Celebrar elecciones primarias en los partidos debiera ser la tónica genera, como muestra de salud democrática, no sólo del partido, sino de la sociedad; incluso cuando hay un sólo candidato sería bueno que se hicieran para ver los apoyos internos con que cuenta y evitar que el aparato imponga a quien quiera, manejando como de hecho hace, la cooptación del candidato a su antojo. Sin embargo sólo tienen lugar elecciones primarias cuando los intereses entre clanes se enfrentan y las navajas relucen sobre la mesa, porque bajo el polvo, casi siempre están a la espera.
Es lo que pasa en Barcelona y a los candidatos del PSC a la alcaldía, tras los desastrosos resultados en las elecciones regionales, por haber persistido en convertirse en un sucedáneo de CiU, incluso empeorando a este en su fe identitaria de converso, que con tanta torpeza exhibió Montilla, necesitado de que le perdonaran su origen, con el resultado ya conocido. Y con la previsión de que le den una patada Montilla y al PSC, en el culo de Jordi Hereu.
Ahora, las navajas no sólo relucen, sino que están prestas a ensartárselas mutuamente las dos familias, o almas, como les gusta decir: la nacionalista, de una parte de la burguesía catalana incrustada en el PSC, y la socialista, que tan absurdamente llevan soportándose desde que decidieron inventarse el partido, antinatura y ambivalente, que ha hecho que nunca haya podido ganar unas elecciones catalanas, mientras ganaba sobradamente las españolas.
La lógica tras el desastre, determinaría una profunda discusión, un debate democrático, dimisiones y rectificación del rumbo. Pero sin embargo todo apunta que van en dirección contraria.
El Alcade Hereu, con sus luces y sombras; con su errores y aciertos, no se puede decir que haya sido un mal alcalde dentro del ya desastroso sistema político en las corporaciones locales, y el desmadre y descontrol que la ley les permite. Hereu ha convertido la ciudad en más llevadera y más cercana al ciudadano, a pesar de algunos patinazos, que los ha tenido y de bulto.
Pero, dígase lo que se diga, la candidata de la dirección es la señora Tura. Lo que demuestra que en la ejecutiva del PSC sigue teniendo un poder desproporcionado respecto a la mayoría de la militancia, y sobre todo del potencial votante socialista, la derecha nacionalista, rémora desde siempre, para el PSC para que nunca venza a CiU. Porque la señora Tura, pertenece al alma nacionalista, de la que se pavonea, y es perfectamente intercambiable ideológicamente con el que puede ser su contrincante, el señor Trias, de CiU.
Con lo que, una vez más, los votantes socialistas o de izquierdas, no le votarán y se quedarán en casa si la señora Tura es la candidata; y los otros preferirán al original antes que a la copia, que se presenta tal cual, es decir, como la derecha nacionalista, antes que a quien siendo lo mismo de nacionalista–y lo ha dejado claro en sus declaraciones– por un partido que se llama socialista. Así que, como era previsible, el PSC no aprende de las derrotas. Cuando en el PSC se decidan a ganar las elecciones, dejarán de lado las dos imposibles almas; y si se presentan como partido socialista, y como PSOE, que aunque éste dé tantos bandazos, es evidente que los trabajadores, son razón o no, y clases medias populares, le votan por socialista, no por nacionalista. Si siempre el PSC ha ganado el el ayuntamiento de Barcelona como en tantos otros, es porque ha tenido en cuenta a los barrios populares. Y si ahora están a la baja y se barrunta otro desastre, hay que atribuírselo en parte a la deriva nacionalista del PSC en el tripartito y a su disparatada política de quererse parecer al contrincante.
Y, si el PSC considera que Jordi Hereu está quemado, lo lógico es que elijan a otro candidato, conocido como socialista; no que compitan en el mismos terreno ideológico con Xavier Trias. Pero ya se sabe: "cuando los dioses quieren destruir a los hombres, primero los vuelven locos".
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