Hoy se cumplen 75 años de la culminación del golpe de Estado fraguado desde el mismo 14 de abril de 1931, día de la proclamación de la IIª República, el primer intento serio de modernizar España, a destiempo, un siglo después de que las burguesías europeas hicieran su revolución, de que liquidara las viejas estructuras medievales, que se resistían a dejar paso a la modernidad.
La derecha española–toda la derecha española, incluida la catalana y vasca, que en eso son todo una–siempre ha sido cavernícola y resistente a la modernidad; prefirió sus alianzas con la aristocracia caduca y con la Iglesia reaccionaria, que jugar su papel histórico y romper las ataduras con los que sumían a España en el negro túnel de la ignorancia, papel tan efectivamente jugado por la Iglesia católica, siempre al servicio de los intereses de las castas que sesteaban a las sombras del hambre y la ignorancia del pueblo español. En lugar de ver en la llegada de la República una oportunidad para modernizar al país, situándose a la par de los otros países de Europa, los dueños desde siempre de todas las riquezas de España viraron la vista hacia los que en buena lógica histórica, eran sus enemigos: la aristocracia, y se aliaron con ellos.
Y, ni una República burguesa, mandada y gestionada por su clase, por una parte de la burguesía más avanzada, que miraba hacia adelante, las viejas castas podían tolerar. Y prefirieron recurrir a unos generales parásitos, mediocres y traidores, incapaces de ganar ninguna guerra que no fuera contra su propio pueblo, ahogar en sangre a España, antes que recurrir aceptar el curso de los tiempos. El golpe de Estado de un grupo de felones, en los que el pueblo había depositado las armas en sus manos, fue la salida, su proyecto criminal.
Hoy, tras 75 años de aquella traición, a la que se prestaron aquellos bandidos con uniforme militar, sin honor y sin principios, para derribar un Estado que, a pesar de todo, en el poco tiempo que tuvo, alcanzó las mayores cotas de modernidad en la cultura y el arte, y la ciencia se situó a la par de otros países modernos, y en algunos casos los superó; la juventud de España sigue desconociendo en toda su profundidad y dimensión aquella barbarie de las clases dominantes y su Iglesia, principal activo de los golpistas, en un pueblo dominado por su fanatismo, que comenzaba a desprenderse de ella.
La Transición que nos llevó del fascismo franquista al posfranquismo actual, que no a la democracia, como está quedando claro estos últimos tiempos, por mucho ritual electoral con que la adornen, no sólo no ha abierto las páginas de la Historia a sus jóvenes generaciones, sino que incluso la siguen falseando. Los causantes o beneficiarios de la dictadura, que nos hizo retroceder a épocas negras, siguen ocupando grandes espacios institucionales, que están recuperando el discurso de la dictadura, como vemos en ese hagiografía del dictador por los manipuladores de la historia. Y se persigue a los jueces que quieren ayudar a los familiares de miles de asesinados, cuando debiera ser delito, como lo es en otros países con regímenes similares, la apología del fascismo franquista.
Durante estos últimos 36 años de posfranquismo, y 33 de supuesta democracia, los que se arrogaron el nombre de "socialistas", como quien se hace con una marca de un periódico, recuperando la cabecera, el antiguo PSOE, ausente en la lucha contra la dictadura, 22 de estos años ha estado gobernando la marca PSOE. Este simple dato es suficiente para saber la génesis del actual PSOE. En todo este tiempo no han estado interesados–y se comprende sólo con averiguar los orígenes de muchos de sus dirigentes– en avanzar hacia una verdadera democracia. Entre otras muchas, no han hecho una ley de separación de la Iglesia y el Estado, sino que seguimos pagándole a aquella ingentes cantidades de dinero, a pesar de lo cual, siguen desafiando a Estado, amenazando no cumplir las leyes del parlamento. No se ha hecho una verdadera Ley de la Memoria Histórica, con el compromiso de darle dignidad a los decenas de miles de asesinados que siguen bajo tierra en las cunetas o en las fosas comunes de los cementerios. Ni tampoco se ha hecho lo propio para avanzar hacia una explicación en las escuelas a las nuevas generaciones, de los orígenes del golpe de Estado y sus razones de clase y consecuencias; y lo que ha significó la dictadura para España, no sólo en cuanto a las masacres y asesinatos, bendecidos por una prepotente Iglesia católica, sino en cuando a la orfandad de la inmensa mayoría de nuestros intelectuales, artistas y científicos que tuvieron que exilarse. Y muchos de los que no lo hicieron, se acogieron al silencio del exilio interior. Nada se ha hecho para el conocimiento por parte de la juventud, sin chalaneos, para no enfadar a los que de verdad ganaron la guerra y también la transición, los fascistas que se tornaron de la noche a la mañana en "demócratas de toda la vida", por profundizar en el conocimiento de nuestra historia reciente.
Así que no es extraño que hoy, tras los salvajes ataques que la derecha financiera, con los supuestos "socialistas" como sus servidores, tras la aparición del movimiento de los indignados del 15-M, que piden Democracia Real Ya, se hagan muchas preguntas y culpen a esta casta de políticos que los han mantenido en una interesada ignorancia. Y que no se consideren representados por ellos, ni por una Constitución bordada para defender los intereses de los de siempre; tutelada por los sables de unos militares defensores de la dictadura; a pesar de lo cual, ni siquiera esta Constitución se cumplen, como todos sabemos. Basta echarle una simple ojeada al texto y ver en qué situación están los ciudadanos ante los poderes: desamparados. De nada sirve que en la Carta Magna se hable de derechos.
Es normal que los millones de jóvenes que no participaron en aquel cambalache constitucional no se sientan representados en ella. Y que no comprendan la razón de la existencia de una monarquía, decidida por el golpista sanguinario dictador, cuando lo más lógico hubiera sido–se dicen muchos de estos jóvenes– el restablecimiento de la República traicionada, si en realidad se trataba de recuperar la democracia. Para que, una vez existentes los controles democráticos, pedirle al pueblo su opinión sobre el tipo de Estado que éste deseaba, en un referéndum, tras cerca de cuarenta años, con varias generaciones, sin participación política.
Los jóvenes de hoy están armados de razón cuando se sienten al margen del sistema que les niega su futuro y se plantean cambiarlo. Y se niegan a reconocer como sus representantes a una casta que más se ha dedicado a sus asuntos, prebendas, sueldos y chalaneos de políticos incluidos en la escena, que a resolver los problemas.
Hoy, tras 75 años de aquel golpe de Estado fascista de las clases que lo poseían todo y lo siguen poseyendo, conviene recordarlo, estudiarlo y mirar hacia adelante con la sana intención de conquistar de nuevo, y esta vez sin mentiras, la democracia, donde el ciudadano sea el centro de todas las preocupaciones y no los negocios de los políticos corruptos y sus amos. Y hoy, en cualquier mente democrática que quiera proyectarse hacia el futuro, ha de tener en su proyecto democrático, la República como forma de Estado, que acabe con el trágico y largo paréntesis de barbarie y falsedad de 75 años desde aquella felonía del 18 de julio de 1936.
U. Plaza
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