Ante el órdago que el PSC le ha lanzado al PSOE, no está demás recordar que el partido catalán es una criatura engendrada y parida por la burguesía catalana con la evidente intención de que la izquierda, es decir al PSUC, que a la sazón era el único partido organizado, y que había luchado contra la dictadura, no alcanzara la hegemonía en la izquierda.
También conviene recordar, ahora que todos le echan las culpas a Rubalcaba por su falta de liderazgo en el PSOE, ante la aventura de Navarro y sus compañeros de la derecha nacionalista que lo han presionado para dar el paso que ha dado, posiblemente hacia el abismo, de incorporarse a la propuesta de las dos formaciones de la burguesía nacionalista–CiU e ICV–, que evidentemente Rubalcaba tiene su parte de responsabilidad, como la tienen todos los que han estado desde hace tanto tiempo en la ejecutiva del PSOE.
Pero sería injusto que se le cargara a él solo con el pesado fardo. Porque quien permitió lo que hoy ha estallado, pero que viene alimentándose desde el minuto uno del parto del PSC por la derecha catalana, fue el inefable Felipe González, personaje al que eso del socialismo, no es que no le rozara, sino que estaba en las antípodas del mismo. El hoy asalariado de lujo de una multinacional–sin renunciar a su sueldo de presidente que le pagamos todos–, cuando necesitó ayuda parlamentaria no acudió a la izquierda para resolverlo, sino que prefirió a la oligarquía catalana, con la que tan bien comunicada estaba la dirección de PSC, por razones obvias. Las cosas no suceden porque sí; tienen sus antecedentes y siempre acaban comprendiéndose por la relación de clase de los actores. Fue una obra maestra a tres bandas de la derecha catalana para lograr su hegemonía, que evidentemente ha sabido explotar sin miramientos éticos, como suele suceder con los mercaderes de ilusiones, que les ha rendido buenos réditos:
Primero: la misma burguesía que hasta cinco minutos antes de la muerte del dictador apoyó su dictadura que ayudó a traer–búsquese en las hemerotecas si alguien lo duda– y sus consecuencias para los trabajadores, creaba su partido con toda la carga emocional, logrando que amplios sectores de la pequeña burguesía y gente honesta se creyeran la farsa y se adhirieran al mismo, con el engañoso mensaje de "!Catalunya!, lo que les fue muy bien para SU Cataluña, que no era otra que los negocios, como se comprueba hoy con meridiana claridad con la privatización de la sanidad entre otros muchos negocios, exactamente igual que cuando apoyaban a Franco, o pedía ayuda a Martínez Anido para deshacerse de los trabajadores anarquistas. "No es nada personal, son negocios".
Segundo: creaban un partido con el nombre de socialista, cuyos generales serían de la misma burguesía con el aditivo de algunos fieles servidores de floreros charnegos, más papistas que el papa en la defensa del nacionalismo como conversos a su causa y que fueran aceptados en su Iglesia, y para que la infantería de obreros inmigrantes venidos de otras tierras de España y con cultura de luchas históricas en el PCE y el PSOE, aceptaran el mensaje nacionalista, diluyendo en lo posible el mensaje de clase en una suerte de defensa de los intereses del nacionalismo que la burguesía capitaneaba. Y que en un mal entendido derecho de autodeterminación, sumergió a la clase obrera, para que defendiera los objetivos de la siempre correosa derecha catalana.
Con ese señuelo en el PSC han vivido hasta ahora, siendo incapaces de ganar nunca unas elecciones catalanas, por no haber podido convencer a sus votantes, obreros que votaban en las generales al PSOE, de que el PSC era su partido. Pero a los del Alto Mando no debía preocuparle mucho porque sus intereses de clase estaban bien guardados por sus hermanos convergentes. Porque al fin y al cabo, como diría el castizo, todo quedaba en casa, aunque la misma la vistieran para disimular con distinto ropaje.
Y tercero: desde hacía ya bastante tiempo, al final del franquismo, que en el propio seno del PSUC se tramaba su liquidación, como efectivamente harían, los que hoy forman parte del mismo conglomerado de la derecha nacionalista, recuperando sus originales intenciones. Porque ya un partido combativo con ideología de izquierda, no le convenía a la derecha. Así que fue inutilizado primero en bizantinas discusiones, y liquidado después; pero usufructuando las luchas de tantos y tantos hombres y mujeres que fueron capaces de mantener la organización durante la larga represión.
La burguesía catalana, como hace la Iglesia, suele poner los huevos en distintos cestos para que, gane quien gane, ganar siempre ellos. Supo engatusar a dirigentes obreros, verdaderos luchadores contra el franquismo, y algún que otro oportunista al que le doraban la píldora, para que les extendieran el carnet de demócratas de toda la vida, e incluso de antifranquistas, a los mismos que desde sus industrias no tenían reparo en explotar a los trabajadores exactamente igual que siempre. ¡Hasta ahí no llegaba su fe de demócratas!
Tanto fue así que aquella especie de matrimonio con la derecha que descubría la necesidad de democracia en los últimos cinco minutos, de la mano de algunos dirigentes políticos de la izquierda, es el origen de la inexistencia en Cataluña de partidos de izquierda dignos de tal nombre; y tanto éstos como los sindicatos–otrora combativos– asumieron los objetivos y hasta los símbolos de la derecha nacionalista–los mismos que durante el franquismo ayudaban a combatir dando apoyo a la dictadura–, porque contrariamente a lo que se pueda pensar, los símbolos tienen mucha importancia, porque marcan las intenciones ideológicas y sus alianzas de clase.
Lo del PSC era desde hacía mucho tiempo, la crónica de una muerte anunciada, un matrimonio que se mantuvo porque sólo una parte, el PSOE, cedía. Pero como en todo matrimonio de estas características, el fin no puede ser otro que el divorcio. Porque fue un casamiento antinatura, porque una cosa son los dirigentes, y otra muy distinta, los votantes que lo hacen por la carga histórica que para ellos representa ese partido, que tarde o temprano tendrá que recuperar los valores de izquierda, o desaparecer. Ahora, aunque pueda parecer lo contrario, tienen los socialistas una oportunidad de enmendar el inmenso error de González–si es que fue un error–, y situar las cosas en su lugar. De no hacerlo, sencillamente el cadáver del PSC, resucitará con sus miasmas, más pronto que tarde.
Ubaldo
También conviene recordar, ahora que todos le echan las culpas a Rubalcaba por su falta de liderazgo en el PSOE, ante la aventura de Navarro y sus compañeros de la derecha nacionalista que lo han presionado para dar el paso que ha dado, posiblemente hacia el abismo, de incorporarse a la propuesta de las dos formaciones de la burguesía nacionalista–CiU e ICV–, que evidentemente Rubalcaba tiene su parte de responsabilidad, como la tienen todos los que han estado desde hace tanto tiempo en la ejecutiva del PSOE.
Pero sería injusto que se le cargara a él solo con el pesado fardo. Porque quien permitió lo que hoy ha estallado, pero que viene alimentándose desde el minuto uno del parto del PSC por la derecha catalana, fue el inefable Felipe González, personaje al que eso del socialismo, no es que no le rozara, sino que estaba en las antípodas del mismo. El hoy asalariado de lujo de una multinacional–sin renunciar a su sueldo de presidente que le pagamos todos–, cuando necesitó ayuda parlamentaria no acudió a la izquierda para resolverlo, sino que prefirió a la oligarquía catalana, con la que tan bien comunicada estaba la dirección de PSC, por razones obvias. Las cosas no suceden porque sí; tienen sus antecedentes y siempre acaban comprendiéndose por la relación de clase de los actores. Fue una obra maestra a tres bandas de la derecha catalana para lograr su hegemonía, que evidentemente ha sabido explotar sin miramientos éticos, como suele suceder con los mercaderes de ilusiones, que les ha rendido buenos réditos:
Primero: la misma burguesía que hasta cinco minutos antes de la muerte del dictador apoyó su dictadura que ayudó a traer–búsquese en las hemerotecas si alguien lo duda– y sus consecuencias para los trabajadores, creaba su partido con toda la carga emocional, logrando que amplios sectores de la pequeña burguesía y gente honesta se creyeran la farsa y se adhirieran al mismo, con el engañoso mensaje de "!Catalunya!, lo que les fue muy bien para SU Cataluña, que no era otra que los negocios, como se comprueba hoy con meridiana claridad con la privatización de la sanidad entre otros muchos negocios, exactamente igual que cuando apoyaban a Franco, o pedía ayuda a Martínez Anido para deshacerse de los trabajadores anarquistas. "No es nada personal, son negocios".
Segundo: creaban un partido con el nombre de socialista, cuyos generales serían de la misma burguesía con el aditivo de algunos fieles servidores de floreros charnegos, más papistas que el papa en la defensa del nacionalismo como conversos a su causa y que fueran aceptados en su Iglesia, y para que la infantería de obreros inmigrantes venidos de otras tierras de España y con cultura de luchas históricas en el PCE y el PSOE, aceptaran el mensaje nacionalista, diluyendo en lo posible el mensaje de clase en una suerte de defensa de los intereses del nacionalismo que la burguesía capitaneaba. Y que en un mal entendido derecho de autodeterminación, sumergió a la clase obrera, para que defendiera los objetivos de la siempre correosa derecha catalana.
Con ese señuelo en el PSC han vivido hasta ahora, siendo incapaces de ganar nunca unas elecciones catalanas, por no haber podido convencer a sus votantes, obreros que votaban en las generales al PSOE, de que el PSC era su partido. Pero a los del Alto Mando no debía preocuparle mucho porque sus intereses de clase estaban bien guardados por sus hermanos convergentes. Porque al fin y al cabo, como diría el castizo, todo quedaba en casa, aunque la misma la vistieran para disimular con distinto ropaje.
Y tercero: desde hacía ya bastante tiempo, al final del franquismo, que en el propio seno del PSUC se tramaba su liquidación, como efectivamente harían, los que hoy forman parte del mismo conglomerado de la derecha nacionalista, recuperando sus originales intenciones. Porque ya un partido combativo con ideología de izquierda, no le convenía a la derecha. Así que fue inutilizado primero en bizantinas discusiones, y liquidado después; pero usufructuando las luchas de tantos y tantos hombres y mujeres que fueron capaces de mantener la organización durante la larga represión.
La burguesía catalana, como hace la Iglesia, suele poner los huevos en distintos cestos para que, gane quien gane, ganar siempre ellos. Supo engatusar a dirigentes obreros, verdaderos luchadores contra el franquismo, y algún que otro oportunista al que le doraban la píldora, para que les extendieran el carnet de demócratas de toda la vida, e incluso de antifranquistas, a los mismos que desde sus industrias no tenían reparo en explotar a los trabajadores exactamente igual que siempre. ¡Hasta ahí no llegaba su fe de demócratas!
Tanto fue así que aquella especie de matrimonio con la derecha que descubría la necesidad de democracia en los últimos cinco minutos, de la mano de algunos dirigentes políticos de la izquierda, es el origen de la inexistencia en Cataluña de partidos de izquierda dignos de tal nombre; y tanto éstos como los sindicatos–otrora combativos– asumieron los objetivos y hasta los símbolos de la derecha nacionalista–los mismos que durante el franquismo ayudaban a combatir dando apoyo a la dictadura–, porque contrariamente a lo que se pueda pensar, los símbolos tienen mucha importancia, porque marcan las intenciones ideológicas y sus alianzas de clase.
Lo del PSC era desde hacía mucho tiempo, la crónica de una muerte anunciada, un matrimonio que se mantuvo porque sólo una parte, el PSOE, cedía. Pero como en todo matrimonio de estas características, el fin no puede ser otro que el divorcio. Porque fue un casamiento antinatura, porque una cosa son los dirigentes, y otra muy distinta, los votantes que lo hacen por la carga histórica que para ellos representa ese partido, que tarde o temprano tendrá que recuperar los valores de izquierda, o desaparecer. Ahora, aunque pueda parecer lo contrario, tienen los socialistas una oportunidad de enmendar el inmenso error de González–si es que fue un error–, y situar las cosas en su lugar. De no hacerlo, sencillamente el cadáver del PSC, resucitará con sus miasmas, más pronto que tarde.
Ubaldo