lunes, 15 de junio de 2015

LA FALTA DE EDUCACIÓN, POR CABREO

Que la derecha española no ha sido nunca democrática, y sigue sin serlo, lo demuestra no solo en el estilo de gobernar, con sus leyes insolidarias y represivas, que favorecen a los poderosos, sino hasta con los gestos, algunos infantiles y gratuitos, que sólo le reporta un retrato público de sus profundas convicciones reaccionarias, y hasta en su falta de elegancia y educación.

Lo hemos visto con la “espantada” de Rita Barberá en Valencia, cuyos  genes autoritarios no soportaban tener que entregarle la vara de mando, el testigo, a su  sucesor, al que sin ninguna duda debe considerar un intruso, porque se cree llamada a dirigir la alcaldía hasta que ella y sólo ella tuviera a bien decidir hasta cuándo los valencianos se merecer que ella dirigiera el municipio.

Algo parecido, aunque con menos ostentación, pero con similar desprecio, ha hecho Teófila Martínez, alcaldesa de Cádiz con su sucesor, que tampoco ha usado en ello los mínimos gestos de dignidad, educación y civismo que debía al cargo que ha desempeñado durante dos décadas.

Tampoco ha sido elegante la salida del alcalde de Valladolid –tan “educado” con las mujeres, que como todos, le pagaban el sueldo–, que se empecinaba seguir en su puesto, aunque la justicia lo había puesto en el lugar que le correspondía.

Nada que ver, y hay que reconocerlo, aunque represente a la misma derecha expoliadora, la actitud de Trías en Barcelona con Ada Cola –otra cosa es el aventurero Artur Mas que no desaprovecha ocasión, venga o no a cuento, para vender su burra ciega de menguante cadáver político–. Lo que demuestra que puede haber una derecha civilizada, al menos en las formas, de la que queda muy lejos la actual gobernante del PP.

Pero ha sido el presidente del gobierno, el que se supone representa a todos los españoles sin excepción, el que por el cargo que ocupa ha dado la campanada con su falta de educación y su no saber estar;  lo que  explica la escasa pátina democrática, y la falta de elegantes formas a la hora de comportase, a pesar de que, como decimos, resulta gratuito por no servirle a él para nada y sí, como a su subordinados antes mencionados, servir como ejemplo de lo poco capaces que son a la hora de mostrar respeto a las formas democráticas, y de elegancia y de educación requeridas.

En campaña electoral, se suelen decir muchas cosas que están fuera de lugar, pero que todos asumen como propio de la misma. Pero una vez han sido elegidos los cargos, en buena lógica todos ellos merecen el mismo respeto y atención, y mucho más por el máximo mandatario. Y no, como ha hecho Rajoy, que ha tildado de antidemocráticas  y “peligrosas para la estabilidad” –se debe referir a la estabilidad  suya y a la de los poderosos por los que tanto ha hecho y sirve–, aquellas candidaturas que no le gustan. E incluso atacando a quienes pactando con esas candidaturas, en buena lid democrática, acusándolos de todos los males y “colaborar con los extremistas”; y no asumiendo que el mayor extremista ha sido él y su partido, que ha llevado a millones de españoles a extremos de inestabilidad social, inseguridad y pobreza inadmisibles en una sociedad democrática, al tiempo que los más ricos incrementaban sus niveles de riqueza. Eso es extremismo. Y del peor.

Que el presidente del gobierno se dirija sólo a los suyos para felicitarlos, puede hacerlo en una reunión a puerta cerrada de su partido, pero no como presidente del gobierno. Porque además, el dislate lo ha llevado a felicitar incluso a aquellos que han sido derrotados, según él por pactos raros con los "antisistema".  

No es talla política precisamente lo que abunda en este hombre; pero ha demostrado que tampoco, ni mucho menos, educación democrática. Siempre ha demostrado que el cargo de presidente era excesivo para él; aunque se haya tapado o disimulado con propaganda. Decir, habiendo tantos casos de corrupción que afectan a su partido, y que no ha hecho nada efectivo para destaparlos y solucionarlos, todo lo contrario, que se debe a “un defecto de comunicación”, y porque los casos salen en televisión y se hablan demasiado de ellos,  ya está todo dicho. 

Y cuando Rajoy podía haber salido airoso guardando las formas educadas, resulta que le brota la vena antidemocrática propia de la derecha, le da una patada al tablero, y ni siquiera protocolariamente se comporta. 


Ubaldo Plaza