domingo, 30 de septiembre de 2012

HIPOTÉTICOS VISITANTES EXTRATERRESTRES


  Si unos extraterrestres aterrizaran en la Tierra,  concretamente en España, y quisieran conocernos, empezarían por saber de qué vivimos y cuáles son nuestras fuentes de riqueza para lograrlo. Y con lo primero que se encontrarían sería con la sorpresa de ver cómo una ínfima minoría de los habitantes de la Tierra lo posee casi todo, mientras la inmensa mayoría no posee casi nada. Y que todos los medios de producción de riquezas estaban en unas pocas manos. Seguro que sería algo que una civilización avanzada como la que le podemos suponer a quienes fueran capaces de llegar a nosotros desde remotos mundos, no comprenderían.

 Sin ninguna duda pensarían que éramos un pueblo muy primitivo, arcaico, ya que ellos considerarían que esas formas de producción en manos de unos pocos, las dejaron ellos atrás hace milenios, a la que llamaban esclavitud en diversas formas. Pero no acabaría de encajar en sus desarrollados cerebros tampoco esta explicación, que tal sociedad esclavista persistiera, paralelamente con la apariencia de cierto  grado de desarrollo técnico y científico, como al parecer por lo que veían, disfrutábamos.   

  Así que, para averiguarlo, nuestros visitantes extraterrestres, se adentrarían más y más en analizar muchas de las razones que tal atrofia social lo hacía posible. Hasta que se dieran cuenta de que en realidad en una aparente sociedad abundante, y que debiera ser democrática,  subyacía una dictadura de unos pocos contra la inmensa mayoría. Y que por la fuerza les imponían sus deseos, como en todas las dictaduras. Y que la mayoría no contaba para nada, más que en apariencia. Seríamos, pensarían, una sociedad muy, muy atrasada, en realidad.

  Pero llegado hasta aquí, habrían averiguado los efectos, pero no los motivos por los que unos pocos dominaban a muchos millones sin que la mayoría esclava se rebelara para que la distribución de las riquezas fueran equitativas. 

   Entonces se darían cuenta de que tendrían que seguir investigando tal anomalía, si de verdad querían tener una visión real de que pasaba en este extraño Planeta, donde unos pocos lograban que la mayoría se dejara esclavizar, sin apenas hacer nada para impedirlo.

  Entonces fue cuando se enteraron de los mecanismos de manipulación que la minoría usaba para mantener a la gente enajenada; y durante mucho tiempo hasta contenta de ser esclava, por ciertas aparentes mejoras, que en realidad eran señuelos. Y sabrían que esos mecanismos eran múltiples, desde inventarse dioses que les prometían futuros eternos tras la muerte; sueños de estar en el mejor de los mundos; y hasta para que se creyeran que vivían en una democracia–es decir donde todos los habitantes sean iguales en derechos–haciéndoles votar para elegir a sus representantes, una vez de tanto en tanto, como la farsa mejor elaborada, que cualquiera que analizara, descubriría sin demasiado esfuerzo: estaba a la vista el mecanismo de engaño, pues las promesas no se cumplían. 

 Pero, aun así, seguirían sin entender nuestros empecinados extraterrestres, cómo era posible de que, a pesar de todo esto, los habitantes del Planeta Tierra no se percataran de la evidencia, de que todo era mentira: de que no sólo no eran todos iguales en derechos, aunque así lo proclamaran la leyes, sino que estaban alejados  años luz, los pocos que más tenían, de la mayoría que no tenían nada. Y les seguiría extrañando que no se rebelaran ante tanto despropósito, que sus mentes avanzadas eran incapaces de procesar razonablemente.  Sólo seres irracionales aceptaría aquella imposición.

  Y así llegarían a saber que sí había gente que trataba de que tal aberración de la sociedad se normalizara, se democratizara. Pero era una minoría la que luchaba. Una minoría con capacidad mental de desprenderse del yugo de esclavo al que estaba uncido al ubio  de la esclavitud. Y se preguntarían: ¿Por qué no hacen todos lo mismo? ¿Por qué no deciden que no quieren ser esclavos, siendo como son la inmensa mayoría, y pueden imponerse?

   Ante la imposibilidad de darse a sí mismos una respuesta satisfactoria por semejante incongruencia, de que la mayoría aceptara ser esclavos sin hacer nada, nuestros visitantes se toparon con la respuesta: la minoría que lo poseía todo lo lograba por medio de la manipulación y de la represión. Y que esos mecanismos eran contundentes y tenían la misión de atemorizar a la gente, cuando no aterrorizarla para que no hiciera nada para liberarse. Y que la minoría tenía un arcaico sistema legislativo y judicial, que convertía a unos ciudadanos, a los que protestaban más allá de lo que los poderosos deseaban, para poder decir que había democracia, en delincuentes y enemigos de la sociedad, criminalizando a lo más valioso y generoso de la misma, que luchaba por el bien de  todos, o de la mayoría. 

   Y porque tenían un sistema policial a su servicio que era mucho más contundente, y dispuesto a defender la situación de desigualdad e injusticia existente. Entonces, nuestros visitantes extraterrestres empezarían a comprender el resultado de tan atípica e injusta sociedad:  lograban  esclavizar a la mayoría porque a la gente se le metía el miedo en el cuerpo por tantas y variadas formas, la más visible y siempre presente, era la policial, cuando decidían juntarse para protestar.

   Pero, a pesar de todo, nuestros visitantes seguían insatisfechos por lo que habían averiguado en tan laboriosas investigaciones, sin que los habitantes del Planeta Tierra, en España,  se dieran cuenta de nada. Habríamos sido observados con extraño escepticismo. Porque no podían entender de dónde sacaba esa minoría tantas personas dispuestas a ejercer de represores, contra  mayoría. Y se preguntarían si es que la avanzada técnica les proporcionaba robots, máquinas sin poder para razonar, sin "alma", que hicieran de represores de forma maquinal, instrumentos automáticamente activados contra la mayoría esclava que protestara. 

De otra forma no se entenderían, ya que la minoría, la que poseía el poder real no se iba a dedicar a reprimir personalmente; estos estaban para disfrutar de las ventajas y privilegios de ser los esclavistas poderosos, debían hacerlo otros. Pero entonces esos otros no podrían ser de su casta, es decir de la de los privilegiados. Tendrían que ser otros. ¿Y quiénes serían esos otros que se prestaban a semejante sucia tarea si no eran robots? ¿Quién hacía semejante función tan importante para mantener la situación de unos muy ricos y otros muy pobres?– se preguntarían–. Y aquí de nuevo se atascarían en su investigación. 

  Para desenredar semejante lío decidirían introducirse de forma sibilina, con los medios técnicos avanzados que ellos poseerían, en aquellos lugares donde moraban y convivían los que eran encargados de guardar el orden de desigualdad y de injusticia entre los ciudadanos que ejercían de vigilantes, utilizando medios represivos que a nuestros visitantes se les antojarían salvajes, por pertenecer ellos a un tipo de sociedad antiquísima, donde la violencia había desaparecido hacía muchos milenios.

  Y, ¡oh, sorpresa! Averiguaron que los que se cuidaban de mantener el orden de desigualdad y los privilegios de la minoría entre los habitantes del Planeta Tierra, eran personas que pertenecían ¡a las clases injustamente tratadas, a las esclavizadas! Pertenecían al sector de la mayoría. Y que en lugar de ayudar con su esfuerzo a acabar con las injusticias, estaban defendiendolas, con los medios que los explotadores les proporcionaban. Ayudaban a que el sistema de injusticia persistiera mediante la represión de sus propios compañeros de la mayoría maltratada. Y ni siquiera comprendían que aquellas minorías que incansablemente luchaban, arriesgándose, lo hacían para defenderlos a ellos y a sus hijos, para que dejaran de ser esclavos. 

  Nuestros imaginarios extraterrestres con una confusión cosmológica, decidirían volver a tomar su nave y regresar a un mundo donde la razón era lo normar; donde los esclavistas no existían porque no contaban con la ayuda de parte de los esclavos para esclavizarlos aún más, a ellos y a sus hijos, como en la Tierra, sin que se percataran de lo grave de su actuación, que un día u otro, sus hijos les echarían en cara, al convertirse en víctimas también de la represión que ellos ejercían contra los esclavos, que en definitiva ellos también lo eran, pero su incapacidad mental les impedía entenderlo: no eran robots mecánicos, pero ejercía de tales por carecer de la conciencia para darse cuenta.

 Toda esta aberración social, que unos tenga la posibilidad de decidir quienes comen y quienes no; quienes tiene vivienda y quienes se las arrebatan para hacer negocio; quienes tienen derecho a la vida y quienes no, en definitiva, con la colaboración de los poderes públicos, resulta que a nosotros nos parece hasta normal. 

  Y normal nos parece que un vecino nuestro, al que todos los días saludamos y nos saluda amablemente, que nos pregunta o le preguntamos por nuestros hijos, que tal vez han estado enfermos, que después sea capaz de defender a los que le están robando el futuro a sus hijos, como a los de la inmensa mayoría, obedeciendo a los culpables, y defendiendo los privilegios de unos pocos,  y por medios represivos; y que además, crea que los que luchan por su futuro y el de sus hijos, son sus enemigos y los repriman d forma salvaje:  "Como robots"

 Y nos parece normal, que nosotros nos encontremos con sus esposas en la panadería, en la tienda, y que se queje la buena señora, al par nuestro, de que no llega a fin de mes  por los recortes en Sanidad o en el colegio, con el sueldo mísero que le pagan a su marido por ser el brazo represor que hacen posible los recortes; sueldo  que se lo han recortado para satisfacer los intereses de banqueros y oligarcas, y estafadores corruptos, que no son perseguidos, sin embargo, como lo son los que protestan. 

Eso, es evidente que, aunque a nosotros, por la costumbre del esclavo a serlo, nos parezca normal, a un extraterrestre que utilice la razón, no le podría satisfacer. Tampoco debiera satisfacernos a nosotros si nos consideramos civilizados.  Pero, como diría Eudald Carbonell, la civilización aún está en mantillas.

U. Plaza