sábado, 2 de marzo de 2013

¿"QUÉ HABRÉ HECHO MAL PARA QUE MIS ENEMIGOS ME APLAUDAN"?

     El entusiasmo con que los partidos de la burguesía–CiU, ERC e ICV, han acogido el desvarío de Pere Navarro, no es nada desinteresado. Entra dentro de la lógica de anular al contrincante–darle la puntilla habría que decir– en el peor de sus momentos, que el PSC y sus dirigentes se han ido ganando a pulso y por méritos propios. Pocas veces una organización ha hecho más para ser menos. No se olvide que hace apenas dos años y medio estaban en el gobierno catalán, si bien es cierto que fue desde ahí donde más méritos acumularon para llegar a donde están, con la preciosa ayuda de sus otros dos socios del tripartito, hoy aliados en  la cosa patriotera, con la derecha aventurera de CiU, para ocultar su desastrosa gestión de gobierno privatizador.

  Para CiU es importantisímo anular definitivamente, o por mucho tiempo, al que hasta ahora ha sido su directo competidor. Porque, pareció en los primeros momentos  de la toma de posición de Navarro de la jefatura del PSC, que iba a sumir la defensa de los ciudadanos en el saqueo de los servicios públicos que lleva a cabo la ultraderecha de CiU, con el iluminado Mesías-Mas al frente. Terreno definitivamente abandonado por los iniciativos en su sumisión al proyecto patriotero de los mercaderes de la derecha, y nunca asumidos por ERC, que hoy se han convertido en los escuderos de Mas, para que no tenga que dar explicaciones sobre la corrupción de Caso Palau. 

     Los que pensaban que el PSC iba a emprender una senda que se correspondiera con sus siglas de socialistas, se han  debido quedar frustrados, ante la pusilanimidad de Navarro y la dirección que dirige–es un decir–, ante el paso atrás dado y volver a lo que ha sido siempre: el otro partido de la derecha nacionalista. Y no se comprende que, en el ya tan disminuido partido, no haya nadie que no entienda lo fundamental: que tanto CiU como PSC se disputan el mismo espacio político, el mismo electorado. Y dejan en el limbo a gran parte de éste que se considera socialista, progresista o más o menos de izquierdas, por lo que siempre dejaba de votarlos en las elecciones catalanas. Y que si lo hacían en las generales no le votaban a ellos sino al PSOE. 

   Esto es sabido desde el primer día en que, contra todo pronóstico ganó las elecciones Jordi Pujol, con escaso número de votos, y una abstención elevada, cuando no hacía mucho el PSC-(psoe) de entonces arrasaba en las generales. Sin que desde entonces nunca se hayan puesto a pensarlo, o quizá lo pensaron muy bien los nacionalistas que gobernaban el partido. Y Navarro, en lugar de corregir el tiro errado tantas veces, insiste en seguir errándolo.

     A estas alturas, el frotar de manos de los otros tres partidos del PUC–Partido Único Catalán, de esta especie de Movimiento Nacional de la burguesía catalana, al que quizá pronto se sume el CUP, porque la patria es lo primero–; aunque se podría decir que con corrientes diversas para abarcar mayores espacios electorales. Ahora ven con regocijo cómo el que parecía que les iba a disputar una parte del espacio político, defendiendo los intereses de las víctimas del saqueo de los servicios públicos, vuelve al redil. Ya no molestará. Toda una obra maestra de la derecha catalana, a la que Navarro y los ideólogos de la misma,  y desde dentro del PSC, han sabido muñir. Y Navarro, en lugar de poner disciplina y coherencia como partido que aún lleva el nombre  de socialista, ha entrado al trapo–con perdón–que como se sabe, es un lance taurino de engaño, en el que cae el pobre morlaco. 

Ubaldo


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