La debacle del PSC, contrariamente a lo que pueda parecer, no es tal; o mejor dicho no es nueva. En realidad el PSC nunca ganó una elecciones catalanas. Y en las que se acaban de celebrar, si bien ha tenido unos pésimos resultados, era más de lo mismo, sólo que al estar en el gobierno eso lo hace mucho más visible y doloroso para sus dirigentes.
Pero desde que hay libertades políticas jamás el PSC ha sabido ocupar su espacio, que debiera haber sido el socialista. Pero en su seno conviven–es un decir–los socialistas con los nacionalistas; y aunque éstos no representan a nadie, o se representan a ellos mismos, en la dirección, a varios niveles del organigrama, tienen un inmenso poder e imponen sus tesis, que son perfectamente intercambiables con el otro gran partido de la derecha nacionalista, CIU, como hemos podido sufrir en las dos legislatura del Tripartito, más incluso en la última.
EL PSC, por su propios orígenes, cuando el PSOE permitió que una amalgama de sectores de la burguesía se hicieran con el reciente inventado partido, y por la debilidad en Cataluña del PSOE, hizo que en lugar de crear un partido socialista parieran una especie de híbrido. El invento originario podría haber ilusionado a algunos, pensando que de esa forma podrían abarcar a un electorado más amplio, con sectores de la burguesía progresista de aquel momento, que hasta se sentía feliz llamándose socialista.
La idea no estaba mal para una socialdemocracia inexistente, mucha de ella con orígenes del propio franquismo, que trataba de liquidar lo que quedaba de izquierda en el único partido que había luchado contra la dictadura, y con influencia entre la clase obrera. Presentarse como partido socialista y al mismo tiempo llegar a otros sectores de la burguesía que nunca votarían al PSUC, era un objetivo perfecto sobre el papel. Para eso profundizaron en los aspectos más nacionalistas y perversos de éste, convirtiendo en la práctica todas sus actuaciones en un partido más de la derecha nacionalista, salvo cuando llegaban una elecciones, que durante quince días colocaban un engañoso tinte rojo–también es un decir–trayendo a los dirigentes del PSOE para que les ayudara a vender la mercancía a los sectores olvidados de los trabajadores, entre campañas electorales.
Elección tras elección nunca lograban ganar unas lecciones catalanas. Sin embargo cuando eran las generales, cuando los ciudadanos catalanes debían votar al PSOE, era otra cosa. Entonces todas las elecciones las ganaban. No ellos, sino el PSOE, aunque los nacionalistas del PSC sacaran pecho y tuvieran la tentación de exigir un grupo parlamentario diferenciado en el Congreso, haciendo abstracción, o de forma oportunista, de que los diputados catalanes no lo eran por ser del PSC, sino del PSOE.
Pero a pesar de lo tozuda que es la realidad, el PSC, por esa sinrazón de mantener el híbrido, no ser ni una cosa ni la otra, ha ido perdiendo todas las elecciones. Y si llegó al gobierno, fue por el encaje de bolillos anti natura –con los aventureros del ERC, que venció la balanza por oportunismo, ya que la tentación de irse con sus hermanos mayores de CiU, persiste siempre–, llevado a cabo primero por el nacionalista Maragall y después, en un intento de ilusionar a los votantes de izquierda y charnegos, con Montilla.
No habían ganado las elecciones, pero habían tenido buenos resultados. Accedieron a la presidencia de la Generalitat. Pero en lugar de mostrar ante su electorado la cara socialista, sin duda mayoritaria entre éste, mostraron la nacionalista hasta la irracionalidad, para contentar a los de ERC, y en menor medida a ese otro híbrido IC, nacido tras la demolición del PSUC, y ocupados sus cargos por los que la gente llama ecopijos.
Elaboraron leyes incompresibles que sólo aumentaba el enfado de su electorado. Y aunque unos días antes de las elecciones repudiaron el Tripartito, que se mostró como un gallinero donde cada uno hacía la política que le convenía a su tribu, ya no estaban a tiempo de convencer de sus bondades por más que cambiaran el discurso. La gente se le puede engañar, pero no eternamente. Y han vuelto a donde estaban: a su eterna oposición.
Elaboraron leyes incompresibles que sólo aumentaba el enfado de su electorado. Y aunque unos días antes de las elecciones repudiaron el Tripartito, que se mostró como un gallinero donde cada uno hacía la política que le convenía a su tribu, ya no estaban a tiempo de convencer de sus bondades por más que cambiaran el discurso. La gente se le puede engañar, pero no eternamente. Y han vuelto a donde estaban: a su eterna oposición.
Porque, aunque CiU, por el efecto que ha tenido el hundimiento de ERC, que muchos de sus votantes le han votado al partido de la derecha, y haya tenido buenos resultados, no hay que olvidar que el PSOE en las generales, obtiene más de 1.600.000 votos, muy por encima de los de CiU. Y que el efecto multiplicador y la ley electoral le hubiera otorgado la mayoría absoluta a un PSC socialista y volcado en su natural electorado, que en lugar de quedarse en casa manifestando su cabreo, hubiera ido a votar para evitar la llegada de la derecha al gobierno. Pero esos votante saben que durante estos años, el PSC ha sido una CiU-bis, sino la ha empeorado por la dependencia de ERC. Así que poco importaba si iban a hacer una política parecida a la pujoliana. Cataluña es mayoritariamente de izquierdas y jamás ganaría unas elecciones la derecha con un partido socialista que ejerciera de tal.
Pero a pesar de que estos datos son más que conocidos desde hace tres décadas, no corrigen el tiro y persisten en el el error, en el híbrido que sólo sirve para alimentar una suerte de partido en el que una derecha nacionalista se mantiene en él, haciendo imposible que sea lo que dice ser, un partido socialista que ilusione a los sectores de izquierda y populares; y que dirija sus actuaciones políticas hacia ellos, no pretendiendo, como hasta ahora, contentar al sector nacionalista, que nunca lo votarán masivamente, los únicos que le ven como socialista, como sí lo harían los que votan en las generales al PSOE. Pero para eso este partido, que cuadrando el círculo dice ser socialista y catalanista, debiera deshacerse de semejante dislate, y ser simplemente un partido socialista, catalán en este caso.
Si tras la debacle, el sector socialista que cohabita en la dirección del partido se hiciera esta reflexión; si empezaran a recomponer, por no decir a crear el partido socialista, sin veleidades nacionalista; se ocuparan de verdad de aquellos que los pueden aupar al gobierno, en las próximas elecciones llegarían al poder. Pero no lo harán porque el sector de la derecha nacionalista sigue dominando, a pesar de que por razones oportunistas permitieron que un charnego converso ocupara la dirección.
Y la cosa no es baladí. Porque no se trata sólo de las elecciones a la Generalitat; está en juego la Alcaldía de Barcelona, que muy probablemente caiga en manos de CiU, que será tan catastrófico o más que la perdida de la Generalitat que nunca tuvieron por derecho propio. Barcelona es muy importante. Y ya sabemos lo que representa la conquista por la derecha de la Comunidad y del Ayuntamiento. Madrid está como espejo donde ya ni se recuerda desde cuándo.
Pero a pesar de que todo esto es sabido, en realidad, es fácil apostar a que lo que harán los dirigentes del PSC, será remar en sentido contrario: ir más hacia el "soberanismo" o nacionalismo, exigir grupo parlamentario en Madrid como forma de afirmar su independencia, desligarse del PSOE para visualizarla, hacerse más nacionalista, hasta las próximas elecciones en que pedirán la ayuda del PSOE para ver si en unos días mueven el voto obrero, y así, de soberanismo en soberanismo, hasta la siguiente derrota. Es la norma del PSC.
U. Plaza
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