La carta que ha enviado Álvarez Cascos, ex general secretario del PP a Mariano Rajoy, digital presidente del mismo partido, en la que le dice que se va y deja la militancia, es de un calado muy considerable. Es un cabreo descomunal del primero, porque el segundo no ha aceptado las condiciones–dicen– que exigía a la dirección el antiguo hombre fuerte de Aznar, como que su elección se hiciera en un Congreso.
Pero las cosas no son tan simples, o no lo son como dicen, sobre todo cuando se deshacen en elogios hacia el ya exmilitante del PP, Cascos, pero impiden que sea candidato a presidir el Principado de Asturias.
Y es normal que así sea según la lógica de Rajoy y los suyos en la dirección del principal partido de la derecha española. Rajoy no podía permitirse tener otro enemigo en casa dirigiendo una comunidad–en el supuesto de que ganara las elecciones– y sumarlo así a su enemiga natural la ultraderechista Condesa de Bombay Esperanza en Madrid, que le siega constantemente la hierba bajo los pies; y al bien trajeado gurteriano Camps que le crea tantos dolores de cabeza.
Sumar una tercera pata enemiga de la mesa aznarista con poder, no parecía que fuera digerible por el pasivo e irritante a la hora de tomar decisiones, Rajoy. Al final, cuando los plazos ya eran irreversibles, le ha dicho a Cascos que no. Y este ha saltado respondido con las vísceras.
Pero eso puede tener consecuencias. No olvidemos que en el PP cohabitan militantes y dirigentes con cierto talante democrático, perfectamente intercambiables con otros formaciones políticas de la derecha, con la ultra derecha más fundamentalista del franquismo, que es la que, al menos "espiritualmente", sino mucho más, dirige el irascible belicista y mozo de espada–o de bombardeo–Bush, José María Aznar, el de la boda faraónica para más señas de identidad megalómana.
Puede que esa base ultra se envalentone y dé un paso adelante y acabe provocando un fisura en el PP, que no tendría demasiadas consecuencias electorales, en cuanto a sus posibilidades, pero sí en el reparto de poderes en él, e incluso un cierto desinfle de Rajoy, lo que apoya la prensa ultra y panfletaria y sin Razón. Es una de las muchas posibilidades; pero también puede que todo se quede en una bocanada de improperios para satisfacer su instintos trogloditas de extrema derecha, y valoren más los posibles cargos de los que disfrutan ahora, pero sobre todo el manjar al que pueden acceder si el PP gana las elecciones generales, en cuyo caso toda esa ultraderecha estará encantada con quien mande en el partido, sea quien sea, si admite su juego y sus negocios, que es el definitiva su única razón de ser.
U. Plaza
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