Si en España hubiera una democracia en lugar de un sistema al servicio de las grandes fortunas, de los banqueros; y si hubiera en el gobierno, no ya un partido socialista, sino simplemente un partido con el sentido ético de la lógica y la razón, a estas alturas el señor José Bono habría sido fulminantemente destituido. Y habría sido destituido por equiparar a una serie de felones y bandidos sin honor, que dieron un golpe de Estado, provocaron una guerra civil que llevó a España a una dictadura fascista durante cerca de cuarenta años, un exilio de cientos de miles de españoles y un regreso a las tinieblas de la Inquisición, en este caso fascista, con sus víctimas, con los fusilados durante toda la dictadura; por equiparar a aquellos golpistas que planificaron el exterminio de todos aquellos que no estaban de acuerdo con la España bárbara que proyectaron y llevaron a cabo hasta las últimas consecuencias criminales.
Pero es que en una España democrática sería impensable que un señor de la vieja escuela del pensamiento de la derecha más rancia– el mismo que le recriminó a un luchador y resistente al fascismo, un demócrata, en un forzado homenaje rendido a las víctimas del fascismo, que ondeara su bandera, de España, es decir la republicana–, fuera el presidente del Congreso de los Diputados. Y mucho menos que lo fuera por un partido que, retorciendo el lenguaje hasta la incomprensión, y modificando la realidad política y práctica, se sigue llamando "socialista.
Pero nada de eso sucederá. Más bien todo lo contrario, tendrá apoyos de su partido. El mismo que ni tan siquiera, tras casi 22 años de gobiernos, han promovido una lógica condena del golpe de Estado, la dictadura y todos los crímenes de esta, al tiempo que promover una verdadera limpieza de todo lo que huela al régimen dictatorial, resultado de aquella traición. No se ha hecho lo debido, dilatando hasta la exasperación el hacer justicia a la víctimas hasta que prácticamente no quede apenas algunos vivo.
Y sigue siendo una afrenta para todos los demócratas, que tras la ocurrencia de Bono de equiparar a las víctimas con sus verdugos, para contentar a aquellos con los que se siente más identificado, los herederos de la dictadura, siga presidiendo lo que debiera ser el indiscutible foro de libertad, justicia y democracia.
Como proclaman los Indignados, "no nos representan, que no"; y "le llaman democracia y no lo es". Y la postura incomprensiblemente torticerera de Bono, lo demuestra.
U. Plaza
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