lunes, 23 de mayo de 2011

DEL SILENCIO DE AYER AL LAMENTO DE HOY

Como era de esperar,  ahora, a toro pasado, cuando el desastre ya no son augurios de la encuestas, sino real, todos los dirigentes del partido socialista salen en tromba para lamentarse de lo que todos veíamos  y ellos no querían ver: que la política  del gobierno de Zapatero los llevaba al desastre. 

Pero ninguno de ellos formuló la menor crítica a lo que estaba pasando y, una  y otra vez, cada vez que se reunía el Comité Federal, mostraban la mejor su sonrisa a las cámaras de televisión, y escenificaban "una unidad inquebrantable y de apoyo al presidente y a las decisiones tomadas por el gobierno", afirmando que su líder "era la mejor activo del partido". Todos sabían que era falso, pero la  falta de democracia que se ha instalado en los partidos–que proyectan a la sociedad–hace que las críticas que debieran ser la  esencia de toda organización viva, de todo cuerpo social, no existiera. Lo que mejor funciona para el arribista que tiene como objetivo, no servir al pueblo durante un tiempo dedicándose, como se entiende en sentido clásico, a la política,  de forma altruista, sino hacer carrera permanente,  ser funcionario de partido o acceder a un cargo  de por vida,  o casi, labrándose una jubilación llena de privilegios, convirtiéndose el partido en un mastodonte, más como agencia de colocación de unos cuantos que otra cosa. 

Nadie entre los dirigentes que ahora se lamentan, más por la perdida de privilegios que por otra cosa, hizo ninguna crítica como debió,  ni consideró que las medidas de agresión, de la rebaja de las pensiones, era un grave  error. Porque era un hachazo en la propia espinal dorsal de uno de sus graneros de votos del partido. Y permitió que la demagogia del PP, con sus grandes medios de manipulación, pudiera alzarse como "el defensor de los pensionistas". Esta sola decisión de Zapatero–que repito todos apoyaron– es una obra maestra de la estupidez de un político, socialista, que se acerca al abismo, y presume de que dará un paso adelante; y como diría un castizo, no se le ocurre ni al que asó la manteca.

Pero es que han habido otras muchas otras como la congelación los sueldos de trabajadores funcionarios y de todos aquellos que dependen de la administración, aunque no lo fueran.  Y un sin fin de "medidas" que sólo favorecían a las rentas altas. Porque ni se les pasó por la cabeza  que los ricos, cada vez más ricos, pagaran la crisis  que ellos habían provocado. Todo lo contrario, salieron reforzados, y expulsando de sus viviendas a quienes por falta de trabajo no podían satisfacer las usuras de los bancos. Y Zapatero, que pudo utilizar el BOE para corregir semejante monstruosidad,    avaló los desahucios.  Sin mencionar los miles de millones que cada año les damos a la Iglesia, cada vez más favorecida por el PSOE,  no llevando a cabo una ley prometida de libertad religiosa, que pusiera a la religión donde debe, es decir, separada del Estado. Cuando esos favores  no les impide a la Iglesia, con Rouco a la cabeza, hacer política contra las decisiones del parlamento, como estamos hartos de ver ni decir el dinero que va a la Institución monárquica, único cargo que los españoles ni tenemos derecho a ocupar, ni de decidir quién lo ocupa.  Y qué decir la política errática que ha llevado a cabo el gobierno sin que los "barones" muy bien asentados en sus hasta ahora feudos, la cuestionaran. Ni siquiera por su interés como cargos regionales que se veían peligrar al considerarlos los ciudadanos cómplices de todo lo que el gobierno les recortaba.

El primer acto de esta debacle tuvo lugar en Cataluña,  protagonizado por el PSC de Montilla, que en lugar de consolidar su base electoral, se dedicó a emular al nacionalismo, con la estúpida idea de que quizás así lograría sus simpatías de charnego converso a la religión nacionalista. El resultado fue el previsto: los que eran nacionalistas, obviamente seguían siéndolo, y hasta lo atosigaron en aquel disparate de manifestación convocada por él contra el Tribunal Constitucional, sin darse cuenta de serían  otros los que lo rentabilizaban; y su base electoral, sumamente desconcertada, y cabreada, por la fe del converso Montilla, se quedo en casa. 

Zapatero también emuló, en este caso a la derecha–incluida la nacionalista, con sus disparatados acuerdos con ellos–y también, como estaba previsto, ha recibido su castigo de un electorado harto de que sólo sean "algo de izquierdas", cuando están en la oposición, y aplique las políticas de derechas.

Si durante el tiempo que lleva en el Gobierno hubiera elaborado una ley electoral democrática, quizá la derrota hubiera sido paliada por el reparto del espacio político entre aquellos partidos con los que hubiera sido posible pactar. Pero las actitudes antidemocráticas, aunque en un tiempo los favorezca, a la larga son negativas hasta para quienes las propician. Y en todo caso si no son plenamente democráticas las elecciones, porque se hacen trampas con los distritos electorales u otras martingalas, hay que cambiarlas. Que, como se sabe, es uno de los puntos que pide el Movimiento Democracia, Real Ya. Y un partido que se llama de izquierdas y hasta socialista, no puede mantener semejante injusticia.

Ahora,   lo que le cabe al partido socialista es una regeneración a fondo.  Regenerar la organización y que sea lo que se supone siempre  debió ser: un instrumento al servicio de la sociedad y no una oficina de colocación. Que aclare qué ideología lo sustenta si es que lo sustenta alguna, y que  las cosas queden claras. No es posible que en un partido que sigue ostentando, a mi juicio de forma impropia y oportunista, el nombre de socialista y obrero en sus siglas, habiten personajes que perfectamente caben el el PP, y según cual de ellos, incluso más a la derecha. Igual que en el PSC. Si lo que desean desbancar a Convergència, que lo diga. Y entonces los socialistas del PSC que recuperen el nombre de PSOE. O, si quiere seguir siendo socialista sin trampas, que todos aquellos que que se sienten nacionalistas, que se vayan al partido de la derecha de Pujol, como ha hecho el topo que tenían, y que quería ser alcalde de Barcelona, pero que no pudo resistir la tentación de "la vuelta a la casa convergente". Uno se fue, pero hay otros muchos que debieran hacer lo mismo

Ahora tendrán tiempo de reflexionar–aunque ni en sueños creemos que lo hagan– aquellos que han perdido la poltrona. pero sobre todo los miles de socialistas que hay en el partido, y los ciudadanos que les votan, que son víctimas del disparate. Es un buen momento para que los dirigentes se hagan la vieja pregunta: ¿De dónde vienen, como socialistas, pero, sobre todo,  adónde van. Si en que no hace tiempo que ya consideran que llegaron a su meta,  que no  vaya, más allí del escaño, la alcaldía o concejalía.

U. Plaza