jueves, 14 de abril de 2011

14 DE ABRIL...HACIA LA TERCERA REPÚBLICA




Hoy, 14 de abril se cumplen 80 años de la Segunda República, primer intento serio de modernizar aquella España de oscurantismo, idiotización y beatería que las clases dirigentes, enemigas de todo progreso, frustraron, negándole a la sociedad lo que ya otros pueblos de Europa hacía tiempo habían logrado: arrinconar al al viejo régimen aristocrático, y el ascenso de la burguesía al poder, poniendo en marcha las fuerzas productivas que permitieron un desarrollo desconocido hasta entonces. Al tiempo que esa burguesía creaba las condiciones para el crecimiento del proletariado. Dando así un paso definitivo al avance de la historia.

La llegada de la Segunda República constituyó el mayor acontecimiento de progreso jamás conocido. Muchas voluntades se pusieron en marcha para romper el corsé que mantenía a la sociedad con unas estructuras caducas de forma secular; pero los intentos de acabar con aquel atraso siempre se perdía en la cómoda posición de sus clases dirigentes, que preferían dormitar en los sueños del pasado, a poner en peligro en lo más mínimo sus intereses, aunque eso supusiera el eterno atraso de España, e incluso mantenerse en el vagón de cola de las clases dirigentes europeas.

Se movilizaron todas las fuerzas que el nuevo Estado tenía para lograr una de las asignaturas pendientes más sangrantes para el pueblo, como era llevar la enseñanza a todos los rincones de España. Intelectuales y otras capas de la población, comprometidos con el pueblo y el avance del progreso, lograron en pocos años metas en la enseñanza que ni siquiera 80 años después se ha logrado, en el sentido pedagógico, humanista y republicano de entonces. Se dignificó la figura de maestro como fundamental para esa labor. No en vano fueron los maestros los defensores a ultranza del nuevo Estado, al captar que éste valoraba en su justa medida la proyección de sus tareas educativas, base fundamental del futuro ciudadano, arrancándolo de las garras de la supestrición; que por primera vez se atrevía a romper con los deseos de la Iglesia en mantener a la masas trabajadoras en la ignorancia, como secularmente había hecho, como forma de mantener los privilegios de las clases ociosas.

Pero el nuevo Estado tenía muy poderosos enemigos que trataron de impedir su avance. Utilizaron todos lo medios que tenían, y eran muchos, para que la República embarrancara y se ganara la enemistad de los que debían ser los más favorecidos por ella. Los gobernantes republicanos muchas veces no se atrevieron a avanzar con la decisión que requería el momento histórico, y que el pueblo les demandaba, en aspectos a la sazón tan fundamentales para los millones de trabajadores del campo sin tierra, como era una reforma agraria que lo modernizara, y en cualquier caso aflojara las tensiones sociales permitiendo que grandes masas accedieran a la posesión de tierras improductivas que hubiera permitido alimentar a masas hambrientas. 

La tensiones entre los trabajadores y el gobierno republicano se sucedían, por los intentos de los sectores más reaccionarios de convertir el nuevo Estado republicano en un régimen que sólo hubiera cambiado de nombre, sin liquidar el viejo régimen y sus añejas estructuras. Se llamaron republicanos cuando ese nombre era–y aún hoy lo tiene en España– sinónimo de libertad, de una sociedad avanzada, muchos que en realidad sólo aceptaron la República mientras la podían dominar sin cambiar nada sustancial.

Con la lucha, en poco tiempo fueron las masas trabajadoras adquiriendo conciencia de la necesidad de combatir por sus derechos. Las organizaciones obreras adquirían proporciones gigantescas, desconocidas hasta entonces, sobre todo porque por primera vez había calado en ellas la necesidad de la organización como clase, como forma de avanzar para lograr sus derechos de trabajadores. Lo que en otros pueblos hacía más de un siglo que se elaboraba tras la Revolución francesa, urgía en España hacerlos en pocos años. 

Pero los enemigos de la República no aceptaban, ni siquiera los aspectos más leves, los cambios sociales necesarios incluso por interés de la propia burguesía moderna; y se pusieron en marcha para liquidarla. Para eso estaban de acuerdo un ejército abultado de parásitos, la Iglesia que se había visto afectada por las leyes de enseñanza republicanas, laica y al margen de una Iglesia medieval. La separación de la Iglesia y el Estado. Fundamental necesidad para que la enseñanza dejara de estar en manos religiosas y siguieran moldeando a los niños y jóvenes a su capricho perpetuando así unos valores caducos y de casta. Y, claro, el gran capital financiero que puso todos sus recursos al servicio del levantamiento fascista, para liquidar la República.

La existencia del fascismo y el nazismo en Italia y Alemania fueron piezas fundamentales en los proyectos del golpe de Estado, que pensaron sería cosa de pocos días. Pero el grado de conciencia de los españoles para la defensa de la República ya había adquirido proporciones altas, y a pesar de lo pusilánime que fue la actitud de los propios dirigentes del gobierno republicano en los primeros momentos, que temían más a los obreros que a los fascistas, los trabajadores, con sus dirigentes sindicales y políticos organizaron la resistencia al golpe de "los cuatro generales" traidores. El sueño de libertad había calado muy profundamente en el pueblo español.

Los intentos hoy de muchos interesados en asociar la Segunda República a la guerra civil, es una manera propagandística de las fuerzas de la reacción, e incluso de cómodos culos aposentados en la actual España de los escándalos y los negocios, a pesar de que algunos de ellos vienen de la cultura republicana, pero que sin embargo no dan muestras de defender dichos valores laicos y de justicia, como hemos visto, el acomodo del gobierno socialista a la hora de descartar una ley de libertad religiosa, que ponga a cada uno donde debe. Como tampoco hacer nada para hacer justicia por los decenas de miles de asesinados por la dictadura, para dignificar sus nombres, y sacarlos de las cunetas y fosas comunes, donde siguen la mayoría, más de 70 años después.

La República, que es poseedora de valores de libertad, solidaridad y progreso debe ser reivindicada por las generaciones presentes y venideras. Todo ciudadanos que así mismo se considere libre, debe poder elegir a todos los representantes del Estado, sin ninguna excepción. El escamoteo–la traición– que a los españoles nos hicieron los dirigentes con aquel "pacto de la transición", impidiendo que nos pronunciáramos en una consulta sobre el tipo de Estado deseado por el pueblo tras la larga noche criminal del franquismo, debe ser motivo suficiente para que, en el horizonte, toda persona de pensamiento libre y sin ataduras mentales, reivindique la legalidad republicana, asesinada por los que instauraron una dictadura que costó el sufrimiento y atraso a los españoles. Que no se acaba relatando los miles de años de cárcel, exilio, fusilamientos y atraso, con ser lo más doloroso del régimen que sucedió a la legalidad republicana. Es que con aquel levantamiento de la fuerzas reaccionarias se acabó para muchos años con una de las experiencias de desarrollo de España en todos los terrenos, obligando a que la Ciencia y la Cultura quedaran huérfanas durante décadas, y que la beatería fanática y la sinrazón idiotizante, invadiera todos los ámbitos de la vida.

Hoy, que en las escuelas vergonzosamente no se hace apenas alusión en su verdadera dimensión a lo que significó la Segunda República. Hoy, que la enseñanza está atomizada en múltiples interpretaciones de las taifas de cada región, dominadas por otra idiotización cuasi religiosa, la de los nacionalismos insolidarios; como antaño lo fueron por la Iglesia, es más necesario que nunca recordar aquella experiencia, no con añoranza vacía. Sino de plantearse que sin duda la República–la IIIª República– debe ser la forma natural de estado por la que valga la pena luchar y vivir. Es para eso para lo que debe servir el recuerdo de aquel 14 de abril de 1931 en este 14 de abril de 2011. Hace 80 años que el fascismo acabó con las libertades e ilusiones del pueblo, y lo hundió en el oscurantismo medieval de cárceles, hambre, torturas, fusilamientos y silencio y beatería. 

Hoy, cuando los mismos poderes económicos, mil veces amplificados, siguen poniendo en peligro la estabilidad de las familias, despojándolas de lo único que tienen, su fuerza de trabajo, la lucha por la República, por la democracia aún no nata como tal,  no es mirar hacia el pasado con nostalgia. Sino hacia un futuro que, aunque sea de otra forma, los mismos que antaño se lo robaron a nuestros padres y a muchos que sufrimos la dictadura de aquellos delincuentes que gobernaron España tras el golpe de Estado como su finca particular, hoy están haciendo lo mismo, con muchos más medios, logrando que a través  de la desinformación y manipulación de los medios, la desmovilización de los ciudadanos, con lo que tienen el camino abonado para hacer todos los recortes sociales que deseen, como efectivamente están haciendo todos los gobiernos, en beneficio de los culpables de la crisis. Lo que está sucediendo hoy de expolio de las clases populares, está pergeñado por las mismas fuerzas reaccionarias que antaño. Hoy no necesitan que sean los militares fascistas quienes lo lleven a cabo, y justificado por los capelos. Hoy basta con la ayuda de  de los propios políticos al servicio de esas fuerzas, justificándolo de las formas más peregrinas y lacayunas posibles.

Luchar hoy por la Tercera República española, es avanzar hacia la democracia y la ética republicana, la austeridad y protección de dineros público,  tan ajenas a la vida política de hoy, donde la plutocracia, la corrupción sueldos de escándalo, y el descaro chulesco y caciquil y la partitocracia, domina todo el espectro de la vida española. La verdadera separación de la Iglesia y el Estado, donde aquella sea considerada como el resto de los ciudadanos, sin ningún tipo de privilegios, y que sus gastaos sean sufragados por sus adictos. Considerar a esta situación una democracia, no es más que una farsa más de esos partidos que hacen y deshacen a su entera voluntad, sin ni siquiera tener una ley electoral en la que todos los votos valgan igual. La semilla de la República ha de ser la que fructifique una España democrática, donde la corrupción no tenga la manga ancha que ha alcanzado. ¡INDIGNAOS! ¡LUCHAR CONTRA LOS EXPOLIADORES!

U. Plaza