Desde que nació la lotería nacional, traída de Nápoles por Carlos III, primero en 1763, llamada Lotería Primitiva, y después la lotería actual nacida en Cádiz en 1811, limitada a unas determinadas zonas, se hizo con intención de recaudatoria, para el erario público.
Desde entonces España ha atravesado por toda clase de vicisitudes. Hemos pasado por monarquías de despotismo ilustrado de Carlos III; y de las absolutas, entre otras, como la del felón Fernando VII. Sufrimos la isabelina y la efímera Iª República; padecimos la primera Restauración de monárquica de Alfonso XII y la de Alfonso XIII. Después por la Segunda República y por el golpe de los bandidos franquistas y por su dictadura. Después por la Segunda Restauración de la monarquía de Juan Carlos, designado por el dictador.
Durante todo este largo espacio de tiempo, la Lotería Nacional ha ido afianzándose en el subconsciente de los españoles, sobre todo por navidad y año nuevo. Pero, con la misma intención con que nació, la lotería ha servido para que el Estado recaudara dinero, para que, a menos en teoría, sirviera para financiar proyectos necesarios para todo el país, y de alguna forma repercutiera en beneficio de todos. Es una de las fuentes de dinero para el Estado más sólidos y saneados.
Nunca a ningún gobierno a lo largo de tantos años, fuera el que fuera, se le pasó por la cabeza privatizar semejante fuente de financiación y de la importancia simbólica que tiene para los españoles. A partir de ahora veremos la Lotería Nacional como una rifa privada para beneficio de unos pocos que la explotarán, en principio una parte, pero acabará siéndolo en su totalidad, para satisfacción privada. Nada tendrá que ver con la lotería conocida como Nacional.
Ha tenido que ser ese descubrimiento asombroso por parte de la derecha salvaje e incivilizada –disculpas por la redundancia– que ha encontrado en el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, para que semejante pastel se privatice.
Este será el colofón de la carrera política del que llegó a ella diciendo que era de izquierdas, y nada menos que socialista, y ha acabado abrazando las prácticas políticas liberales de esa derecha trogoldita e insaciable, las más letales e inmorales posibles.
Si los dioses no lo remedian, y nos tememos que estén tan escarmentados con la casta política como los mortales, la privatización de la Lotería Nacional será el último gran favor que Rodríguez Zapatero, desde la presidencia del gobierno de España, haga al sector privado. Es curioso que en España, primero el inefable González, después el ultra patriota de las Azores, Aznar, y ahora Zapatero, privaticen precisamente aquellas empresas que son más rentables. Si tuvieran pérdidas las nacionalizarían o les daría dinero público para sanearlas. Los bancos son el gran ejemplo. No nacionalizan las hipotecas de los trabajadores, inducidos por los bancos a hacerlas. Así pasó con Iberia, con Telefónica entre otras, y ahora con la Lotería nacional. El desmantelamiento de los recursos del Estado va viento en popa.
¿Tendrá algo que ver eso con el buen trato que les dan algunas importantísimas empresas a los expresidentes y otros que han sido cargos públicos? No es posible, es inimaginable semejante idea. Nadie en su sano juicio puede pensar eso ¡Dónde va a parar, qué disparate!
¿Tendrá algo que ver eso con el buen trato que les dan algunas importantísimas empresas a los expresidentes y otros que han sido cargos públicos? No es posible, es inimaginable semejante idea. Nadie en su sano juicio puede pensar eso ¡Dónde va a parar, qué disparate!
El constante deseo de pasar recursos públicos a manos privadas de los gobiernos de la derecha, es inmoral, pero es la inmoralidad es la moral de los desvalijadores, es hasta lógico. Que lo haga un gobierno que se llama de izquierdas y se autodenomine socialista, aunque esté muy descolorido e irreconocible, es sencillamente vomitivo. Y sobre todo que además, el partido, sus militantes, el PSOE, calle y haga de comparsa de todas las ilusiones liberales de su secretario general y presidente del gobierno, y que en su harakiri ideológico arrastre al partido socialista, no se comprende.
U. Plaza
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