Como es sabido en la antigua Roma la economía estaba basada fundamente en el trabajo de la mano de obra esclava. Y también que si un ciudadano libre contraía una deuda con otro, y no podía saldarla en el tiempo establecido, el deudor quedaba a meced del prestamista como esclavo. Así era la ley y como tal contaba con el apoyo incondicional de la misma y de todos los poderes del Estado.
Esto, dicho así puede parecer algo tremendo y de hecho lo era para los esclavizados ciudadanos; pero la reflexión que a veces solemos hacer es que, claro, tal barbaridad sucedía en un sistema esclavista, imperante entonces. Y además de que eso sucedía hace entre veinte y veinticinco siglos. Y que claro, entonces los derechos ciudadanos estaban muy limitados.
Nada más lejano a la realidad. Hoy, salvo pequeños matices las cosas siguen igual, e incluso en algunos aspectos han empeorado. Si un ciudadano español tuvo la ocurrencia de haber deseado tener una vivienda digna–creyéndose lo que dice la Constitución que como sabemos no se cumple en la mayoría de los artículos que le favorecen al ciudadano– y se le ocurrió acercarse a un centro de usura llamados bancos, le habrán convencido para que en lugar de tomar un préstamos suficiente para la compra de su vivienda, lo hiciera por mayor cantidad, con lo que los usureros ganaban mucho más con el mismo esfuerzo.
Pero debido a que los ambiciosos usureros quisieron ganar mucho más de lo ya escandalosamente ganado, provocaron el desmadre de una economía ya en sí desmadrada por lo de la injusticia que genera empobreciendo a los más pobres y enriqueciendo a los más ricos.
Lo que dice el sentido común es que esas prácticas son delictivas, por lo que dichos usureros debieran haber sido puestos ante los tribunales y que pagaran por su fechorías. Eso si en realidad no estuviéramos hablando de los verdaderos amos de todo. También de las voluntades de los gobernantes a su servicio.
Pero, no. Lo que se hizo y se sigue haciendo es premiar la delincuencia de los usureros. Y una vez pasado el primer cuatro de hora, con montones de millones de dinero público a su disposición, volvieron a los suyo, esto es la usura, además con chulería de inmunes e intocables, naturalmente con el incondicional apoyo de sus empleados los grandes políticos, que para eso los han elegido, una vez pasado el paripé de las elecciones, en las que el ciudadano elige a unos políticos para que inmediatamente estos se pongan al servicio de los financieros y sus negocios, sean los de apropiarse de la sanidad o la enseñanza, sea para otros negocios.
Y ahora es cuando entra en liza visualizándose crudamente el sistema romano de esclavitud, que no es tan romano, sino muy español. Como el ciudadano que ha pedido el crédito para estar conforme con la incumplida Constitución, también en cuanto al derecho al trabajo, ha perdido éste y se ve imposibilitado de cumplir con el compromiso de abonar la parte de la usura a la que se había comprometido.
Ante este hecho insólito si nos atenemos a la letra de la ya tan manida e incumplida Constitución de papel mojado en cuanto a derechos ciudadanos, entra a saco protegida por la ley, que no por la justicia, la organización de los usureros, con todo el aparato del Estado contra el humilde ciudadano candidato a esclavo.
Porque cuando el ciudadano no puede hacer frente a la deuda, tras todas las liturgias y chalaneos preceptivos, es expulsado de su casa, sin importar que haya ancianos niños o enfermos; y además como las triquiñuelas leguleyas están a cabo de a calle, los usureros se las apañan para que la vivienda que ellos mismos tasaron a un precio, quede reducido a la mitad o menos, con los que el ciudadano no sólo se queda sin vivienda, sino que queda esclavizado por la deuda restante de por vida y hasta sus hijos e incluso sus nietos, y además con el apoyo incondicional de los poderes políticos, a los que importa más favorecer a los usureros que a los ciudadanos a los que supuestamente representan.
Cómo en la antigua Roma, el ciudadano queda esclavizado por el prestamista–por el banquero y el político a su servivio–. Así que no han cambiado tanto las cosas como algunos alegremente podrían pensar. Todo lo contrario, han empeorado. Porque el antiguo prestamista romano tenía la obligación de mantener al esclavo que seguía trabajando para él, con lo que la situación era menos agobiante que la que disfrutamos con el esclavismo modernos, que lleva al pasto del hambre a los esclavos, en un sistema al que incomprensiblemente y contra la lógica hasta del leguaje, llaman democracia. En la antigua Roma a nadie se le ocurría decir que había una ley que estuviera por encima de evitar la esclavización del deudor. Hoy sí lo dicen a pesar de las evidencias.
Porque ahora, sin embargo, los empleados de los grandes usureros financieros, los políticos con mando, nos aseguran que hay derechos, como el de tener una vivienda. Pero favorecen al usurero hasta con fuertes fuerzas represivas, que llegan a la mayor inmoralidad si de moral se pudiera hablar en un sistema ya en sí inmoral y corrupto de raíz como el que padecemos, para impedir que la solidaridad de los ciudadanos pueda evitar la gran injusticia de echar a la calle a las personas, favoreciendo a los millonarios culpables de la crisis, convirtiéndolo a los humildes en delincuentes y sin importarles nada más que favorecer a aquellos que son los que sacan tajada de la situación y los que dan las órdenes de verdad, las mismas que obedecen con sumisa lealtad.
Lo de la esclavitud de los ciudadanos no ha cambiado. Sólo el escenario y con matices cada vez menos marcados. En todo caso lo que persiste es mayor grado de hipocresía entre los que ahora nos pedirán el voto, para de inmediato tras el circo electoral, volver a ponerse al servicio de los esclavistas, expulsarnos de nuestras viviendas, eliminando derechos ciudadanos y saqueando el patrimonio público.
U. Plaza
No hay comentarios:
Publicar un comentario