En aquellos tiempos, para cuando el terror se extendió por toda Europa, previamente habían conseguido la colaboración de los diversos gobiernos a su servicio, ya todo fue calculadamente acelerado.
Primero fueron a por Grecia, el eslabón que consideraron más débil. La ocuparon, la descuartizaron y la esclavizaron; la convirtieron en tierra conquistada para el recreo de unos cuantos. Nosotros no dijimos nada porque nos pareció bien; ya el gobierno invasor, el que considerábamos nuestro, nos había enseñado que los griegos eran unos derrochadores y unos vagos que habían vivido de nuestro dinero y merecían que se les hiciera lo que les estábamos haciendo, como correctivo.
Nadie nos explicó que en otra época habían sido los griegos los que nos perdonaron la deuda a nosotros, a pesar de que habíamos sido los responsables del desastre ocasionado a Europa, con millones de muertos.
También a nosotros nos habían bajado el salario con el apoyo de los que decían ser nuestros defensores, los socialdemócratas, junto a los conservadores sin diferencia. Y dijeron que era para poder solucionar el déficit griego, con lo que nuestra indignación se dirigió hacia los griegos, no hacia los que nos habían bajado el sueldo.
Así que aceptamos de buen grado lo que se le estaba haciendo a Grecia, “para consolidar la Unión Europea”, apretándole, aún más, las tuercas a "esa pandilla de irresponsables griegos que querían que nosotros los mantuviéramos". Algo nos pareció raro, lo que nos recordaba otros tiempos, pero cómo nosotros no éramos griegos, no nos preocupamos.
Después fueron a por Portugal. La ocuparon, la descuartizaron y la esclavizaron; la convirtieron en tierra conquistada para el recreo de unos cuantos. Nosotros no dijimos nada porque nos pareció bien; ya el gobierno invasor, el que considerábamos nuestro, nos había enseñado que los portugueses, como los griegos eran unos derrochadores y unos vagos que habían vivido de nuestro dinero y merecían que se les hiciera lo que les estábamos haciendo, como correctivo.
Nadie nos explicó que en otra época habían sido los portugueses, como los griegos, los que nos perdonaron la deuda a nosotros, a pesar de que habíamos sido los responsables del desastre ocasionado a Europa, con millones de muertos.
También a nosotros nos habían bajado el salario, con el apoyo de los que decían ser nuestros defensores, los socialdemócratas, junto a los conservadores sin diferencia; y dijeron que era para poder solucionar el déficit portugués y griego. Con lo que nuestra indignación se dirigió hacia los portugueses y hacia los griegos, no hacia los que nos habían bajado el sueldo.
Así que aceptamos de buen grado lo que se le estaba haciendo a Portugal y a Grecia, “para consolidar la Unión Europea”, apretándole, aún más, las tuercas a "esa pandilla de irresponsables que querían que nosotros los mantuviéramos". Algo nos pareció raro, que nos recordaba otros tiempos, pero cómo nosotros no éramos ni portugueses ni griegos, no nos preocupamos.
Después fueron a por España. La ocuparon, la descuartizaron y la esclavizaron; la convirtieron en tierra conquistada para el recreo de unos cuantos. Nosotros no dijimos nada porque nos pareció bien; ya el gobierno invasor, el que considerábamos nuestro, nos había enseñado que los españoles, los portugueses y los griegos eran unos derrochadores y unos vagos que habían vivido de nuestro dinero y merecían que se les hiciera lo que les estábamos haciendo, como correctivo.
Nadie nos explicó que en otra época habían sido los españoles, portugueses y griegos, los que nos perdonaron la deuda, a nosotros, a pesar de que habíamos sido los responsables del desastre ocasionado a Europa, con millones de muertos.
También a nosotros nos habían bajado el salario, con el apoyo de los que decían ser nuestros defensores, los socialdemócratas, junto a los conservadores sin diferencia; y dijeron que era para poder solucionar el déficit español, portugués y griego. Con lo que nuestra indignación se dirigió hacia los españoles, portugueses y griegos, no hacia los que nos habían bajado el sueldo.
Así que aceptamos de buen grado lo que le estábamos haciendo a España a Portugal y a Grecia, “para consolidar la Unión Europea”, apretándole, aún más, las tuercas a "esa pandilla de irresponsables que querían que nosotros los mantuviéramos". Algo nos pareció raro que nos recordaba otros tiempos, pero cómo nosotros no éramos ni españoles ni portugueses ni griegos, no nos preocupamos.
No tardaron mucho y fueron a por Italia. La ocuparon, la descuartizaron y la esclavizaron; la convirtieron en tierra conquistada para el recreo de unos cuantos. Nosotros no dijimos nada porque nos pareció bien; ya el gobierno invasor, el que considerábamos nuestro, nos había enseñado que los italianos, españoles, portugueses y griegos eran unos derrochadores y unos vagos que habían vivido de nuestro dinero y merecían que se les hiciera lo que les estábamos haciendo, como correctivo.
Nadie nos explicó que en otra época habían sido los italianos, los españoles, los portugueses y los griegos, los que nos perdonaron la deuda, a nosotros, a pesar de que habíamos sido los responsables del desastre ocasionado a Europa, con millones de muertos.
También a nosotros nos habían bajado el salario, con el apoyo de los que decían ser nuestros defensores, los socialdemócratas junto a los conservadores sin diferencia; y dijeron que era para poder solucionar el déficit italiano, español, portugués y griego. Con lo que nuestra indignación se dirigió hacia los italianos, españoles, portugueses y griegos, no hacia los que nos habían bajado el sueldo.
Así que aceptamos de buen grado lo que le estábamos haciendo a Italia, España, Portugal y a Grecia, “para consolidar la Unión Europea”, apretándole, aún más, las tuercas a "esa pandilla de irresponsables que querían que nosotros los mantuviéramos". Algo nos pareció raro que nos recordaba otros tiempos, pero cómo nosotros no éramos ni italianos, ni españoles ni portugueses ni griegos, no nos preocupamos.
Sin tregua fueron a por Francia que se creía parte de los que decidían. La ocuparon, la descuartizaron y la esclavizaron; la convirtieron en tierra conquistada para el recreo de unos cuantos. Nosotros no dijimos nada porque nos pareció bien; ya que el gobierno invasor, el que considerábamos nuestro, nos había enseñado que franceses, italianos, españoles, portugueses y griegos, eran unos derrochadores y unos vagos que habían vivido de nuestro dinero y merecían que se les hiciera lo que les estábamos haciendo, como correctivo.
Nadie nos explicó que en otra época habían sido los franceses, los italianos, los españoles, los portugueses y los griegos, los que nos perdonaron la deuda, a nosotros, a pesar de que habíamos sido los responsables del desastre ocasionado a Europa, con millones de muertos.
También a nosotros nos habían bajado el salario, con el apoyo de los que decían ser nuestros defensores, los socialdemócratas junto a los conservadores sin diferencia; y dijeron que era para poder solucionar el déficit francés, italiano, español, portugués y griego. Con lo que nuestra indignación se dirigió hacia los franceses, italianos, españoles, portugueses y griegos, no hacia los que nos habían bajado el sueldo.
Así que aceptamos de buen grado lo que le estábamos haciendo a Francia, Italia, España, Portugal y a Grecia, “para consolidar la Unión Europea”, apretándole, aún más, las tuercas a "esa pandilla de irresponsables que querían que nosotros los mantuviéramos". Algo nos pareció raro que nos recordaba otros tiempos, pero cómo nosotros no éramos ni franceses ni italianos, ni españoles ni portugueses ni griegos, no nos preocupamos.
El resto de países europeos, creyéndose inmunes, habían vivido al margen de los problemas de griegos, portugueses, españoles, italianos y franceses; fueron fácilmente dominados sin esfuerzo. Todos ellos aceptaron su inferioridad, sin rechistar.
Llegado hasta aquí, nos dimos cuenta de que éramos nosotros, los trabajadores alemanes, los próximos a expoliar, porque los expoliadores de griegos, portugueses, españoles, italianos y franceses, habían sido los mismos grandes depredadores de nuestro país, y nos iban a aplicar sus recetas a todos. Y nos recordaba cómo aquello ya se intentó en otros tiempos, con desastrosos métodos distintos, pero igualmente eficaces para los depredadores.
Entonces nosotros reaccionamos y quisimos oponernos a semejante retroceso social y liquidación de las libertades, para beneficio de una minoría de insaciables banqueros. Pedimos ayuda para hacer un frente democrático a griegos, portugueses, españoles, italianos y franceses. Pero, como no hicimos nada cuando éstos nos la pidieron a nosotros, ahora ellos, ya esclavizados, no estaban en condiciones de ayudarnos. Sólo cabía la resistencia para recuperar la civilización asesinada.
(En recuerdo de Martin Niemöller)
Ubaldo Plaza