martes, 11 de octubre de 2011

NOS ARRASTRAN AL PASADO


En España las clases dominantes siempre han ido siglos detrás del tiempo que les correspondía. El apego a sus privilegios parasitarios siempre han estado por encima de los intereses del país, incluso a sabiendas de que con esa actitud, a la larga, era negativo para  esas mismas clases, que de esta manera perdían el tren de la Historia. 

Siempre han preferido saborear su cómodo presente a apostar por el futuro; nunca han sido capaces desembarazarse de la pesada rémora de báculo, al que han tenido como aliado para mantener a las masas en la mayor ignorancia posible. Incluso ni cuando parecía que se daba un paso en dirección a la modernidad apostaron por ésta.  Han sido incapaces de colocar a la Iglesia católica–freno de todo desarrollo a través de los siglos– en el sitio que le correspondía, y ésta mantuvo sus privilegios, como sucedió tras la llamada transición, cuando la mayor colaboradora de la dictadura salió indemne de ella, cuando no aumentados; más, con el apoyo de aquellos que debieran haber sido los primeros en exigir la laicidad del Estado. Y si entonces eso no fue posible por estar aún en alto la espada de la dictadura en manos de los herederos del dictador, sí debía haberse hecho durante las más de tres décadas transcurridas. También esos supuestos modernos demócratas han preferido unirse al freno social. El último gobierno  socialista, incumplió, entre otros muchos, su promesa de una ley de libertad religiosa que avanzara en la buena dirección.

Durante la larga noche catolico-fascista, por la que las clases dominantes apostaron, derribando la República y provocando la guerra, España estuvo sumida, en cuanto al pensamiento, en la oscura Edad Media. La inmensa mayoría de la gente ilustrada, nuestros intelectuales, artista y científicos, tuvo que huir para escapar de la barbarie de la dictadura de los militares, falangistas y báculos que infestaban el país de intolerancia y represión. 

 Los agobios de la dictadura,  para paliar el creciente paro,  hizo  que se iniciara la exportación de mano de obra hacia los países de la Europa que se desarrollaban a pasos agigantados tras la devastación de la S. Guerra Mundial. Aquella mano de obra, mayoritariamente sin cualificar, procedente del campo, supuso un alivio para la dictadura que le permitió enmascarar el paro.  

Nuestra mano de obra participó en el desarrollo de esos países de Europa, cuando debiera haberlo hecho para desarrollar el propio, uno de los más atrasados en todos los sentidos. Pero le era más cómodo al sistema, a la dictadura, a la misma clase dirigente de ahora, no lo olvidemos, recibir las cuantiosas remesas en divisas exportando modernos esclavos, que apostar por un desarrollo propio.

Las cosas no han cambiado mucho tras el señuelo de modernismo tras la dictadura;  hemos sido capaces de crear la juventud más preparada de toda la historia de España, salvando un siglo de oscurantismo en unas pocas décadas. Pero como antes, esa juventud se encuentra con que todo ha sido un engaño como lo fue la transición para los que la vivimos, y se le niega su recompensa al esfuerzo del estudio; se le niega su derecho al futuro. Las clases dominantes, como sucediera ayer, que dejaron que lo mejor de nuestros pensadores  huyera de su país para no perecer bajo el hacha de la dictadura, o silenciados por la intolerancia religiosa. 

Hoy, Como antaño, miles de jóvenes se ven forzados a marcharse fuera para que sean reconocidos sus méritos, ante la vacuidad  de una clase dirigente mediocre y corrupta, que no ofrece a los jóvenes –muchos de ellos con varias carreras universitarias y técnicas de primer orden–, otra alternativa que la de trabajar, en el mejor de los casos, en trabajos muy inferiores a su capacidad y por sueldos de miseria que coartan su desarrollo como persona, que lo frustran,  y que le impide independizarse y dejar de depender de sus padres cuando ya pasan la barrera de los 35 años y más. Eso si no son parte de ese 45% de jóvenes en paro. 

Una vez más, nuestras fuerzas productivas, nuestros trabajadores y nuestra intelectualidad, nuestra ciencia –de la que, de vez en cuando, hipócritamente, la clase dirigente elogia, cuando salta a la fama alguno en el extranjero –, irán a engrosar las filas de los que ayudarán al desarrollo de otros países, en detrimento del propio por falta de oportunidades. Una vez más la clase dirigente y sus mediocres servidores políticos con poder en las instituciones copadas por ellos, prefieren el cómodo presente parasitarios de unos cuantos, muy bien remunerados y corruptos, a apostar por un futuro donde quepan todos. 

Una vez más prefieren apropiarse de todo lo público, para enriquecerse unos cuantos–como estamos viendo con la Sanidad y la Enseñanza Públicas– sin escrúpulos ni principios que los frene en su expolio, que apostar por un futuro colectivo, de libertad,  y de ilusión. La Clase dirigente con la ayuda valiosa  de sus servidores, los políticos con poder antidemocrático, por ser antidemocrática la ley electoral, entre otras muchas cosas, apuestan por volver al pasado. Por liquidar derechos conquistados con mucha sangre derramada, mucha tortura y cárcel. Por  su comodidad presente.

U. Plaza

miércoles, 5 de octubre de 2011

¿GIRO A LA DERECHA, O RETORNO A CASA?

"ERC da un giro a la derecha"


Con este titular algún periódico por falta de deseos de denunciar la situación con  otras noticias más escandalosas, como por ejemplo el estado de  la Sanidad  y la Enseñanza públicas catalanas, por el saqueo emprendido por la banda de CiU, para distraer a personal de lo que verdaderamente importa:  que la están privatizando para hacer negocio con la salud y la vida de los ciudadanos. La prensa del pesebre siempre está atenta a las necesidades del sus amos.

Porque lo del derechismo de ERC no es nada nuevo. Este partido nació como la expresión política de la pequeña y mediana burguesía catalana, de esa burguesía siempre ambivalente y que en los momentos históricos, cobardemente decide vencer la balanza hacia un lado u otro, pero generalmente, o con absoluta seguridad del lado de la derecha más reaccionaria. Esa burguesía, timorata y cobarde, en realidad a quien le tiene miedo es a las clases populares, aunque sabe muy bien que su verdadero enemigo es  la oligarquía, la gran derecha, aunque por sus intereses se disfrace de patriotera, como llevamos viéndolo en CiU. Pero es incapaz de comprenderlo. Y esa pusilanimidad le hace, una y otra vez, a lo largo de la historia, fundirse con la gran burguesía, para machacar a las clases populares, o si más no, para impedirles que avancen en la sociedad en sentido democrático y conquista de sus derechos, o como sucede ahora, evitar que los liquiden.

Cuando se celebraron las primeras elecciones al parlamento de Cataluña, en aquella ocasión en que estaba como jefe de la formación Heribert Barrera, que pudo haber vencido la balanza hacia la izquierda, prefirió hacerlo en favor de la CDC de Pujol, es decir la derecha más reaccionaria revestida entonces  de populista, cuyas consecuencias en el deterioro de las clases populares son evidentes.  


Cierto que el partido socialista,  resultó tan de derechas y nacionalista como CDC, por cuyo motivo nunca fue capaz de ganar unas elecciones catalanas, pero eso entonces no lo sabíamos; aunque podíamos haberlo intuido por los personajes que lo dirigían, esto es, un sector la burguesía catalana. Pero de todas formas ERC optó por la derecha más reaccionaria y evidente, antes que intentar abrir un camino progresista a las aspiraciones populares, largamente pisoteadas, por la misma burguesía, otrora franquista.

Ahora, tras el desastre y fragmentación del partido que tiene más generales dispuestos a dirigir la tropa que tropa propiamente dicha, vuelve por sus fueros a la casa madre, para ver si de esta manera logran afianzarse aunque sea a nivel personal de sus dirigentes, que a otra cosa no podrán aspirar porque serán fagocitados por su poder económico, objetivo largamente acariciado por los oligarcas convergentes. 


Ya sucedió con el inefable Seis Alas, Àngel, Colom i Colom, que siendo un casi ultra izquierdista de pose y boquilla, no tuvo problemas en bajar la cerviz e integrarse en el partido que unos días antes había puesto de vuelta y media; y lo hizo para enjugar sus deudas. Y habrá que ver que dicen al final los tribunales de sus fidelidades y relaciones con el saqueador del Palau,  Félix Millet, el que le echó una manita para solventar sus problemas, cuya acción no parece ajena a la Casa Gran de la derecha. 

Una vez desahuciada ERC de la primera línea, muchos de los antiguos jefes–algunos hasta abandonando el partido con una jubilación dorada que jamás pudieron soñar– aparece en escena un personaje con menos tablas políticas que la jaula de una canario, como jefe de los restos del naufragio. Y como era de prever, también vuelve a casa, a la casa de la derecha pura y dura. Y lo hace en el  momento en que esta derecha se ha quitado todas las caretas y complejos y aplica las políticas más reaccionarias en favor de los especuladores. De haberlo hecho en otra época habría quedado algo disimulado con el disfraz de patriotero.

Y como era previsible, no sabemos sin de buen grado o por obligación, han aceptado pasar por las horcas caudinas de tener que aceptar sin rechistar el saqueo que sus nuevos socios, por no decir jefes, están llevando a cabo contra la Sanidad y la Enseñanza públicas, y contra el patrimonio  público acumulado.

Así que en realidad no es que ERC haya dado un giro a la derecha. Es que siempre fue un partido de una parte de la derecha, pero que trató de venderse como izquierda, ,pretendiendo que algo tan reaccionarios como el patrioterismo casara con los intereses populares. Y hasta algunos ingenuos se lo llegaron a creer, como si el hábito–el nombre– hiciera al monje. Ahí está el PSC para desmentirlo, que hasta se llama socialista.


U. Plaza


lunes, 3 de octubre de 2011

CORTINAS DE HUMO

Que la desafortunada ocurrencia de un personaje tan mediocre  como Artur Mas, haciendo burla de las formas de hablar  de los españoles de Andalucía,  Galicia o Aragón el castellano, haya tenido tanta repercusión en sus  medios pesebristas, así como la respuesta de algunos políticos, entre ellos el ministro José Blanco y el presidente de la Junta de Andalucía, Griñán, no es más que una cortina de humo para mantener distraído al personal mientras le saquean sus hospitales y reducen a la escuela pública a meros centros de amontonamiento  de niños pobres por falta de recursos, al tiempo que se favorece el negocio de las escuelas privadas. 

Como es sabido las cortinas de  humo son los medios utilizados por toda la fauna política de los gobiernos para esconderse tras de ella en todo momento, máxime cuando cada día hay más protestas del ciudadano, víctima de sus negocios, y su sumisión a los intereses de los mercaderes.

Sucede ahora con semejante desliz de un hombre al que en ese terreno hay que dispensar, porque el pobre no da para más, ya que como es sabido el cargo de president de la Generalitat es un traje que le viene muy grande, y no deja de meter la pata cuando se sale del guión que le marcan los potentados que le mandan y ha de improvisar por su cuenta. 

Ahora ha sido esa metedura de pata despreciativa que define al personaje y muestra lo que realmente piensa esta derecha limitada y alicorta, pero descaradamente ambiciosa y mercantil.  No hay que olvidar que la derecha–ya ultraderecha– que así mismo se llama nacionalista,  en realidad esa cuestión le importa un bledo, por no ser más que su instrumento principal para embaucar a ingenuos de buena fe que se lo creen, cuando lo que de verdad interesa a los mercaderes son sus cuentas corrientes. Y que por lo tanto que la gente caiga en la red de pasar por alto lo principal: que le están dejando sin Sanidad y sin escuela Pública dignas de tal nombre en una país supuestamente moderno.

Sacan a la palestra la cuestión de la lengua, creando un problema institucional, cuando no lo hay en la calle, o cualquier otra cosa que les sea rentable, cuando sabemos que también eso es una cortina de humo para sus negocios. Pero lo lamentable es que esta derecha saqueadora es capaz de poner a su lados a los partidos que así mismos se llaman de izquierda y hasta los sindicatos que olvidaron hace tiempo de cuál es su misión, logrando que a través de su patrioterísmo farsante se anule todo el potencial que debieran dedicar para denunciar el saqueo de lo público y a movilizar a los ciudadanos contra los saqueadores.  

Sin embargo la derecha ha logrado que a la hora de la verdad todos esos partidos, y sobre todo los sindicatos, estén ausentes de la protesta, al tiempo que van como corderillos en la misma dirección que le manda los lobos que nos están devorando. Porque no es de recibo que los que se dicen defensores de los intereses populares y de los trabajadores, vayan de la mano de los saqueadores, en nada y por nada; ir con ellos es traicionar sus ya bastante maltrechos ideales.  Cualquier connivencia con los privatizadores es un engaño a las clases expoliadas. 

Mientras en Cataluña están desmantelando la Sanidad  y la Enseñanza públicas, para hacer negocios con la salud y el futuro de los ciudadanos no se puede aceptar ningún trato más que de la movilización contra sus pretensiones de negociantes. Y entrar al trapo de sus  cortinas de humo es engañar al ciudadano, que mientras tanto ve que no tiene organizaciones que los defienda del afán privatizador, más que al movimiento popular de protesta 15-M. 

U. Plaza

viernes, 30 de septiembre de 2011

LA ESCLAVITUD PERMANENTE

Como es sabido en la antigua Roma la economía estaba basada fundamente en el trabajo de la mano de obra esclava. Y también que si  un ciudadano libre contraía una deuda con otro, y  no podía saldarla en el tiempo establecido, el deudor quedaba a meced del prestamista como esclavo.  Así era la ley y como tal contaba con el apoyo incondicional de la misma y de todos los poderes del Estado. 

Esto, dicho así puede parecer algo tremendo y de hecho lo era para los esclavizados ciudadanos; pero la reflexión que a veces solemos hacer es que, claro, tal barbaridad sucedía en un  sistema esclavista, imperante entonces. Y  además de que eso sucedía hace entre veinte y veinticinco siglos. Y que claro, entonces los derechos ciudadanos estaban muy limitados.

Nada más lejano a la realidad. Hoy, salvo pequeños matices las cosas siguen igual, e incluso en algunos aspectos han empeorado. Si un ciudadano español tuvo la ocurrencia de haber deseado tener una vivienda digna–creyéndose lo que dice la Constitución que como sabemos no se cumple en la mayoría de los artículos que le favorecen al ciudadano– y se le  ocurrió acercarse a un centro de usura llamados bancos, le habrán convencido para que en lugar de tomar un préstamos suficiente para la compra de su vivienda, lo hiciera por mayor cantidad, con lo que los usureros ganaban mucho más con el mismo esfuerzo.

Pero debido a que los ambiciosos usureros quisieron ganar mucho más de lo ya escandalosamente ganado, provocaron el desmadre de una economía ya en sí desmadrada por lo de la injusticia que genera empobreciendo a los más pobres y enriqueciendo a los más ricos.

Lo que dice el sentido común es que esas prácticas son delictivas, por lo que dichos usureros debieran haber sido puestos ante los tribunales y que pagaran por su fechorías. Eso si en realidad no estuviéramos hablando de los verdaderos amos de todo. También de las voluntades de los gobernantes a su servicio. 

Pero, no. Lo que se hizo y se sigue haciendo es premiar la delincuencia de los usureros. Y una vez pasado el primer cuatro de hora, con montones de millones de dinero público a su disposición, volvieron  a los suyo, esto es la usura, además con chulería de inmunes e intocables, naturalmente con el incondicional apoyo de sus empleados los grandes políticos, que para eso los han elegido, una vez pasado el paripé  de las elecciones, en las que el ciudadano elige a unos políticos para que inmediatamente estos se pongan al servicio de los financieros y sus negocios, sean los de apropiarse de la sanidad o la enseñanza, sea para otros negocios. 

Y ahora es cuando entra en liza visualizándose crudamente el sistema romano de esclavitud, que no es tan romano, sino muy español. Como el ciudadano que ha pedido el crédito para estar conforme con la incumplida Constitución, también en cuanto al derecho al trabajo, ha perdido éste y  se ve imposibilitado de cumplir con el compromiso de abonar la parte de la usura a la que se había comprometido. 

Ante este hecho insólito si nos atenemos a la letra de la ya tan manida e incumplida Constitución de papel mojado en cuanto  a derechos ciudadanos, entra a saco  protegida por la ley, que no por la justicia, la organización de los usureros, con todo el aparato del Estado contra el humilde ciudadano candidato a esclavo. 

Porque cuando  el ciudadano no puede hacer frente a la deuda, tras todas las liturgias y chalaneos preceptivos, es expulsado de su casa, sin importar que haya ancianos niños o enfermos; y además como las triquiñuelas leguleyas están a cabo de a calle, los usureros se las apañan para que la vivienda que ellos mismos tasaron a un precio, quede reducido a la mitad o menos, con los que el ciudadano no sólo se queda sin vivienda, sino que queda esclavizado por la deuda restante de por vida y hasta sus hijos e incluso sus nietos, y además con el apoyo incondicional de los poderes políticos, a los que importa más favorecer a los usureros que a los ciudadanos a los que supuestamente representan.

Cómo en la antigua Roma, el ciudadano queda esclavizado por el prestamista–por el banquero y el político a su servivio–. Así que no han cambiado tanto las cosas como algunos alegremente podrían pensar. Todo lo contrario, han empeorado. Porque el antiguo prestamista romano tenía la obligación de mantener al esclavo que seguía trabajando para él, con lo que la situación era menos agobiante que la que disfrutamos con el esclavismo modernos, que lleva al pasto del hambre a los esclavos, en un sistema al que incomprensiblemente y contra la lógica hasta del leguaje, llaman democracia. En la antigua Roma a nadie se le ocurría decir que había una ley que estuviera por encima de evitar la esclavización del deudor. Hoy sí lo dicen a pesar de las evidencias.

Porque ahora, sin embargo, los empleados de los grandes usureros financieros, los políticos con mando, nos aseguran que hay derechos, como el de tener una vivienda. Pero favorecen al usurero hasta con fuertes fuerzas represivas, que llegan a la mayor inmoralidad si de moral se pudiera hablar en un sistema ya en sí inmoral y corrupto de raíz como el que padecemos, para impedir que la solidaridad de los ciudadanos pueda evitar la gran injusticia de echar a la calle a las  personas, favoreciendo a los millonarios culpables de la crisis, convirtiéndolo a los humildes en delincuentes y sin importarles nada más que favorecer a aquellos que son  los que sacan tajada de la situación y  los que dan las órdenes de verdad, las mismas que obedecen con sumisa lealtad.

Lo de la esclavitud de los ciudadanos no ha cambiado. Sólo el escenario y con matices cada vez menos marcados. En todo caso lo que persiste es mayor grado de hipocresía entre los que ahora nos pedirán el voto, para de inmediato tras el circo electoral, volver a ponerse al servicio de los esclavistas, expulsarnos de nuestras viviendas, eliminando derechos ciudadanos y saqueando el patrimonio público. 

U. Plaza

sábado, 24 de septiembre de 2011

LA (AUMENTADA) CENSURA QUE VIENE

La pretensión de los partidos políticos y algunos de sus acompañantes en controlar todavía más los espacios informativos de la radio televisión públicas entra dentro de la lógica de una dictadura que pretenden vendernos como democracia. Lo llaman democracia y no lo es, se grita en las calles de toda España.

No es creíble que hayan sido los comisarios políticos de los partidos y de algunos sindicatos que disfrutan del control de Radio Televisión Española, los que por su cuenta y riesgo hayan decidido aumentar la mordaza a los informativos. No es creíble en un a partitocracia  en la que nadie da un paso sin que el jefe o jefes que barajan y dan las cartas, decidan quien juega y quien no, y en qué lugar; sabiendo como saben, que el jefe es quien reparte prebendas por tener el control de la llave del cajón del pan.  

No se les escapa nada como hemos podido ver ante el disparate antidemocrático perpetrado contra la Constitución y contra todos los españoles por Zapatero y su supuesto contrincante, Rajoy,  ahora  servidores ambos de los que arruinan  a los pueblos, del Fondo Monetario Internacional. 

Ninguno, salvo Antonio Gutiérrez, antiguo secretario general de Comisiones Obreras hasta que descubrió los beneficios de una  socialdemocracia, que nunca fue, se ha atrevido a contradecir al jefe y votar en conciencia y por la democracia. Ni siquiera el ahora candidato, Pérez Rubalcaba, que promete lo ya prometido, y  que nunca tuvo ni tiene intención de cumplir, porque  las promesas en las campañas no comprometen a nada. Sí se comprometen con la delincuencia financiera, como sabemos ¡Y vaya si cumplen con ellos!

Se comprende que al PP no le guste que lo profesionales de la información tengan la cuerda muy larga. Seguramente  ellos son más de los telediarios y del NO-DO en el que el galán por excelencia era el caudillo. Y se comprende porque ese será sin duda su futuro modelo, con pequeñas variantes, que pretenderá aplicar en cuanto España vuelva a ser suya por mor de un sistema electoral antidemocrático que impone el bipartidismo. 

Se comprende también que la ultraderecha catalana de CiU, ya echada al monte sin careta, tan proclives ahora a pactar con los peperos, olvidándose de las puestas en escena y de la teatralidad hipócrita de Artur Mas, con notarios de por medio, sean proclives a la censura. Es normal en su política del negocio que es a lo que de verdad se dedican. 

No les interesa que se les escape lo más mínimo y que algún desconsiderado periodista fuera de control de su pesebre–tan abundante en Cataluña donde no hay prensa libre digna de tal nombre, y siempre al lado del poder justificando todas sus tropelías–, explique hasta qué punto está llegando el saqueo de la Sanidad  Pública; muestre el estado lamentable de los hospitales donde la humillación y la falta de intimidad de los pacientes en los pasillos como en Valle Hebrón es la norma.  O  que las escuelas carezcan de medios mientras siguen dándole ingentes cantidades de dinero a las privadas y a las religiosas, saqueando lo público para privatizar ambos servicios fundamentales; y que recuerdan la situación de hace más cuarenta años. Así que se comprende que a unos mercaderes les moleste la libertad relativa existente, que ponga al descubierto su verdadera faz y sus políticas de expolio.

También se comprende que al PSOE–que a ver cuándo se deciden a cambiarle el nombre y le quitan, por lo  menos, las últimas tres letras, para que el lenguaje coincida con la realidad–le interese que no se airee demasiado su desastrosa política para las clases populares. Y si la propuesta viene del PP, miel sobre hojuelas. Por eso se abstuvieron como si la libertad de expresión pudiera discutirse. Y como hicieron con la votación en el parlamento Europeo por lo de los vuelos de lujo, rectificaron tras el escándalo, no antes.

Desconocemos qué ventajas puede lograr ERC con la censura, aunque sólo sea porque, cierto o no, siguen ostentando el nombre de esquerra y  republicano, que se da de hostias con la censura pretendida.

Mucho menos se puede comprender que el delegado de Comisiones no haya alzado la voz tronante  y escandalizada ante la pretensión de tapar la boca a los informadores, en definitiva para censurarlos y evitar que los ciudadanos podamos saber algo de lo que se cuece a nuestras espalda, o a costa de ellas. Sólo se nos ocurre que  la cúpula de este sindicato–no los afiliados que sufren como todo el mundo sus decisiones– otrora combativo y exento de burocracias, ahora está tan acostumbrado a revolcarse entre los poderes y sus estercoladas alfombras patronales y banqueriles, que ya no saben distinguir ni para qué fueron creadas las CC.OO.  Que se vienen agachando  tantas veces que cuánto más lo hacen más se les ve el culo. 

Al final resulta que tan solo Izquierda Unida, con la rara avis de UGT, que en esto ha estado en su sitio,  ha sido el único partido que ha tenido claridad de ideas democráticas de lo que hay que hacer ante el intento de la derecha–toda la derecha, llámese como se llame, que como sabemos hoy el nombre nada tiene que ver con los contenidos, de implantar ya el sistema de desinformación y censura que nos espera. 

U. Plaza



jueves, 15 de septiembre de 2011

EL OCASO DE UN SALTIMBANQUI

Rodríguez Zapatero, el neófito que llegó a presidente del gobierno por todo un encadenamiento de casualidades y errores del soberbio Aznar, pasará a la historia, seguramente por unas razones muy alejadas de las que pudo pensar cuando por aquellas carambolas, y apoyos, todo hay que decirlo, de la derecha del partido socialista catalán –Pasqual Maragall–, sino  por ser el que se convirtió en el mercenario  y ejecutor de los grandes depredadores financieros. Jamás ningún político pudo tener una retirada menos honorífica y contraria a lo que, al menos sobre el papel, decía ser, en el ocaso de su carrera, además de forma precipitada y siendo aún joven. 

Es malo creerse dotado del favor de los dioses, como seguramente creyó   aquel 16 de noviembre de 1997 cuando fue elegido como secretario general del PSOE, sin darse cuenta de que había otros mejor situados, y visto el resultado, seguramente mejor preparados. Pero ya se sabe, cuando a alguien le ataca la soberbia, los dioses le empujan al abismo de la ceguera, para que abunden en ella. Y nuestro hombre no se percató en ningún momento, de que lejos de ser el candidato mejor preparado para una tarea titánica, como era pasar de la nada, de diputado anónimo, silencioso y prácticamente desconocido, a candidato a presidente, que requería algo más que un deseo, una pose o un aparente talante que al final  dilapidó, o ni siquiera fue. 


No lo tenía difícil. Y algunos de los barones de su partido jugaron a que se quemara, viéndolas venir, a la espera de mejores oportunidades, que calculaban, como mínimo, aquella legislatura y la siguiente. Pero el zorro Maragall, que encabezaba la delegación del indefinido, pero aparentemente socialista, increíble por sus  actuaciones, PSC de la taifa catalana, muy escorado a la derecha nacionalista, pensó que nunca tendría mejor ocasión que aquella de apoyar y colocar a un candidato con pocas tablas y  manejable como el novato leonés. 


Sabía Maragall que el desconocimiento de la realidad española, y sobre todo su desconocimiento de la verdadera esencia marrullera  y mercantil y reaccionaria del nacionalismo catalán que infectaba e infecta el PSC, le permitiría sacar tajada del él. Así que el maquiavélico ex alcalde olímpico, con vistas al futuro decidió apoyarlo,  porque otra cosa aún no estaba madura. 


Y contra todo pronóstico salió elegido con una diferencia de 9 votos con el fundamentalista, más cercano a la España profunda que a un socialista, ni siquiera de un socialdemócrata, por muy descoloridos y devaluados que estén, José Bono. 


Maragall entonces trabajaba a medio plazo. Estaba convencido de que tenían tiempo para convertirlo en su marioneta más que en su aliado, ofreciéndoles señuelos de apoyos mientras fuera secretario general, contra otros sectores o baronías del PSOE, para que, llegado el momento, asegurarse lo que siempre persiguió  el nacionalista Maragall, la derecha catalana, que en esto todos son parecidos, tengan el nombre que tengan de cara al electorado: pasar la factura en provecho de su casta, no de Cataluña, como suelen decir para vestir el discurso.

Pero desgraciados acontecimientos, como el empecinamiento del belicoso Aznar en ponerse a las órdenes de un desquiciado fundamentalista como Bush, y de los intereses del gran capital de los Estados Unidos, su entrada en la guerra de Iraq como asistente-tonto-útil "para lo que mande el amo yanqui", y el criminal atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid, unido a las mentiras del gobierno del PP, auparon al PNN de la política, a la jefatura del gobierno para  la sorpresa de todos, seguramente él incluido. 

La primera legislatura fue de una inconsciencia absoluta, sin una definición político-ideológica, con  guiños a la izquierda política, al tiempo que consolidaba políticas de derechas. 

Con la venta de su alma al diablo nacionalista Maragall, puso en marcha todo una suerte de acciones insensatas, que era incapaz de controlar, con cada vez más fugas hacia adelante, lo que complicaba su siguiente decisión. 

Pero mal que bien, y sobre todo porque frente a Zapatero había un candidato muy flojo, como el digital Rajoy, se pudo mantener y ganar las elecciones del 2008, negando la situación de crisis, poniendo en marcha toda una serie de medidas contradictorias– como el cheque bebé que beneficiaba a los que tenían más que a los que se suponía debían recibirlo, las rentas más bajas–, dándose la circunstacia de que muchas parejas ricas y hasta millonarias lo percibían mientras otras que no tenían trabajo, o con sueldos muy bajos, no lo hacían. 


Pero el giro copernicano de un supuesto dirigente socialdemócrata lo realizó cuando los buitres de las finanzas, culpables de la crisis financiera le impusieron las medidas  draconianas, que consistía en que los miles de millones defraudados por ellos, los pagaran los ciudadanos, que en ningún momento habían contraído deuda alguna. 


Zapatero, al descubrir las bondades del liberalismo económico de la gran delincuencia financiera, se sentía adulado por estos en las reuniones internacionales, sin darse cuenta de que lo hacían porque se había puesto a sus órdenes y en primer tiempo de saludo  y dispuesto a seguir  decisiones impuestas. Así que la adulación no era  porque en ningún momento lo consideraran de los suyos. 


Se dice en la jerga de ese mundo del hampa financiero, que fue valiente al tomar las medidas impopulares que tomó contra sus propios ciudadanos y contra sus propios votantes en beneficio de los dueños del gran capital. Para cualquier otra persona hubiera supuesto un insulto semejante elogio que le hubiera hecho reflexionar. No se daba cuenta que estaba cavando su tumba política, y lo que aún era peor, la de su partido que perdía los pocos signos de identidad que pudieran quedarle tras el desastre de González, el verdadero conversor del PSOE en un partido al servicio de la derecha con los votos populares de la izquierda.


Porque Zapatero tenía otra alternativa: haber rechazado las imposiciones de los culpables de la crisis, haberse dirigido al país explicándoles la situación, y convocar  un referéndum sobre lo que había que hacer, al tiempo que tomar las medidas para el encarcelamientos de los culpables de la crisis en nuestro país,  nacionalizar los bancos en quiebra por la mala gestión, en lugar de permitirles seguir aumentando sus escandalosos beneficios con dinero público. 


Zapatero pudo, en última instancia haber dimitido, negándose a aceptar las imposiciones de los culpables de las trapacerías y el desastre económico, negarse a obedecer a esos sectores que nadie ha elegido, pero que marcan la agenda de los políticos, y que  convierten a éstos en meros gestores de sus intereses. Pero prefirió aceptar eso que llaman sentido de la responsabilidad del gobernante, cuando no es más que una obediencia ciega contra los principio que se les suponía tenía, en favor de los intereses de la gran banca, y contra los millones de españoles que se convertían en rehenes y víctimas de una decisión para la que los ciudadanos no lo habían votado.


Hoy, ya desahuciado y sin credibilidad, tira la toalla, dejando a su partido, y lo que es peor, a las clases bajas, con una herencia desoladora. Y, como se sabe, cuando los partidos que se denominan de izquierdas hacen políticas de derechas, y en este caso salvajemente de derechas, el resultado es que la gente acaba preferir al original a la copia. La mayor de las veces por la desolación que aplasta a los votantes socialistas, que acaban por refugiarse en el desanimo cuando no el desespero de la abstención. El primer acto lo hemos visto en la elecciones municipales y regionales. Como lo vimos en Cataluña por el empeño de Montilla de imitar a la derecha de CiU olvidándose de quien les había dado el voto, que no fue para que se convirtiera en una mala copia del pujolimo reaccionario, mercantil saqueador.


Zapatero tira la toalla y se va con el mayor desastre que pudo haberse imaginado nadie dentro del PSOE, que en realidad no es más que lo previsible  aquel 16 de noviembre de 1997 en que, contra todo pronóstico fue elegido como secretario general del PSOE, y por ende candidato a la presidencia del gobierno. Pero no contento con la faena, la remata con otro favor a las clases más reaccionarias e insolidarias, poniéndose al servicio de la derecha con un cambio en la Constitución de la manera más reaccionaria posible: negándole a los ciudadanos la propia democracia, con un golpe de mano palaciego de acuerdo con la derecha más cavernícola de Rajoy. Y los dirigentes  de PSOE, por la inercia de la obediencia, no dicen nada sustancial contra semejante atropello, más allá de justificaciones que al final quedan en nada y haciendo  la ola al jefe. Aunque, una vez más, el jefe los haya dejado con el culo al aire.


U. Plaza 

martes, 13 de septiembre de 2011

LA BURGUESÍA CATALANA, ANTES FRANQUISTA, AHORA NACIONALISTA...CATALANA

En los años de la dictadura fascista la burguesía catalana hablaba castellano en sus casas y  era la lengua  que les enseñaban a sus hijos "porque el catalán era una lengua de estar por casa".  Cuando venía el sanguinario dictador a Cataluña, todos perdían en culo tras él,  cubriéndolo de parabienes, cardenales y obispos incluidos, naturalmente. Y hasta lo hacían alcalde honorífico de los ayuntamientos por menos que cantaba un gallo con la intención de mostrarle  al golpista de El Pardo sus "inquebrantables adhesiones".  Ahí están la hemerotecas para dar fe de cuántos empresarios y la alta, y no tan alta burguesía catalana, entonces  defendían el nacionalismo, naturalmente, el nacionalismo  español. 

Pero como siempre, los mercaderes de la derecha catalana–igual que ahora– no lo hacían por patriotismo ni por defender valores culturales, y mucho menos derechos y libertades, que ellos sí las tenían. Lo hacían porque el dictador les proporcionaba pingües ganancias haciendo leyes que  mantenían sujetos a los trabajadores, con salarios de miseria y sin derechos sindicales que les permitieran defenderse de la brutal explotación. Era lo menos que podían hacer para agradecérselo al dictador. Para eso colaboraron desde el principio en el golpe de Estado y siguieron colaborando durante toda la dictadura, salvo honrosas excepciones.

Cuando llegaba el 11 de septiembre, los únicos que salían a la calle jugándose el pellejo eran los trabajadores comprometidos en la lucha antifranquista, generalmente del PSUC,  charnegos la inmensa mayoría por no decir su totalidad; muchos de ellos que ni siquiera entendían catalán, y no digamos hablarlo. Y lo hacían por considerarlo justo, como una lucha más por la libertad;  y por  orientación de la dirección del Partido, que lo consideraba muy importante: "para que la burguesía– nos decían– el día de mañana cuando haya libertades, no se apodere la derecha del hecho nacional y margine a la clase obrera". Hoy eso parece un chiste, visto quiénes han sido de verdad los beneficiarios.

Y lo decían con esa incomprensible fórmula de "ser un partido nacional, pero no nacionalista".  Si no fuera porque algunos dirigentes que ponían más fe en este hecho que en otros que interesaban–por urgencia, como hoy– a los trabajadores, y que sí sabían lo que hacían, habría que pensar que ¡menudo ojo clínico! "para que la burguesía no se apoderara...", etc. 

Aquella burguesía de aquellos años, explotadora hasta el agotamiento de los trabajadores, en largas jornadas que rayaba la esclavitud, no le temblaba el pulso a la hora de pedir ayuda a gobierno franquista del que eran parte integrante como beneficiaria,  para reprimir a los trabajadores, que con todas las dificultades, trataban de organizarse para conquistar  mejores condiciones de vida y de trabajo. Y los jefes políticos de la dictadura en Barcelona, en Cataluña, no eran extraños personajes venidos de fuera, como la mitología nacionalista trata de hacernos creer ahora embaucando a manipulados ciudadanos, con los medios de manipulación pesebristas y subvencionados. Eran los  miembros de la clase dominante catalana que habían ayudado al golpe de Estado y se cobraban su ayuda a costa de las clases populares derrotadas. Sus nombres, castellanizados porque convenía  a sus negocios; y apellidos catalanes, conversos al falangismo local o al salismo, están ahí para quien quiera enterarse.  Aquellas grandes familias de la burguesía catalana defendían el franquismo entonces como ahora defienden el nacionalismo catalán y hasta la independencia: porque consideran que les es rentable para sus negocios. Nada más. Pensar otra cosa es de un despiste supremo, o algo mucho peor.

La burguesía catalana–como todas las burguesías–miden su patriotismo y todas sus acciones calculando su rentabilidad; y aplica sus políticas según la oportunidad, y si le conviene para el negocio. Por eso suena a oportunismo que la misma gente que de forma salvaje le  está expoliando a los ciudadanos catalanes sus derechos, quitándoles la Sanidad y la Enseñanza públicas, privatizando su patrimonio  para hacer negocios privados–como lo hacía cuando estaba el dictador–ahora se erija en defensora de "lo catalán". Y saque  la bandera de la defensa de la lengua, que mucho de ellos recordaron que era la suya y la recuperaron a corre cuita, en cuanto se le retiraron los tubos a la  momia golpista; y hubo incluso quien dos años después siguió rindiéndole honores al dictador, en castellano, naturalmente, en las instituciones catalanas, por ejemplo en el ayuntamiento de Barcelona. Y quien siguió rindiendo honores al alcalde franquista, Porcioles.

 A ellos, a los mismos que ahora parecen estar dispuestos a otra cruzada en sentido contrario de la de antaño,  les importa porque han visto que así pueden sacar mejor tajada manipulando a gentes de buena fe, como defendieron la castellana durante el franquismo, por puro oportunismo. Y ahora, como una cortina de humo, para ver si la gente se olvida del expolio emprendido y el mal gobierno de la derecha, como siempre. 

Pero lo lamentable del asunto es que esta burguesía, siempre insolidaria, haya sido capaz de poner de  su parte a los dirigentes de los partidos que se llaman de  izquierda; y hasta las desnortadas direcciones de los sindicatos, para defender lo que a ella le conviene, con gestos patrioteros, comiendo en la palma de su mano, haciendo piña con los amos del tinglado.

Entonces, en la dictadura, como ahora en esta seudodemocracia vacía de contenido, que cada vez vacían más,  son las clases populares  las que defendían la cultura, la catalana incluida, arriesgando su libertad, incluso sin ser muy conscientes de ello. Los trabajadores charnegos eran los únicos que defendían la lengua   catalana, su cultura, como un derecho. Y eran criticados por los que ahora tan gallitos aparecen, desde cómodos sillones con  remunerados sueldos, como los mayores defensores de la identidad catalana. Habrá que ver lo que acaba de hacer Fainer con La Caixa, que desmiente el discurso patriotero. 

Muchos de aquellos charnegos   pagaron cara su osadía en solitario; fueron torturados en las comisarías franquistas, y purgaron largas condenas de cárcel. Ninguno de los representantes de aquella clase dominante, cuyos herederos hoy son tan defensors de Catalunya, movió un dedo para defenderlos, todo lo contrario. Eso parece haberse olvidado por quienes no debieran hacerlo, salvo que su amnesia sea de tal calibre que hasta olviden  que la sociedad sigue  dividida en clases, más que nunca si cabe, y que los que dirigen, esta derecha expoliadora de hoy, es la misma de siempre, también la de la dictadura. Y que ir junto a ella desde posiciones populares, pretendiendo defender lo mismo, lo único que hace es incrementar la cuenta de resultados de sus réditos políticos, que en ella sólo son fundamentalmente económicos. 

Si  por desgracia se volviera atrás, nada imposible visto el curso de los retrocesos sociales que están aplicando; si la situación les recomendara para sus negocios a esta derecha expoliadora y tan  patriotera de ahora, volver a hablar castellano, y convertir de nuevo el catalán y toda la cultura catalana en  un obstáculo, que nadie dude que lo haría. 

Por eso antes de acompañar a la derecha en cualquier supuesta reivindicación, por justa que parezca, o nos lo venda así, no hay que olvidar que no es para ellos más que una inversión, como lo fue en sentido contrario durante la dictadura. No debe olvidarse desde las clases populares, de quiénes son y han sido los expoliadores. No se puede ir de la mano de los mismos que nos saquean nuestros derechos con toda impunidad.

U. Plaza