Los sindicatos de los trabajadores son instrumentos imprescindibles para la defensas de sus intereses para combatir las agresiones de la patronal y de sus gobiernos, siempre dispuestos a aumentar los beneficios y explotación con el mínimo coste, sin importarles en las condiciones en que se deba trabajar. Lo importante para el capital son los resultados económicos, cuanto más mejor sin otras consideraciones. Así es el capitalismo.
Cuando los trabajadores han logrado que las condiciones mejoren, ya sea en los salarios, descanso o condiciones de salubridad, ha sido por la lucha sindical, a veces titánica, contra un poder muy superior a ellos, y con costes a veces muy altos, incluso con muchos años de cárcel, cuando no con sus propias vidas dejadas en en manos de los esbirros torturadores del capital en las comisarías, o con la represión en las luchas callejeras, ya que la patronal cuenta con todo el apoyo de sus gobiernos, que reprimen las protestas salvajemente a la mínima que ven peligrar sus privilegios.
La fuerza de los trabajadores es la unidad. De ahí la conciencia de agruparse, de crear sindicatos cuando no existen, o éstos son amarillos al servicio del gobierno y la patronal. Y esa tarea la emprenden los trabajadores más avanzados socialmente, a veces en condiciones desalentadoras, enfrentándose a todo tipo de dificultades por la represión, hasta lograr una organización propia, por incipiente que ésta sea, que cumpla la función de sindicatos, incluso en condiciones adversas, en la clandestinidad.
Así sucedía durante la dictadura fascista de Franco. La creación del sindicato vertical por la dictadura, en el que se integraban en él por decisión del régimen, además del aparato represivo falangista que lo dirigía, la patronal y los trabajadores, con la absurda idea de abolir–decían los teóricos del fascismo– la lucha de clases. Los trabajadores, que la dictadura convirtió en productores, nunca se sintieron representados en aquel tinglado. Por eso lucharon para crear las condiciones que les permitiera organizar un sindicato que respondiera a sus intereses de clase. En un principio fue con luchas aisladas, por empresas o sectores, ateniéndose a las condiciones de cada lugar, y organizando comisiones para discutir con la patronal, culminando al final en la creación permanente de comisiones de obreros: Comisiones Obreras.
Aquel sindicato nació con vocación unitaria, ya que no existía ningún otro con su influencia–UGT estaba tan ausente de la lucha como lo estaba en el terreno político su hermano PSOE–. Y se creó como "Sindicato Unitario, Sociopolítico de nuevo tipo", para diferenciarlo de los antiguos sindicatos que habían sido correas de transmisión de los partidos.
Fue la agrupación de trabajadores que más hizo por las reivindicaciones de los derechos laborales y por las conquista de las libertades. Movilizaba a millones de trabajadores por sus derechos a todos los niveles, a pesar de su ilegalidad. Fue la mejor experiencia de aquellos años en que todo el mundo reconocía a Comisiones Obreras como la fuerza sindical y social más combativa contra la dictadura y por los derechos de los trabajadores, como fuerza social efectiva, es decir como una organización sindical, pero estando presente en todos los ámbitos de la vida social.
Tras la llegada del posfranquismo, y durante bastante tiempo, Comisiones, ya como sindicato, que muy a pesar de sus dirigentes de entonces, como Marcelino Camacho no fue posible la unidad, porque UGT necesitaba organizarse para recuperarse de la inactividad durante toda la dictadura, jugó papeles importantes. Pero fue entrando poco poco en una suerte de burocracia gestora, que sus dirigentes, sobre todo tras la liquidación de Marcelino Camacho– su forma de entender el sindicalismo y en su ética–, por los sectores encaramados a la dirección, con intereses que ya no se correspondían con los iniciales, que se fueron acomodando a negociar desde cómodas moquetas alejados de la realidad en los centros de trabajo.
Se olvidaron, de hecho, de uno de los principales haberes de un sindicato obrero, que es la solidaridad; muchos sectores entraban en lucha y las burocracias sindicales, a lo más que llegaban era a una solidaridad testimonial, cuando no a condenar directamente "el aventurerismo" de los trabajadores en lucha. Así muchos trabajadores se fueron alejando en la práctica del que había sido la fuerza sindical mayor y mejor organizada para la lucha durante años.
Un sindicato ha de saber conjugar lucha y negociación. Ambas son fundamentales si se quiere eficacia. Si sólo se negocia, sin movilizar a los trabajadores, todo acaba con la imposición patronal, con ciertos retoques, si es que a ésta le interesa contentar a los negociadores, antes de que surjan otros más combativos. Y por contra, si sólo hay acción sin tener la claridad de que en toda lucha hay que negociar, el esfuerzo de los trabajadores es ineficaz.
Comisiones, ya en perfecta sintonía con el sindicato reformista UGT, y reformista él mismo, se ha olvidado por la comodidad de sus principales dirigentes, alejados del mundo del trabajo y recluidos en despachos, se ha dedicado más a considerar el sindicato un fin en sí mismo, olvidando cuál es su cometido: la defensa de los trabajadores utilizando ambos conceptos de lucha y negociación. Pero también estando cerca de ellos asesorándolos para futuras luchas que necesariamente habrán de aparecer.
Tanto se han ido alejando de la realidad los sindicatos, que cuando han querido hacer una acción de envergadura, más para justificar su propia existencia que como reivindicativa, que los trabajadores no responden con la decisión que requiere la lucha. Han perdido la confianza en unas organizaciones burocratizadas y sin nervio. Y cuando se convoca una huelga general, aparte de ser ineficaz, porque la patronal sabe que no tendrá continuidad, crea un estado de frustración entre los trabajadores al comprobar que "la jornada de lucha", se acaba en sí misma.
Es un círculo vicioso: los sindicatos no pueden extender las luchas porque saben que los trabajador no los seguirán, y los trabajadores no creen que esos sindicatos deseen en realidad una lucha que se salga de los "correcto", y tácitamente pactado entre bambalinas con la patronal y el gobierno, como sindicato reformista, incapaz de alterar el pulso del sistema.
Así que muchos trabajadores se lanzan a la lucha sin contar con los sindicatos llamados mayoritarios, cuando no con su oposición. El nacimiento del movimiento 15-M de Indignados que piden Democracia Real Ya, hay que encuadrarla en este marco, ante la falta de verdaderos partidos políticos que defiendan los intereses populares, pero también de la ausencia de sindicatos dispuestos a luchar por ellos y a encabezar las luchas.
La ausencia de los sindicatos en las movilizaciones de los Indignados, es clamorosa, y demuestra que no han entendido nada al querer ignorarlos en lugar de unirse a ellos, y esperan ver si su aparición es un sarpullido, un sarampión que pasa pronto, y vuelva todo a ser como antes, sin alterar su tranquilidad negociadora y claudicante ante la patronal y su gobierno.
La actitud que los sindicatos están tomando ante el mayor saqueo de la historia de lo público, sobre todo el expolio de la Sanidad y la Enseñanza en Cataluña, sólo se puede calificar de sumisión a los intereses de la casta de depredadores, negociando siempre al gusto de los saqueadores. Y a lo más que llegan es a modificar, –o así tratan de venderlo–, algunas de las agresiones patronales y del Govern de CiU ya previamente escandalosas, para decir que "algo se ha logrado". Aunque hagan lo que jamás un sindicato que responda a los intereses de los trabajadores, debe hacer: negociar a la baja, aceptando la derrota de antemano, por la vía de la claudicación, como se está haciendo en los hospitales de Cataluña donde pueden; y presentar la derrota como un triunfo, que más parece una forma vergonzante de salvarse ellos. Si la patronal y su gobierno saqueador de lo público consiguen sus propósitos, porque los trabajadores no hayan logrado vencer, que no sea con el beneplácitos sindical como está ocurriendo. Una derrota necesariamente no ha de ser vergonzosa. El entreguismo, la claudicación, cuando no la colaboración, sí lo es.
Es evidente que históricamente estos sindicatos están caducos. Y de que es necesario, una vez más, que los trabajadores se doten de organizaciones sindicales que de verdad los representen. En estos momentos los sindicatos mayoritarios, los que cuentan con el favor mutuo de los poderes, no sólo no son eficaces para la defensa de los trabajadores, sino que constituyen el mayor obstáculo para el resurgir de verdaderas organizaciones sindicales combativas.
Su creación debe ser una tarea fundamental. Por el hecho de que los sindicatos que hoy se plegan a los deseos de la patronal, claudicando y dimitiendo de sus verdaderas responsabilidades, no debe crearse en el seno de la clase trabajadora la idea de que todos son iguales. Ese es el deseo de la patronal, que los trabajadores carezcan de instrumentos de defensa, y la que mejor les va es el desafecto al deseo de organizarse, y que asuman su derrota antes de de iniciar la lucha.
Lo que sí hay que hacer es que las organizaciones sindicales que se creen, se doten de instrumentos democráticos que eviten situaciones burocráticas y de dominio de unos cuantos dirigentes como pasa ahora. Pero sin sindicatos, sin la agrupación de intereses de los trabajadores explotados, sin su plena solidaridad, la lucha se hace muy difícil, por no decir imposible. La historia del movimiento obrero nos lo enseña machaconamente, una y otra vez.
Lo estamos viendo en este momento, cuando los trabajadores carecen de esos instrumentos eficaces, habiendo como hay motivos más que nunca para la lucha, no sólo obrera, sino en general por afectar el latrocinio a la inmensa mayoría. Y, aunque hay que partir casi de cero, con acciones casi voluntariosas para organizarla en cada centro de trabajo, en cada sector, no hay otro camino. Es el momento de tomar conciencia de que, a pesar de las derrotas, la lucha es muy larga y hay que aprender de ella para organizar la defensa de los trabajadores. Y hoy, el termino "trabajador" es tan amplio como la misma sociedad, siendo la inmensa mayoría de los ciudadanos susceptible de encuadrarse en él, por ser víctima de las agresiones del gobiernos y de las patronales.
U. Plaza
Aquel sindicato nació con vocación unitaria, ya que no existía ningún otro con su influencia–UGT estaba tan ausente de la lucha como lo estaba en el terreno político su hermano PSOE–. Y se creó como "Sindicato Unitario, Sociopolítico de nuevo tipo", para diferenciarlo de los antiguos sindicatos que habían sido correas de transmisión de los partidos.
Fue la agrupación de trabajadores que más hizo por las reivindicaciones de los derechos laborales y por las conquista de las libertades. Movilizaba a millones de trabajadores por sus derechos a todos los niveles, a pesar de su ilegalidad. Fue la mejor experiencia de aquellos años en que todo el mundo reconocía a Comisiones Obreras como la fuerza sindical y social más combativa contra la dictadura y por los derechos de los trabajadores, como fuerza social efectiva, es decir como una organización sindical, pero estando presente en todos los ámbitos de la vida social.
Tras la llegada del posfranquismo, y durante bastante tiempo, Comisiones, ya como sindicato, que muy a pesar de sus dirigentes de entonces, como Marcelino Camacho no fue posible la unidad, porque UGT necesitaba organizarse para recuperarse de la inactividad durante toda la dictadura, jugó papeles importantes. Pero fue entrando poco poco en una suerte de burocracia gestora, que sus dirigentes, sobre todo tras la liquidación de Marcelino Camacho– su forma de entender el sindicalismo y en su ética–, por los sectores encaramados a la dirección, con intereses que ya no se correspondían con los iniciales, que se fueron acomodando a negociar desde cómodas moquetas alejados de la realidad en los centros de trabajo.
Se olvidaron, de hecho, de uno de los principales haberes de un sindicato obrero, que es la solidaridad; muchos sectores entraban en lucha y las burocracias sindicales, a lo más que llegaban era a una solidaridad testimonial, cuando no a condenar directamente "el aventurerismo" de los trabajadores en lucha. Así muchos trabajadores se fueron alejando en la práctica del que había sido la fuerza sindical mayor y mejor organizada para la lucha durante años.
Un sindicato ha de saber conjugar lucha y negociación. Ambas son fundamentales si se quiere eficacia. Si sólo se negocia, sin movilizar a los trabajadores, todo acaba con la imposición patronal, con ciertos retoques, si es que a ésta le interesa contentar a los negociadores, antes de que surjan otros más combativos. Y por contra, si sólo hay acción sin tener la claridad de que en toda lucha hay que negociar, el esfuerzo de los trabajadores es ineficaz.
Comisiones, ya en perfecta sintonía con el sindicato reformista UGT, y reformista él mismo, se ha olvidado por la comodidad de sus principales dirigentes, alejados del mundo del trabajo y recluidos en despachos, se ha dedicado más a considerar el sindicato un fin en sí mismo, olvidando cuál es su cometido: la defensa de los trabajadores utilizando ambos conceptos de lucha y negociación. Pero también estando cerca de ellos asesorándolos para futuras luchas que necesariamente habrán de aparecer.
Tanto se han ido alejando de la realidad los sindicatos, que cuando han querido hacer una acción de envergadura, más para justificar su propia existencia que como reivindicativa, que los trabajadores no responden con la decisión que requiere la lucha. Han perdido la confianza en unas organizaciones burocratizadas y sin nervio. Y cuando se convoca una huelga general, aparte de ser ineficaz, porque la patronal sabe que no tendrá continuidad, crea un estado de frustración entre los trabajadores al comprobar que "la jornada de lucha", se acaba en sí misma.
Es un círculo vicioso: los sindicatos no pueden extender las luchas porque saben que los trabajador no los seguirán, y los trabajadores no creen que esos sindicatos deseen en realidad una lucha que se salga de los "correcto", y tácitamente pactado entre bambalinas con la patronal y el gobierno, como sindicato reformista, incapaz de alterar el pulso del sistema.
Así que muchos trabajadores se lanzan a la lucha sin contar con los sindicatos llamados mayoritarios, cuando no con su oposición. El nacimiento del movimiento 15-M de Indignados que piden Democracia Real Ya, hay que encuadrarla en este marco, ante la falta de verdaderos partidos políticos que defiendan los intereses populares, pero también de la ausencia de sindicatos dispuestos a luchar por ellos y a encabezar las luchas.
La ausencia de los sindicatos en las movilizaciones de los Indignados, es clamorosa, y demuestra que no han entendido nada al querer ignorarlos en lugar de unirse a ellos, y esperan ver si su aparición es un sarpullido, un sarampión que pasa pronto, y vuelva todo a ser como antes, sin alterar su tranquilidad negociadora y claudicante ante la patronal y su gobierno.
La actitud que los sindicatos están tomando ante el mayor saqueo de la historia de lo público, sobre todo el expolio de la Sanidad y la Enseñanza en Cataluña, sólo se puede calificar de sumisión a los intereses de la casta de depredadores, negociando siempre al gusto de los saqueadores. Y a lo más que llegan es a modificar, –o así tratan de venderlo–, algunas de las agresiones patronales y del Govern de CiU ya previamente escandalosas, para decir que "algo se ha logrado". Aunque hagan lo que jamás un sindicato que responda a los intereses de los trabajadores, debe hacer: negociar a la baja, aceptando la derrota de antemano, por la vía de la claudicación, como se está haciendo en los hospitales de Cataluña donde pueden; y presentar la derrota como un triunfo, que más parece una forma vergonzante de salvarse ellos. Si la patronal y su gobierno saqueador de lo público consiguen sus propósitos, porque los trabajadores no hayan logrado vencer, que no sea con el beneplácitos sindical como está ocurriendo. Una derrota necesariamente no ha de ser vergonzosa. El entreguismo, la claudicación, cuando no la colaboración, sí lo es.
Es evidente que históricamente estos sindicatos están caducos. Y de que es necesario, una vez más, que los trabajadores se doten de organizaciones sindicales que de verdad los representen. En estos momentos los sindicatos mayoritarios, los que cuentan con el favor mutuo de los poderes, no sólo no son eficaces para la defensa de los trabajadores, sino que constituyen el mayor obstáculo para el resurgir de verdaderas organizaciones sindicales combativas.
Su creación debe ser una tarea fundamental. Por el hecho de que los sindicatos que hoy se plegan a los deseos de la patronal, claudicando y dimitiendo de sus verdaderas responsabilidades, no debe crearse en el seno de la clase trabajadora la idea de que todos son iguales. Ese es el deseo de la patronal, que los trabajadores carezcan de instrumentos de defensa, y la que mejor les va es el desafecto al deseo de organizarse, y que asuman su derrota antes de de iniciar la lucha.
Lo que sí hay que hacer es que las organizaciones sindicales que se creen, se doten de instrumentos democráticos que eviten situaciones burocráticas y de dominio de unos cuantos dirigentes como pasa ahora. Pero sin sindicatos, sin la agrupación de intereses de los trabajadores explotados, sin su plena solidaridad, la lucha se hace muy difícil, por no decir imposible. La historia del movimiento obrero nos lo enseña machaconamente, una y otra vez.
Lo estamos viendo en este momento, cuando los trabajadores carecen de esos instrumentos eficaces, habiendo como hay motivos más que nunca para la lucha, no sólo obrera, sino en general por afectar el latrocinio a la inmensa mayoría. Y, aunque hay que partir casi de cero, con acciones casi voluntariosas para organizarla en cada centro de trabajo, en cada sector, no hay otro camino. Es el momento de tomar conciencia de que, a pesar de las derrotas, la lucha es muy larga y hay que aprender de ella para organizar la defensa de los trabajadores. Y hoy, el termino "trabajador" es tan amplio como la misma sociedad, siendo la inmensa mayoría de los ciudadanos susceptible de encuadrarse en él, por ser víctima de las agresiones del gobiernos y de las patronales.
U. Plaza
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