jueves, 17 de marzo de 2011

DIGNO DEL GRAN GILA


Señor de la taifa andalusí

Por el hecho de que nos tengan acostumbrados al esperpento y al ridículo constantemente, no dejar de sorprendernos. Si no fuera porque  todos sus devaneos y caprichos nos salen carísimos porque los tenemos que pagar los ciudadanos, sería para tomárselo a broma, como relatos ideados por nuestro Gran Gila, para gozo y disfrute de todos en reuniones de amigos.
Cacique del señorío de Mérida

Que la cosa más natural del mundo, que todos pueden entender sin demasiados esfuerzos mentales –incluso los políticos por el poco esfuerzo mental que requiere, aunque parece que son incapaces de llegar ni a entender eso–, de que el agua de los ríos, como la lluvia, el viento o el sol que nos alumbra –y debieran ser muchas cosas más como la Enseñanza y la Sanidad, y algunas privatizadas–, son patrimonio de todos las personas y comunidades, y tenga que dilucidarse  ante un tribunal, parece de chiste, y constituye el hazmerreír de cualquier observador que no sea español anestesiado de tontura cantonalista y desconozca los  disparates de que somos capaces en este reino de taifas de competencia multiplicadas.
Cacique del Reino de León

La aberración alimentada por dos caciquillos de sendos feudos–además, aparentemente de la misma tribu en este caso, aunque en esas cuestiones se apuntan todos los aspirantes a jefes, o de algún trozo del feudo–de disputarse las aguas, en un mismo país,  en lugar de tratar de racionalizar su uso, es propio de luchas medievales por controlar sus parcelas de poder de sus feudos. En un país con un mínimo de sentido común, cuando alguien propusiera  semejante dislate, la carcajada hubiera llegado allende los Pirineos, en lugar de que dicha risotada nos llegue a la inversa de los ciudadanos europeos al observar nuestra demencial manera de encarar la cosa pública. Sin embargo aquí las peleas y los intereses de  los caciques en sus señoríos, los tienen que decir los tribunales, como si no tuvieran otra cosa que hacer con el atasco que tienen.  Sin embargo, aún seguimos–siguen los interesados–afirmando que somos no sabemos ya qué número de potencia del mundo, además de los más Uropeos. 

Mientras tanto ¿los niveles de trinque, fraude de las pensiones, gürteriadas trajeadas, millerazós palaciegos musicales, pretorias, palmarenas, entre otrar? Bien, eso sí gozan de buena salud. 

U. Plaza