Los "debates" electorales, esa farsa de los dos partidos de la oligarquía, que para que cuele el timo se presentan uno como "socialista" y el otro como "centro derecha", pero que ambos defienden los mismos intereses, hasta ahora eran "milimetrados" en tiempos, gestos y hasta la regulación de la luz que intentaba mejorar los rostros de los contendientes.
Nada se salía de lo establecido en una negociación de los responsable de las campañas de ambos partidos, en maratonianas reuniones para ver quien podía tomar ventaja en el simulacro. La puesta en escena, a vista del espectador aparecían los candidatos encorsetados, sin que nada se escapara a lo previamente acordado.
Cuentan con periodistas de cámara, generalmente de relumbre, o así se lo creen ellos, dispuestos a hacer de serviles mamporreros para que sus amos se luzcan en la puesta en escena, para que parezca que hay algo que se asemeje a un choque de propuestas diferentes, "como en otros países", cuando de eso nada de nada. Ambos partidos, en las cuestiones de fondo, en las importantes que pueda cuestionar los intereses de sus amos del mundo financiero, coinciden plenamente. De hecho votan juntos en la Unión Europea, lo que manda la terrorífica Troika.
Los dos partidos oligárquicos, (ambos inventados a la sombra de los tubos del dictador y de los partes del "equipo médico habitual"); los que la llamada transición, le garantizaba los privilegios al franquismo verdadero: los banqueros, los grandes empresarios que se habían hecho de oro durante la dictadura con la salvaje explotación de las clases trabajadoras. Lo tienen todo muy calculado y sólo hay que montar el espectáculo para que la plebe se crea que está en una democracia en la que hay varias opciones, y que todos cuentan con las mismas posibilidades (pan y circo con tv).
Porque todo el tinglado está suficientemente engrasado para que siempre ganen los mismos: los servidores de los oligarcas, que garanticen a éstos sus intereses.
Hasta ahora daba igual que fuera el exnovo PSOE, que nada tiene que ver con el histórico, o lo fuera el directamente procedentes de la savia de la dictadura, que se inventó el exministro franquista, Manuel Fraga. Lo importante era que el Poder fuera el mismo, ganara quien ganara. En aquellos debates, a veces se les permitía asomar la cabeza en alguna parte a sus camaradas de la derecha catalana o vasca, CiU-PNV, tan franquista durante la dictadura como chantajistas después, que, a parte del cazo puesto en prebendas por sus apoyos, porque así se validaban mucho mejor sus puestas en escena. Prebendas no para los catalanes y vascos, sino para las corruptas oligarquía de ambas taifas.
Hoy ese modelo de falsos debates, es bastante más difícil –aunque no imposible– porque han aparecido en escena otros actores, contrincantes en principio, por el aceleramiento de la descomposición del régimen, acelerado por el desastre y mediocridad del gobierno del PP, su autoritarismo que les sale del alma y del ADN, sus corrupciones..., actores que pueden discutirle a los dos servidores de la oligarquía un puesto de honor en el juego.
Sabemos que la derecha, la verdadera derecha, la que manda, la salvajemente depredadora, el mundo financiero, no da, como la Iglesia, puntadas sin hilo. Y, ante el declive evidente de sus dos capataces principales, puede haberse apresurado a crear otros escenarios con otras representaciones y otros actores.
Todo dependerá de cómo evolucionen los acontecimientos. Pero es posible que a corto o medio plazo ya estén pensando en enterrar el cadáver político de Rajoy, o que lo sigan aceptando como zombi durante un tiempo, en función del juego que pueda dar, hasta que el repuesto esté en condiciones de tomar el relevo.
El otro, Pedro Sánchez, asesorado por el inefable González, trata de sacar la cabeza, haciendo promesas contrarias a lo que de hecho ha venido haciendo, como la de recuperar la salvajada de liquidar el art. 135 de la Constitución, y una retahíla de promesas que tienen los visos de ser electoralistas. Pero el hombre se esfuerza en que le crean, porque así se lo habrán dicho los estrategas como de una gaseosa propuesta de federalismo y de apoyar a sus descartados compañeros del PSC, en "encajar mejor a Cataluña en España", sin darse cuenta de lo que eso es un paso más –lo que se viene haciendo desde que los nacionalistas ocupan la finca catalana en su provecho, no hacia a solución, sino a todo lo contrario. A pesar de los cual, no parece que tales ocurrencias despierten mayores entusiasmos. Quizá por eso Sánchez ha aceptado que la propuesta de Iglesias y Rivera de hacer un debate a cuatro sin condiciones, lo que al final está por ver.
El plasmado Rajoy, sin duda, se sentiría menos molesto "enfrentándose" a un igual, a Sánchez, con un programa real idéntico al suyo, no el vendido por el supuesto contrincante a la audiencia, que incumplirá como es sabido, en un debate preparado para lucirse ambos sosias políticos. Pero no si en el mismo hay otras voces, y son periodistas que no estén, al menos totalmente, en el pesebre, los que hacen las preguntas. Eso, a Mariano y a Sánchez, les viene muy grande. Y más a Rajoy que no ha demostrado muchas tablas en las ruedas de prensa, siempre cocinadas con los "preguntantes" elegidos previamente.
Pero si no aceptan el debate a cuatro o a más, porque eso debiera ser lo democrático, y el PP y PSOE se escudan uno en el otro en que para que no se lleve a cabo, en el peregrino argumento de que son nuevos no tienen representación en el Congreso, y no les toca tiempo y debates en los medios, puede salirles el tiro por la culata.
Seguro que Rajoy y sus "cocineros" ya trabajan en la manera de que su jefe eluda su responsabilidad. Y, sabiéndose muy tocado, decida como vienen haciendo, despreciar su participación.
Pero quien no lo tiene tan fácil es Sánchez, que aspira a gobernar, escudarse en lo mismo. Y tras esto, debieran proponer los otros candidatos un debate sin Rajoy en alguna de las cadenas que no sean del PP, como por desgracia es hoy –esperemos que pronto no lo sea– TVE. Eso sin duda haría que Rajoy se viera obligado a aceptar a los que quiere excluir.
Lo que no está claro es que Sánchez, aconsejado por quien decide, lo rechace también. De ser así, los otros candidatos debieran montar uno, a la misma hora que el simulacro de debate "oficial" del régimen.
Ubaldo Plaza
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