lunes, 8 de noviembre de 2010

LAS TIENIEBLAS DE TRENTO



Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión 
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco 
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
      
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
   
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

Pues, ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
        
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

Juana Inés de la Cruz





Más que "La luz de Trento", como dijera Menéndez Pelayo,  España ha sido durante siglos las tinieblas de Trento, por el oscurantismo en el que hemos estado sumidos los españoles gracias a una Iglesia que lo ha hecho posible, y por cuya razón a nuestro país siempre llegaban las luces con un siglo de retraso. Y cada vez que los españoles han intentado iluminar el camino del progreso, siempre ha estado presente la Santa Madre Iglesia para impedirlo, utilizando los métodos que tenía a su disposición, que has sido muchos. 

En el Siglo XIX se intentó con las Cortes de Cádiz, que con la perspectiva de hoy puede considerase muy retrógrada, pero fue el primer paso para avanzar en la modernidad. La Iglesia hizo lo posible para que aquella Constitución no avanzara. 

Lo que se considera la lucha por la independencia contra la invasión napoleónica, en realidad, estuvo dirigida por la Iglesia, por frailes y curas y en manos de la aristocracia que impidieron que España entrara, una vez más, en la modernidad. Después llegó el felón Fernando VII, con el que España volvía a retroceder en la Historia, con el beneplácito de la Iglesia, propiciando aquel horirible  "vivan la caenas" con el que tan orgullosa se sentía la Iglesia y las castas dominantes.


Después, ya en el siglo XX, cuando por razones geográficas de una Europa cambiante y porque la historia avanza muy a pesar de los que colocan palos en sus ruedas, se volvió a intentar con la segunda República, cuando una parte de la burguesía española quiso recuperar el tiempo y hacer lo que debía haber hecho sesenta años antes: llevar a cabo su revolución y modernizar España, incluso en su propio provecho como clase, que indudablemente ayudaba a la toma de conciencia del resto de las clases sociales. Pero eso era demasiado para los que mantenían en sus manos las tinieblas de Trento. E hicieron lo que todos sabemos: confabularse con la España negra y caduca, dar un golpe de Estado y devolverla a los abismos del oscurantismo. Trento volvía a triunfar extendiendo su negro manto sobre la sociedad Española.


Hoy, a pesar de lo difícil que resulta avanzar para que realmente se haga la luz definitiva, que ahogue esas tinieblas de Trento, y se siga soportando las ingerencias de los que, como Ratzinger, quisieran devolvernos una vez más a la Edad Media, lugar natural, cómoda de la jerarquía de la Iglesia católica, que no de sus bases, que eso es otra cosa, parece que algo se ha avanzado. Ayer en Barcelona, el jefe de la Iglesia ya no fue recibido con el fanatismo  y la entrega demencial de otros lugares y de otros tiempos. Aparte de que hubo contestación a alguno de los desvaríos verbales de alto jerarca eclasiástico,  de ahora y de siempres, perdiendo las formas  de respeto que merece todo país que visita.


Las calles de Barcelona estaban mucho más vacías–  viendo el "cortejo real" insultante–, de lo que estuvieron en otras ocasiones, y que los mismos promotores del viaje esperaban. Y eso que contaron con la lacayuna colaboración de las instituciones, como el Ayuntamineto y la Generalitat, supuestamente laicos y hasta socialistas; lo que es mucho más valiosa la respuesta de los ciudadanos catalanes, que no solamente hemos tenido que luchar  por el laicismo, contra la vergonzosa sumisión de los medios de manipulación, sino contra los propios políticos que   reman a favor de una Iglesia que sigue en  "las tinieblas de Trento", cuando debieran hacer lo contrario para ser coherente con lo que dicen ser.


U. Plaza