miércoles, 2 de febrero de 2011

LA ESTRATEGIA DEL ENGAÑO



Los dictadores no suelen reconocer que ha llegado su fin y tratan por todos los medios  de aferrarse al poder aunque  la situación política ya no aguante más, porque  sus ciudadanos encuentren la forma de quitárselo de encima saliendo a la calle en una protesta general. Se presentan, a pesar de haber sido, a veces durante decenios la pesadilla de sus pueblos, su ruina, y de haber convertido al país en una finca particular de corrupción y de pobreza,   y los asesinos de muchos de sus opositores, como salvadores de la patria, y se muestran imprescindibles; dicen que llegará el caos, sin reconocer que ellos son precisamente el caos, con la intención de asustar a las personas menos decididas, o con miedo heredado durante tanto tiempo de despotismo, y terrorismo policial.  

Normalmente, durante todo el tiempo de sus dictaduras han ido creado su propia guardia pretoriana, policías corruptos   a los que se les permite todo tipo de desmanes en provecho propio, sanguinarios que se encargan de cortar  toda disidencia. Entre estos suelen reclutar a lo peor de la sociedad,  delincuencia de todo tipo que se ponen al servicio del dictador y sus secuaces, dispuestos defenderlo como mercenarios al servicio del delincuente mayor, que mientras tanto irá  acumulando fortuna que pondrá a buen recaudo, pomo Mubarak, que se dice posee 40.000 millones de euros en bancos suizos. Los represores son personajes oscuros que sólo  los ven los que son sus víctimas  a la hora de reprimirlos,  a aquellos que toman la decisión de luchar por la libertad, con el riesgo que ello representa para la suya propia y para sus vidas, pero que a pesar de todo se arriesgan. 

Pero cuando las cosas alcanzan ciertos niveles alarmantes para el dictador, como ha sucedido estos días en Egipto, Mubarak, haciendo alarde de su miserable actuación, en lugar de reconocer que el pueblo le dice que se vaya y que debe hacerlo, prefiere poner en peligro las vidas de sus ciudadanos, utilizar todos los medios criminales a su alcance, y se resiste a reconocer la realidad. Como ya no basta con la pandilla de miserables que dirigen el aparato represivo, recurre a toda una serie de delincuentes, que son organizados como matones para crear el pánico entre los ciudadanos en sus movilizaciones pacíficas, que se convierten en violentas. 

Hasta que el dictador Mubarak, prácticamente escondido  durante días, no habló por televisión para decir que todo lo iba a dirigir él y que no se iba, sino  sólo que no se presentaría a la farsa de lecciones dentro de siete meses, con la única intención de ganar tiempo para desactivar la protesta, las bandas de delincuentes y matones, organizados desde poder para atemorizar a los ciudadanos, no han salido a la calle.  Unas protestas pacíficas, cívicas y democráticas por parte de los ciudadanos, no de la policía del dictador que ha causado un centenar de muertos estos días, se está intentando convertir, por el poder en una situación caótica y de pánico. 

Y todo esto, por mucho que de cara a la galería digan otra cosa, no es posible que sea ajeno a los gobiernos de Europa que ha demostrado la inexistente política democrática de cara a las dictadura, y sobre todo de Estado Unidos y el Estado terrorista   de Israel, franquicia yanqui, que sigue dándole todo su apoyo al dictador egipcio, por ser un felón personaje a su servicio. Las  cosas a ese nivel no suceden por casualidad. Las bandas de matones del dictador aparecen,  para que de alguna manera se puedan justificar la represión de los ciudadanos, si así le conviene a la  banda que está en el poder. Y, aunque al final Mubarak sea sacrificado por sus amos, éstos intentarán colocar a otro que cumpla con la misma función. Y para eso hace falta un poco de tiempo. Y los más interesados en que así sea, son los gobiernos de los países mencionados. Todas las proclamas democráticas son pura puesta en escena de cara a la galería. Sus intereses nada tienen que ver con las aspiraciones de libertad de los pueblos.

U. Plaza

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