lunes, 6 de febrero de 2012

PSC: O SOCIALISTAS, O NACIONALISTAS.


El PSC, esa cosa imposible inventada en los ditirambos de las loas al nacionalismo en los primeros años de la llamada transición, y para la  preservación de los intereses de la burguesía, en oscuras conversaciones entre sus relevantes personajes, que se etiquetaron de socialistas para copar el pastel electoral por la misma clase social, carece ya de sentido su existencia. Ni siquiera se alcanzó en ningún momento el deseo del reparto de cromos de la alternancia, y cuando lo hizo fue con la necesaria ayuda de los  dos partidos nacionalistas del panorama político–ERC e ICV–, y con movimientos y juegos de encaje de bolillos, que lo llevó al desastre por querer aparecer emulando al más trasnochado de los delirios identitarios. 

Nunca, en el sentido estricto, en tanto que PSC, pudo ganar unas elecciones, porque el ciudadano al que supuestamente se decía representar, no los tomaba en serio en las elecciones catalanas; siempre, ese ciudadano trabajador y de izquierdas, mayoritariamente consideraba que esas elecciones catalanas, no iban con él, porque sus dirigentes nacionalistas, se empeñaban continuamente en mostrar sus diferencias con el PSOE, al que sin embargo pedían ayuda en las elecciones, trayendo a sus dirigentes más representativos, pero que no colaba, para el votante medio,  aquello seguía sin ir con él. 

Sin embargo, y eso se ha demostrado hasta la saciedad, todas las elecciones  generales las ganaba por goleada–pemítaseme el  símil fotbolístico– porque en realidad al que verdaderamente votaban los ciudadanos en las generales, que se quedaban en casa en las catalanas, era al PSOE, no al PSC que se ufanaba de ser "otro partido diferente", según sus dirigentes, o algunos de ellos.

Pero ya se sabe, "cuando los hombres quieren suicidarse, los dioses los vuelven locos". Y en las dos últimas legislaturas en las que el PSC estuvo en el gobierno catalán, pero en particular la última, con Montilla a la cabeza, hizo todo lo posible para remar contra los intereses de esa masa de votantes que podía haber consolidado, pero que dilapidó, con políticas que ni siquiera los jefes de la derecha catalana se atrevieron a aplicar en toda su extensión, en sentido identitario y nacionalista–multas lingüística, imposiciones y otros desvaríos–, olvidándose, si alguna vez lo contemplaron, de que su cometido debiera haber tenido mayor contenido de clase, propio de la izquierda que nacional, más identificado de una derecha alicorta e insolidaria como CiU, que utiliza semejante discurso, que tampoco cree, para sus intereses políticos.

Sin embargo, tras el desastre en las elecciones catalanas, en lugar de reflexionar en sentido positivo y de rectificación, se multiplicaron las voces del sector nacionalista–en decir el más de derechas–, con declaraciones de soberanía con respecto al PSOE. Lo que hizo que por primera vez perdieran unas elecciones generales en Cataluña. Cierto que a esta situación local le ayudó ¡y de qué manera! las políticas neoliberales y lacayunas del Zapatero, que, pudiendo haber hecho otras más progresistas, como subida de impuestos a las grandes fortunas, prefirió no molestarlas, e hincar el diente sobre los más débiles. Ni al que asó la manteca, como diría el castizo, se le ocurre congelar las pensiones y bajar los sueldos de los funcionarios, meses antes de unas lecciones. 

Pero no era suficiente semejante deriva para recibir el varapalo, en forma de indiferencia, quedándose en casa, de sus votantes que recibió en Cataluña el PSC, de haber rectificado a tiempo. 

Porque no hay que olvidarse de que la derecha en Cataluña–también en el resto de España–no  ganó las elecciones, las  perdió el parido socialista. Basta ver los números. La derecha catalana de CiU ha recibido el 22% de los votos, incluso por debajo del porcentaje "histórico" que estaba en torno al 25%. Y en las generales ni llega a eso, aunque se haya vendido la burra ciega como que CiU ha logrado un gran triunfo al sobrepasar al PSC por primera vez. 

Pero es que, además, tras el cataclismo seguido de las tres consultas electorales: catalanas, municipales y  generales, en lugar de plantearse el futuro como una catarsis de humildad, y comprender que el PSC ha de ser, con todos los variantes locales que sean necesarios, parte integrante del PSOE, en su congreso más bien aparecieron de nuevo las voces de independencia con respecto a éste; hasta tal punto que fue aprobado, aunque quedó en suspenso hasta ver los resultados del congreso del PSOE, a las que la perdedora de las elecciones se presentaban, aunque no fuera suya solamente la responsabilidad. 

Pensamos que, desde el punto  de mira de hoy, el malabarismo  de aquella derecha que se inventó el PSC en las prostrimerías de la dictadura, por las razones antes expuestas, ya ha llegado a su fin por agotamiento. Y que si de verdad quiere recuperar su electorado, no sólo para las elecciones generales, que eso lo hará el PSOE, sino aparecer ante los ciudadanos de izquierdas como socialistas o socialdemócratas, a la par que todo el partido–"decir en todas partes lo mismo", como ha dicho Rubalcaba, aunque está por ver que lo cumpla–, lo que debe hacer es no pretender competir con la derecha catalana–más incivilizada,  salvaje y depredadora que nunca, como estamos viendo con el saqueo a los servicios públicos, y alejarse de los saqueadores con pretendidas "políticas  responsables", que sólo ayudan a que el objetivo depredador de CiU y la derecha en general, se consolide. 

El PSC ha de dejar claro que no hay en su seno otro discurso que no sea el socialista o socialdemócrata, al tiempo que debe contemplar la importancia de los movimientos sociales de protesta contra la actual situación, en particular el Movimiento 15-M. De lo contrario perdurará en el tiempo el pecado original de un discurso a tiempo imitado, según convenga: de izquierdas cuando se acercan las elecciones, y de derecha, es decir nacionalistas y emulando a CiU, en el resto del tiempo. Esas políticas han servido a lo largo de los años para que el objetivo de los inventores de la cosa se lograra: que la burguesía mantuviera el poder como así ha sido.

Pero una vez otras fuerzas deciden en el partido, y la base social está determinada, le es necesario romper con el pasado y dirigirse a los únicos que pueden recuperarlo: los trabajadores y las clases populares. De lo contrario, tal vez sirva el partido como instrumento de colocación y ego de algunos, pero desde luego no como medio de modificar el sentido de la política de forma progresista. O se es socialista, o se va a remolque de los que, estando en el mismo partido mejor cabrían en el  de la derecha catalana. Y  cualquiera que lo conozca mínimamente, le vienen a la memoria los nombres de verdadero escándalo, vista sus actuación en el mundo de las finanzas. Alguno de estos convergentes camuflados, previendo el cataclismo,  puso sus armas a buen recaudo y regresó, por decirlo de alguna forma, a la "casa madre".

U. Plaza