Felipe González estos días viene sacando la patita saliendo del lugar del “jarrón chino” al que, según él, se le tiene asignado a los expresidentes. Aunque eso no es tan cierto, ya que lleva tiempo trabajando en la Gran Coalición de los dos principales partidos del régimen, para lograr que la izquierda no consiga sus objetivos de sanear la vida pública.
Ahora sale con un artículo y una entrevista, con truculentas afirmaciones y negaciones, dejando a su maltrecho partido al pie de los caballos, viéndose obligado a desmentir lo afirmado, lo que dice mucho del sentido de Estado del que fuera presidente del gobierno, que se dijo socialista.
Sale desbocado ante la deriva salvaje y aventurera de la burguesía catalana, en su apuesta por la independencia; sin embargo en ningún momento hace autocrítica sobre la situación en Cataluña de sus responsabilidades. Porque de aquellos polvos son estos lodos.
Recordemos, que cuando le fueron cedidas las transferencias de Enseñanza a la Generalitat de Pujol, González, presidente del gobierno –como después haría el otro presidente del otro partido del régimen, Aznar–, no hizo nada para que se garantizara la misma enseñanza en ambos idiomas, catalán y castellano; y que miles de maestros y profesores de Enseñanza Media tuvieron que irse de su tierra a otras zonas de España, porque no tenían el nivel de catalán, exigido por los que ahora, tras más de 30 años adoctrinando a nuestros hijos, se siente en condiciones de imponer sus criterios reaccionarios, en contra de más de la mitad de la población –previa manipulación mediática, sin precedentes en democracia– que para los gobernantes de la derecha corrupta catalana, no cuentan.
Y aquello lo hicieron ambos presidentes de los gobiernos de España, no por sentido de Estado, sino por todo lo contrario: garantizar los apoyos de Pujol a sus gobiernos, que no a la gobernabilidad de España, como tantas veces se ha dicho, elevando a la categoría de "hombre de Estado" al que resultó ser un estafador. Lo que demuestra que tanto a González como a Aznar, que tanto se llenan la boca de España ahora, les importaba más su presente que el futuro de los españoles, catalanes incluidos, y su convivencia, hoy maltrecha. Porque en lugar de ceder al continuo chantaje nacionalista de Pujol, debían haberse puesto a cambiar la ley electoral, para que los nacionalistas tuvieran el peso en las Cortes que les otorgaran los ciudadanos, no más. Y para que con un 3 ó 4 % de lo votos, no marcaran la agenda de los gobiernos de España.
Porque, como nos ha recordado el entonces fiscal de Cataluña, Jiménez Villarejo, se le impidió que llevara a cabo sus gestiones para el caso Banca Catalana, quedando la familia Pujol protegida.
Y si a eso sumamos que después llegó el inefable Rodríguez Zapatero con aquellos de “Pascual, aprobaré en el parlamento español lo que decidáis en el parlament”, la hoja de ruta de la burguesía nacionalista –de los que se llamaban socialistas y los que se decían convergentes– estaba marcada.
Por eso sorprende ahora, que unos y otros salgan a la palestra para admonizar sobre el futuro de Cataluña, cuando han sido ellos los que han hecho posible este desbarajuste y echada al monte de la burguesía política corrupta catalana; desbarajuste que parece que sólo ellos, los responsables, no lo vieron. Y ahora se rasgan las vestiduras.
El PSC, sus dirigentes, que pedía el voto a las clases populares, después actuaba en las cuestiones nacionalistas, exactamente igual que sus colegas de CDC, porque en el fondo eran de la misma clase: la burguesía. Y González en ningún momento se planteó los motivos de la anomalía de que nunca ganaran las elecciones regionales en Cataluña, ganando con diferencia las nacionales.
Así que la salida del rincón de jarrón chino es extemporáneo, si no va acompañado de una autocrítica, tanto del propio expresidente como de su partido que siempre miró para otro lado, ante los desmanes del gobierno de la Generalitat como de su propio partido en Cataluña, que como se ha visto, muchos de sus dirigentes han acabado por abrazar la aventura de la burguesía, el independentismo. Una burguesía, recordémoslo una vez más, que apoyó el golpe de Franco y su dictadura, porque le reportaba pingües beneficios, su único espacio "patrio".
Ubaldo Plaza
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