martes, 11 de octubre de 2011

NOS ARRASTRAN AL PASADO


En España las clases dominantes siempre han ido siglos detrás del tiempo que les correspondía. El apego a sus privilegios parasitarios siempre han estado por encima de los intereses del país, incluso a sabiendas de que con esa actitud, a la larga, era negativo para  esas mismas clases, que de esta manera perdían el tren de la Historia. 

Siempre han preferido saborear su cómodo presente a apostar por el futuro; nunca han sido capaces desembarazarse de la pesada rémora de báculo, al que han tenido como aliado para mantener a las masas en la mayor ignorancia posible. Incluso ni cuando parecía que se daba un paso en dirección a la modernidad apostaron por ésta.  Han sido incapaces de colocar a la Iglesia católica–freno de todo desarrollo a través de los siglos– en el sitio que le correspondía, y ésta mantuvo sus privilegios, como sucedió tras la llamada transición, cuando la mayor colaboradora de la dictadura salió indemne de ella, cuando no aumentados; más, con el apoyo de aquellos que debieran haber sido los primeros en exigir la laicidad del Estado. Y si entonces eso no fue posible por estar aún en alto la espada de la dictadura en manos de los herederos del dictador, sí debía haberse hecho durante las más de tres décadas transcurridas. También esos supuestos modernos demócratas han preferido unirse al freno social. El último gobierno  socialista, incumplió, entre otros muchos, su promesa de una ley de libertad religiosa que avanzara en la buena dirección.

Durante la larga noche catolico-fascista, por la que las clases dominantes apostaron, derribando la República y provocando la guerra, España estuvo sumida, en cuanto al pensamiento, en la oscura Edad Media. La inmensa mayoría de la gente ilustrada, nuestros intelectuales, artista y científicos, tuvo que huir para escapar de la barbarie de la dictadura de los militares, falangistas y báculos que infestaban el país de intolerancia y represión. 

 Los agobios de la dictadura,  para paliar el creciente paro,  hizo  que se iniciara la exportación de mano de obra hacia los países de la Europa que se desarrollaban a pasos agigantados tras la devastación de la S. Guerra Mundial. Aquella mano de obra, mayoritariamente sin cualificar, procedente del campo, supuso un alivio para la dictadura que le permitió enmascarar el paro.  

Nuestra mano de obra participó en el desarrollo de esos países de Europa, cuando debiera haberlo hecho para desarrollar el propio, uno de los más atrasados en todos los sentidos. Pero le era más cómodo al sistema, a la dictadura, a la misma clase dirigente de ahora, no lo olvidemos, recibir las cuantiosas remesas en divisas exportando modernos esclavos, que apostar por un desarrollo propio.

Las cosas no han cambiado mucho tras el señuelo de modernismo tras la dictadura;  hemos sido capaces de crear la juventud más preparada de toda la historia de España, salvando un siglo de oscurantismo en unas pocas décadas. Pero como antes, esa juventud se encuentra con que todo ha sido un engaño como lo fue la transición para los que la vivimos, y se le niega su recompensa al esfuerzo del estudio; se le niega su derecho al futuro. Las clases dominantes, como sucediera ayer, que dejaron que lo mejor de nuestros pensadores  huyera de su país para no perecer bajo el hacha de la dictadura, o silenciados por la intolerancia religiosa. 

Hoy, Como antaño, miles de jóvenes se ven forzados a marcharse fuera para que sean reconocidos sus méritos, ante la vacuidad  de una clase dirigente mediocre y corrupta, que no ofrece a los jóvenes –muchos de ellos con varias carreras universitarias y técnicas de primer orden–, otra alternativa que la de trabajar, en el mejor de los casos, en trabajos muy inferiores a su capacidad y por sueldos de miseria que coartan su desarrollo como persona, que lo frustran,  y que le impide independizarse y dejar de depender de sus padres cuando ya pasan la barrera de los 35 años y más. Eso si no son parte de ese 45% de jóvenes en paro. 

Una vez más, nuestras fuerzas productivas, nuestros trabajadores y nuestra intelectualidad, nuestra ciencia –de la que, de vez en cuando, hipócritamente, la clase dirigente elogia, cuando salta a la fama alguno en el extranjero –, irán a engrosar las filas de los que ayudarán al desarrollo de otros países, en detrimento del propio por falta de oportunidades. Una vez más la clase dirigente y sus mediocres servidores políticos con poder en las instituciones copadas por ellos, prefieren el cómodo presente parasitarios de unos cuantos, muy bien remunerados y corruptos, a apostar por un futuro donde quepan todos. 

Una vez más prefieren apropiarse de todo lo público, para enriquecerse unos cuantos–como estamos viendo con la Sanidad y la Enseñanza Públicas– sin escrúpulos ni principios que los frene en su expolio, que apostar por un futuro colectivo, de libertad,  y de ilusión. La Clase dirigente con la ayuda valiosa  de sus servidores, los políticos con poder antidemocrático, por ser antidemocrática la ley electoral, entre otras muchas cosas, apuestan por volver al pasado. Por liquidar derechos conquistados con mucha sangre derramada, mucha tortura y cárcel. Por  su comodidad presente.

U. Plaza