martes, 20 de diciembre de 2011

EL TONGO



Todo cuanto ha sucedido en la puesta en escena de la elección de Mariano Rajoy como presidente el gobierno, ha sido muy previsible. Tan previsible y sin  la más mínima garra. El debate ha transcurrido con toda la carga de aburrimiento que tiene el saber el resultado de la película que ya hemos visto otras veces; porque tanto indios como soldados de caballería, en realidad están en el mismo bando, una vez acabado el rodaje.

Me ha llamado la atención, a parte de otras consideraciones y detalles sobre algunos diputados nuevos en la Cámara, que ha aumentado el pluralismo, el hecho de que por primera vez en mucho tiempo los partidos-chantaje de la derecha periférica–CiU, PNV y CC, y en cierto modo también ERC–, no puedan condicionar las decisiones  del gobierno en provecho de sus castas particulares.

Pero lo que realmente me me ha llamado la atención es el descaro con el que se ha puesto en escena el tongo entre Alfredo Pérez Rubalcaba y el candidato a la presidencia del gobierno, Rajoy.  Ni siquiera han guardado las forma teatrales en el sentido de que, siendo ambos partidos de la misma astilla, del mismo árbol político, porque  defienden los mismos objetivos e intereses de la derecha más salvaje–ahí está la política de Zapatero de los  últimos años–, a Rubalcaba no se le haya ocurrido otro discurso que el de rendir sus armas al Cid ganador, sin siquiera intentar combatir, mas que fuera para intentar recuperar su maltrecho electorado.  

Aquello era como asistir a uno de esos tongos, combates de boxeo amañados en el que el aspirante está seguro de su triunfo, y el otro, para el que lo importante es cubrir el expediente, sin otros ánimos u objetivos.  Y sobre todo eso que cínicamente llaman los políticos, las formas, que no es más que la culminación del engaño, el tongo al ciudadano que se pregunta anonadado, de qué ha servido su voto. 

Todo estaba previsto; porque ya Rubalcaba  había anunciado eso tan usado de, haremos una oposición responsable; lo que es para ponerse a temblar, porque significa que se podrán de acuerdo para hacer cualquier manejo contra el ciudadano, tal como lo vienen haciendo apoyándose mutuamente, como hemos visto con el cambio de la Constitución, si los mercados, es decir, los que nos han llevado a esta catástrofe, se lo piden, aunque eso signifique dejar sin coberturas sociales a los ciudadanos, porque "hay que rescatar a las entidades financieras". Y eso es antes que la salud ciudadana, antes que la enseñanza pública, antes que atender a las personas mayores. Y además, en ese río revuelto de reparto de dinero público para los culpables del desastre, habrá negocio para algunos, con las privatizaciones. 

Mal empieza la travesía del desierto del PSOE, si los militantes no toman conciencia de que, para ese viaje pocas alforjas son menester. 

U. Plaza