Ya es poco probable que nadie se extrañe ante el grado de cinismo del que son capaces de exhibir los servidores de los financieros. Pero a pesar del grado escandaloso al que han llegado, demuestran a cada paso que son capaces de superarse así mismos, sin que por ellos pase la menor sombra de rubor o vergüenza ante las mentiras utilizadas para justificarse.
José Blanco, jefe privilegiado de uno de los partidos de la derecha realmente gobernante, junto con su políticamente cadavérico jefe Zapatero, ha dicho sin que se le escape la risa burlona por el atropello a los ciudadanos que le pagan su sueldo, "que no hay tiempo para hacer una ley que permita subirle los impuestos a los millonarios". Y naturalmente, este aprendiz adelantado de neocon, se habrá quedado tan contento, sobre todo porque habrá dejado contentos a los que sirve, a esos millonarios que habrán confirmado que Blanco es de los suyos, de sus servidores, vamos, que los poderosos tampoco es que se proliferen en codeos con el servicio, más allá de lo estrictamente necesario para intereses.
Porque hay que ser cínico y falto del respeto al ciudadano para ser capaz de recurrir a semejante excusa, sin que se le alborote la neurona.
Porque no hay tiempo para hacer una ley para que los grandes millonarios que con la crisis provocada por ellos cada día lo son más, y sin embargo corrieron a darles nuestros dineros a los banqueros, sin contar con los ciudadanos, en un tiempo récord; para eso si hubo tiempo, porque había que salvar–dijeron– el sistema financiero, es decir a los mismos que lo habían hundido, en lugar de meterlos en la cárcel, como la lógica demandaba. Pero era mejor dejar que se siguieran enriqueciendo tras el salvavidas de la lluvia de millones de dinero público, para que siguieran haciendo lo que hasta entonces. No había problema, todo era tan fácil como saquear la Sanidad y la Enseñanza públicas, vendiéndonos la burra ciega de que "habíamos vivido por encima de nuestra posibilidades": un robo y con alevosía.
Como tampoco les ha faltado tiempos a los dos partidos de la derecha española, para confabularse para dar un golpe palaciego, cambiar algún aspecto de la Constitución que más favorece a los que Pepiño Blanco no tiene tiempo de subirle los impuestos, cuando es un clamor que lo que se pide es que si hay que cambiar la Carta Magna, se haga con todas la consecuencias previo referéndum.
Pero para algo tan importante, como sí han tenido tiempo de soslayarle a los ciudadanos el derecho a pronunciarse, como ya se hizo en su día cuando se impidió que el pueblo español se pronunciara por el tipo de Estado que prefería. Entonces, los herederos de la dictadura, travestidos como se sabe en "demócrata de toda la vida", con el apoyo cómplice de no pocos que debieron haberse opuesto, nos lo colaron porque los poderes fácticos, esto es, el Ejército y la Iglesia, y claro los mismos que hoy imponen su ley, los financieros, lo impedirían.
Pero esa excusa tan propagada entonces, hoy es sencillamente inaceptable por mucho que digan que es legal–y sin duda lo es porque las leyes las han hecho los mismos que ahora quieren seguir impidiendo que sea el pueblo quien decida–. El golpe palaciego se comprende porque obedece a la misma dinámica servil de los dos partidos que sirven a los mismos amos. Pero que lleguen, como ha llegado José Blanco a insultar nuestra inteligencia con el argumento de "que no hay tiempo", es sencillamente comprobar hasta qué punto se ha degradado la casta política gobernante, hasta no tener en cuenta ni en disimular sus falsedades y continuas mentiras, con tal de seguir los lacayos del mundo financiero.
Pero para algo tan importante, como sí han tenido tiempo de soslayarle a los ciudadanos el derecho a pronunciarse, como ya se hizo en su día cuando se impidió que el pueblo español se pronunciara por el tipo de Estado que prefería. Entonces, los herederos de la dictadura, travestidos como se sabe en "demócrata de toda la vida", con el apoyo cómplice de no pocos que debieron haberse opuesto, nos lo colaron porque los poderes fácticos, esto es, el Ejército y la Iglesia, y claro los mismos que hoy imponen su ley, los financieros, lo impedirían.
Pero esa excusa tan propagada entonces, hoy es sencillamente inaceptable por mucho que digan que es legal–y sin duda lo es porque las leyes las han hecho los mismos que ahora quieren seguir impidiendo que sea el pueblo quien decida–. El golpe palaciego se comprende porque obedece a la misma dinámica servil de los dos partidos que sirven a los mismos amos. Pero que lleguen, como ha llegado José Blanco a insultar nuestra inteligencia con el argumento de "que no hay tiempo", es sencillamente comprobar hasta qué punto se ha degradado la casta política gobernante, hasta no tener en cuenta ni en disimular sus falsedades y continuas mentiras, con tal de seguir los lacayos del mundo financiero.
U. Plaza
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