viernes, 12 de noviembre de 2010

TODOS A LA PISTA


Empezó el circo. Bueno en realidad el circo lleva muchos años en Cataluña, en la Cataluña oficial, entre la llamada clase política, absolutamente alejada de la Cataluña normal, la real, la que sufre sus consecuencia.

Lo que ha empezado es la carrera por asegurarse unos asientos para sus posaderas, que les garanticen cuatro años más  de privilegios, sueldos escandalosos, coches oficiales, y otras pequeñeces, e imponerle a los ciudadanos lo que ellos no cumplen: una escuela a la que los hijos de los más destacados prebostes, no van, porque ellos sí que quieren una escuela de calidad máxima para sus hijos.

Sí, es un circo con todos los ingredientes del mismo, pero sin una pizca de gracia para los ciudadanos que tenemos que abonar todos sus dislates, malas actuaciones y alguna caída más o menos millerada, o pretoriana.

Porque en él, en el circo del no tan tranquilo estanque catalán, acuden a la pista de exhibición, con la intención de hacerse con el público, del que esperan se haya olvidado de que estuvieron gestionando los negocios del mismo durante 23 años, y que lo consideraron como una finca particular, como lo hiciera aquel sujeto de triste memoria con España. Pero dicen que vienen a renovar. Ni mencionan nada de que dentro de la sinrazón hay muchos payasos que le han ayudado, con dinero del emblemático Palau de la Música; y  que con un mínimo que la gente recordara lo que significaron actuaciones pasadas del reinado del cacique del invento, bastaría para que se quedaran con el culo al aire.

También acuden a la pista, como los otros, intentando que la gente pase un tupido velo al hecho de que el nacionalista de Iznájar, más papista que el papa, o más nacionalista que los nacionalistas, se olviden del detalle de que se ha pasado cuatro años ejerciendo de punta de lanza de la sinrazón patriotera, emulando a los anteriores, cuando no sobrepasándolos, para hacerse simpático a los que nunca lo votarán;  incluso convocando una manifestación  que tuvo tintes fascistoides, y que el mismo president, salió escaldado y agredido  por estos sujetos tan patrioteros. La cría de cuervos suele ser dañina. 

Y ahora, unas semanas antes de las elecciones, caigan en la cuenta de que la inmensa mayoría de sus votantes son de los que en definitiva ha ninguneado por hacerse simpático al talibanismo de la derecha catalana. Y a corre cuita intentan recomponer el entuerto; y volviendo a decir que son socialistas. Pero su público, ante tanto travestismo, parece que prefiere quedarse en casa y no acudir al reestreno de la nueva temporada. Veremos si acaban por convencerlos, y sobre todo, si en caso afirmativo, el día 29 se vuelve a poner el traje nacionalista que ha llevado los últimos cuatro años, y que es el motivo del desastre que se le viene encima.

Y qué decir de los otros artistas, esos aventureros que sin el menor sentido de la realidad, hablan de independecia en una Europa sin fronteras, y sueñan con con la vuelta a la Edad Media, que no otra cosa es ese constante virar la vista hacia leyes y formas de organización territorial, como las vegueríes, que datan  del siglo IX, y que son obsoletas hace muchos años, siglos ya. Ellos lo saben, pero en realidad lo que hacen es, como los demás por otra parte, asegurae sus posaderas en los escaños, y los privilegios que no tendrían si se dedicaran a sus trabajos, suponiendo que los tuvieran.

Otro tanto se puede decir del resto de la tribu, y sin duda de los que intentan ponernos "verdes", cuando antes dejaron de ser rojos–bueno, ellos nunca lo fueron–; en realidad fueron los que liquidaron al PSUC, y llevan tiempo usufructuando la lucha de aquellos. Hasta tal punto que nada reconoce en el nuevo tinglado verdusco a lo que fue la lucha de aquel partido de obreros, y emigrantes, en la mayoría de su  composición. 

Y los nuevos defensores de los débiles, el PP, esos que ahora le echan la culpa de todo a los más pobres, el de la señora de la boquita de piñón, con esa agresividad verbal que la caracteriza, trata de pescar en este río revuelto, con un cierto lepenismo,  con los instintos más bajos posibles, que cuando las cosas van mal dadas afloran con tanta facilidad y que la extrema derecha trata de rentabilizar. 

Es decir, un circo con leones, tiburones,  saltimbanquis, travestis y sobre todo, y por encima de todo, ilusionistas. Esos maestros de la mentira, pero que nos hacen ver lo que no es y que  el público aplaude a rabiar, a pesar de que sabe que todo es falso, que lo están engañando con trucos malos y repetidos durante décadas; pero que sigue aceptandolo como un mal sin remedio. Bastaría que los espectadores, en plena actuación les dijeran que esos trucos ya los han hecho, que son muy viejos y malos, y que ya no los divierten,  que sólo responden al deseo de mantener sus privilegios., de mantener la carpa en pie contra toda lógica. Y que el público  abandonara la carpa con un ruidoso abucheo. O bien darse cuenta que hay que buscar nuevos artistas que dignifiquen la  profesión.

U. Plaza