sábado, 15 de noviembre de 2014

UN ABRAZO VALE MÁS QUE MIL PALABRAS


   Cuando hace dos años los de la CUP lograron entrar en el parlamento catalán, muchos, que aun estando ideológicamente en las antípodas de los que decían defender, en cuanto a cuestiones sociales, lo consideraron positivo. Por primera vez –se decía– una mosca cojonera iba a romper ese baile de amiguetes que constituye la política catalana. Casi todos con el mismos discurso monocorde de fondo,  que no pone en cuestión nada que no esté previsto en el guión marcado por el régimen. Todo lo contrario: hacen la representación del papel que les toca, e inmediatamente sus afinidades patrioteras vuelven al encajar. Unos con mayores tintes reaccionarios; otros para justificar su existencia, con algún grito de falsa protesta sobre la situación social.  Renunciando  de hecho a combatirla, dedicándose por entero a lo que mueve sus afinidades: la cosa reaccionaria identitaria y el "derecho a decidir". Abandonando a millones de personas de las clases populares, que los han puesto donde están con sus votos, que no tienen la oportunidad de decidir nada, contrariamente a los que lo han decidido y lo deciden todo, contra esas clases populares.

    Poco duraron las expectativas de los cupidos de las sandalias y la camisetas –única "innovación" parlamentaria aportada por ellos–. En la primera exhibición del representante de la CUP quedó todo meridianamente claro.  En lugar de hacer un discurso reivindicativo y "rompedor" con el régimen de expolio que la derecha catalana estaba llevando a cabo –y está, ahora con la ayuda de la extrema derecha de ERC– en los servicios sociales fundamentales, nuestro flamante diputado David Fernández, se ofreció al que en teoría debía ser su mayor enemigo político, a acompañarlo en aquellos propósitos en los que está embarcado el jefe de la derecha catalana. Y lo hizo de tal manera que  provocó sonrojo y eso que llaman vergüenza ajena. Incluso entre aquellos que nunca tuvieron intención de votarle, por el bochornoso espectáculo servil, del de la camiseta y las sandalias, para con el que no debía haber pasado de vendedor de camisas y corbatas del Corte Inglés, el aventurero de la derecha, Artur Mas !Qué tierno encuentro! Un "antisistema"  de indumentaria con otro que se carga el sistema sanitario y el patrimonio publicó para hacer negocios privados. 

  Y hasta en un alarde, suponemos que incontrolado, por el momento cumbre que los dioses le habían otorgado de tener contacto con el gran jefe supremo de la cosa, reconociéndose inferior y acomplejado –amontillado–, se mostró sumiso acompañante del jefe; y casi pidiendo perdón por sus orígenes: "soc un català de Zamora" (Soy un catalán de Zamora); como diciendo, "no soy auténtico catalán, pero haré lo posible por complacer a los verdaderos catalanes, para ganarme el  favor de ser admitido, aunque sea como actor secundario o como mayordomo; no os defraudare, pero dejarme que asista a vuestras orgías aunque sea para servir las copas".  Lo que no coincide con el supuesto pensamiento que van vendiendo a incautos, no ya de la izquierda, sino simplemente de gente con sentido común democrático.

   Pero si había alguna duda de la entrega del "catalán de Zamora" a los intereses del frustrado vendedor de El Corte Inglés –¡lo que hemos perdido los catalanes en esta frustración!– pudimos volver a abochornarnos ante aquel abrazo en el que se fundieron ambos personajes, celebrando que una cuarta parte del cuerpo electoral –según las propias cifras controladas por entregados incondicionales a la causa del talibanismo patriotero, había dicho sí a los deseos de la derecha catalana sobre la independencia. Los que no se sintieron interesados en la aventura decimonónica de esta burguesía de campanario, más del triple, no cuentan. De eso se encargan los goebbelsianos medios de manipulación subvencionados con dinero público, sin que los poderes públicos se preocupen de semejante despilfarro, al tiempo que se cierran camas de hospitales y se deja de pagar a las farmacias. 

   Sesudos tratados políticos y hasta antropológicos, no hubieran sido tan clarificadores de las verdaderas intenciones ideológicas y políticas de ambos actores.  Un abrazo entre el jefe de la derecha que nos empobrece día a día Mas, y un supuesto izquierdista de salón lo dejó todo muy claro. Un abrazo vale más que mil palabras. ¡Enhorabuena! Ahora a ganarse la confianza como presidente de la comisión sobre el estafador ex honorable. No es extraña la elección.

Ubaldo Plaza