El hecho de que Felipe de Borbón haya hecho alusión a la colonia de Gibraltar en la visita de Carlos, heredero de la corona británica, con el permiso de su longeva madre, no es más que una puesta en escena. Y que lo más probable es que sea una forma de ir dándole al heredero de la monarquía española algo que hacer y decir en presencia del ya casi anciano príncipe del Hola y equivalentes, y su esposa, la Cornuella, que también el nombrecito de la ilustre señora...
Porque a nadie se le escapa que tiene mucho de teatro; toda vez que con mucha probabilidad el discurso, por llamarlo de alguna forma, del hijo Juan Carlos ha sido elaborado, dictado o indicado por el gobierno, único responsable de la política del país, y no la Corona, que como se sabe poco tiene que decir en asuntos de gobierno, más allá de alguna puesta en escena, como en este caso.
Y, también lo más probable es que, previamente se haya pactado "con el ilustre invitado" o sus correveidile, los términos en que Felipe de Borbón haría la intervención. Es eso que se puede llamar "reproche pactado y diplomático" de cara a la galería, para consumo interno, y de paso justificar la existencia. Por lo tanto sin incidencia alguna, más que para que las revistas afines y los periodistas de cámara y lisonja–vulgo pelotilleros– y la prensa idiotizante de una derecha trasnochada, tengan algo para decir "sobre el gesto del príncipe" en presencia del invitado. Porque a nadie se le escapa que no es muy de recibo incordiar al invitado, si de verdad lo que se dice tuviera alguna trascendencia. Así que todo queda como muy bonito, y a otra cosa. Ahora son los aduladores los que han de rematar la faena, los que le sacarán punto a todo lo que en realidad seguirá siendo romo. Porque, además, tras la "felípica", Dumbo se ha hecho el sordo a pesar de su considerables pabellones.
U. Plaza
No hay comentarios:
Publicar un comentario