acabará a la deriva, como ya sucedió tras el desastre González de ayer, para la izquierda, y el desastre Zapatero de hoy.

U. Plaza