Vergüenza ajena y bochorno ha causado la comparecencia de los presidentes de Adif y Renfe en la comisión del Congreso de los Diputado. Bochorno por ver con qué displicencia despachaban unas cuestiones que parecían ajenas a sus responsabilidades, por muchos datos con los que apabullaran a los diputados críticos. Parece que los sueldos de escándalo que en España suelen cobrar este tipo de personajes, más que obligarlos a ellos, nos obliga a los ciudadanos a soportarlos. No han reconocido de hecho responsabilidad alguna por el terrible accidente del tren en Galicia.
Sin embargo creo que sí las hay, y en muy alta medida; de ellos y de los responsables políticos –de los dos partidos del Régimen, que en este caso que han echado pelotas fuera–, diciendo que son los técnicos los que deciden sobre seguridad. Y no es cierto. O por lo menos no lo es del todo. Veamos: Además de que todo se haga en función de los recortes, que condiciona el trabajo técnico, y los intereses partidistas en rápidas inauguraciones, ¿es lógico que una sola persona –el maquinista– cargue sobre sus hombros la responsabilidad de la seguridad, y hasta la vida como hemos visto, de centenares de personas?
A cualquiera nos puede dar un telele en cualquier momento. En el autobús o caminando por la calle. Y en el peor de los casos las consecuencias serán personales, sin otra transcendencia para terceras personas. Esto mismo le puede pasar al maquinista. Y el resultado es catastrófico. ¿Hubiera tenido lugar el accidente de haber ido acompañado el maquinista de un segundo? No lo sabemos, pero posiblemente no. Y de darse el caso de la indisposición, tajantemente, no.
¿No ha habido ningún escandalosamente pagado responsable de las citadas compañías que se hayan percatado de semejante posibilidad? Seguro que sí, pero no han hecho nada para enmendarlo. Tanto los directores de las compañías, como los responsables políticos debieran haber alertado sobre tal posibilidad al maquinista. Sin embargo, tanto los unos como los otros, tratan de descargar todo el horror del accidente sobre las espaldas de un hombre, que sean cuales sean las consecuencias judiciales, salga como salga de esta, llevará el peso de la tragedia mientras viva. No parece que ese sea el caso de los jefazos y políticos, que lo ven todo a distancia, que tras los “minutos de silencio protocolarios”, a otra cosa. Seguramente ninguno de ellos tendrá pesadillas de por vida. El maquinista, seguro que sí, como instantes después de la catástrofe manifestaba horrorizado.
Ubaldo Plaza
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