sábado, 11 de mayo de 2013

ATENTOS A LAS MANIOBRAS.

  En los estercoleros de lo poderes, aunque estén plagados de ricos adornos revestido de discursos honorables, con caros tapices y aun más caras alfombras,  ese estercolero hiede a hambre y muerte, miseria y sufrimiento, por mucho perfume que le echen encima para disimularlo. El estercolero hiede si remedio. Porque es mucha la acumulación de injusticias. Y hay que estar alerta de la mierda que mueven en forma de manipulación, mentiras y todo tipo de maniobras. Sobre todo en momentos convulsos y de cambios como a los que irremisiblemente   estamos abocados. 

   No es nada extraño. Los poderosos lo han hecho desde siempre. Sobre todo si el pueblo se ha mantenido al margen o se ha dejado manipular y ha hecho suyo el discurso de la mentira permanente. Y, sobre todo, echándose las culpas a ellos mismos,  las víctimas de todos los crímenes, que aquellos  planifican y ejecutan. Acción, generalmente por delegación. Porque sus delicados estómagos soportan encargarles a sus inmorales servidores que hagan leyes que arruinan la vida a millones de personas. Pero directamente no soportarían plasmarlas ello mismos con su nombres y apellidos en el papel. Son de un refinamiento muy elevado. Y no quieren aparecer ante la historia como lo que son, lo que han sido siempre: fabricantes de miserias de las mayorías.  

  Porque para eso tienen sus servidores dispuestos a cualquier tropelía sin que les importe ni el presente ni el futuro, siempre que en ese tiempo las guadañas no aparezcan. Ya que, en tal caso tratarán de huir como ratas abandonados por sus amos, que llegado el caso los dejarán caer. Eso que no les quepa duda a los colaboracionistas con los poderes para el hambre de la gente. Y hasta algunos de los hoy poderosos serán los que pedirán sus cabezas, proyectándose al futuro como demócratas. ¡Ya lo hicieron tantas veces!  ¿O que fue, sino, aquella rápida conversión en demócratas cuando un cuarto de hora antes vitoreaban al caudillo, que les garantizaba explotación y ganancias sin límites?

   Es una puesta en escena que a lo largo de la Historia se ha representado muchas veces. Pero no aprendemos. Ni los que hacen la leyes en contra de los ciudadanos para beneficiar a los verdaderos amos, ni los que directamente ejecutan sus órdenes reprimiéndolos, ni el pueblo que es anestesiado por la manipulación. Después, como tantas veces los verdugos se lamentarán. Y hasta dirán que ellos no sabían que... los que mandaban fueran tan crueles, a pesar de que, en no pocas veces eran víctimas y verdugos a un tiempo, que sólo obedecían órdenes. 

   Pero es ahora cuando aún no ha llegado la guadaña, cuando hay que saber que puede llegar; que los poderosos hacen todo lo posible para que llegue, con sus ambiciones sin límite. Y que por lo tanto  hay que actuar en justicia más que en ley. Porque  cuando la desesperación del pueblo alcanza cotas insoportables como ya está sucediendo, además con la burla y el desprecios de los intermediarios del verdadero poder, entonces no habrá quien lo pare. Y el pueblo hará justicia. Personas que en su vida pensaron jamás en acciones para  defenderse de los poderosos, se convencerán a sí mismos de que todas las puertas han sido cerradas y sólo cabe echarla abajo, derribarlas, para hacer justicia. 

   Sí, no es nada extraño el comportamiento de los poderosos.  Así se hizo en la mal llamada transición, cuando con un lavado y peinado de la dictadura,  no tan pulcros como se ha dicho, nos lo vendieron como democracia y transición modélica, digna de ser exportada. (Recordemos que en el transcurso de la misma murieron personas  que sí estaban por la democracia por una República avanzada; y que los que mandaban, los responsables de aquellas muertes que quedaron en el olvido judicial, que no en el de los ciudadanos, cuando cayeron aquellos españoles, después fueron inmaculados demócratas de toda la vida). Los mismos que hoy retroceden en la historia para que –con pequeñas modificaciones de apariencia– todo vuelva al cauce que planificaron hace más e 70 años. 

   Y tanto  loaron aquello –esto que llamaron democracia–, que hubo ingenuos que lo han creído hasta hoy, cuando ya el hambre llama a su puerta y la de sus hijos y las injusticias los ha llevado a despertar del falso sueño. Y así han ido los  de los estercoleros acumulando riquezas y empobreciendo a los ciudadanos; ya hasta a los que ingenuamente se decías a sí mismos que pertenecían a la clase media y que no tenían necesidad de reivindicar nada cuando veían que los primeros eran echados al pasto del hambre, algunos empujados por aquellos por ser cargos importantes y tener la misión de aligerar las plantillas. Pues también se han quedado sin nada, como el resto. Era sólo cuestión de tiempo porque no se respondió como correspondía a la agresión en el primer momento. Porque muchos se creyeron el discurso del esclavista de que ellos estaban a salvo. 

   También ahora es cuestión de tiempo que caiga el resto que todavía se creen ser inmunes a la salvaje agresión del sistema capitalista, cada vez más semejante al fascismo, en su etapa final; que si no se remedia con la lucha ciudadana, piense lo que piense cada uno, no es que retrocedamos hacia una nueva Edad Media; es que simplemente liquidará la civilización acabando con la posibilidad de vida en el Planeta, una vez ellos hayan sucumbido por la propia dinámica de la cosas que han manipulado.

   Pero que nadie se llame a engaño. Aquello, la llamada transición, fue fraguado con mucho tiempo. Los grande amos de lo ajeno, los que lo manejan todo, los que la vida ajena no es más que una estadística verificable sólo si supone un cambio en sus cuentas corrientes, que chorean sangre, no improvisan. Desde mucho antes de que el golpista sin honor le hiciera compañía a los malvados de todas las épocas –en el último círculo del infierno, según Dante–, ya esos poderosos habían trazado hasta los últimos detalles de cómo iba a ser la transición. Los demás fueron meros extras en una farsa que no admitía fallos. Eso sí, les hicieron creer a algunos que eran protagonistas de un evento histórico, que alimentaron de por vida. Lo que realzó su ego de supuestos dirigentes y hasta de Estadistas, que al parecer alimenta tanto a los miserables que se prestan a cualquier cosa con tal de  relucir. 

   Y sobre todo estudiaron qué instrumentos utilizarían para vendernos el producto como si fuera un cambio de  época y de absoluta democracia. Y para que aceptáramos sin rechistar el gatopardismo, entre otras cosas porque el espadón seguía en alto, amenazante. Y sobre todo porque  algunos que creímos de los nuestros, no sólo no lo eran, sino que con el tiempo, vimos que  en realidad, eran de los de ellos. O se enamoraron en seguida de los metamorfoseados en demócratas de usar y tirar, que para el caso es lo mismo.

    Viene esto a colación porque nadie debe tener duda, de que en estos momentos esos estercoleros posiblemente se mueven con mucha agilidad y premura, en la sombra,  para repetir la farsa; aunque con algunos otros actores, diferentes decorados, y con algún argumento algo cambiante para entusiasmar al personal con la obra, para que se distraiga y acepte promesas que nunca cumplirán

    Pero que a nadie le quepa la menor duda de que si la farsa se llega a estrenar, si logra el éxito de taquilla –de ciudadanos que compren la obra, la ilusión y la mentira como entonces–, deseado por sus autores, el resultado será el mismo: la recaudación será para los mismos que montaron el teatro y la obra llamada pomposamente Transición, que se desveló lampedusiana.

    Porque ante lo que se avecina –puede tardar más o menos pero ese será al fin–, un necesario cambio que les permita a los que remueven el estiércol seguir dominado la cosecha.

   Descartada ya por razones obvias, digan lo que digan sus publicistas, la permanencia del Juan Borbón en la Jefatura del Estado, seguro que estudian la viabilidad que tiene que su hijo  Felipe  sea el sustituto del padre. Sin duda debe estar en las primeras proposiciones a tener en cuanta...de momento, y como hipótesis de trabajo hasta ver qué da de sí la respuesta ciudadana a la que los medios en manos de los poderosos también se emplearán al máximo. 

   Pero, como la Iglesia, esos poderes no dan puntadas sin hilo. Y cuando vean que es inviable a medio plazo –otra cosa es mientras tanto–, porque la respuesta ciudadana al retroceso social llevado a cabo  por su gobierno del PP –y CiU–, con el PSOE como fondo, se hace más intensa contra el régimen, entonces con toda seguridad entrará en escena una parte del libreto que hasta entonces no habían revelado e incluso negaban su existencia y viabilidad: Que en realidad esos poderes no eran monárquicos; que eran sólo juancarlistas; que apoyaron al rey en una situación difícil en pro de la estabilidad. Pero que lo que de verdad ellos deseaban –junto a los deseos del pueblo, faltaría más– era la República. 

   Y nos podemos encontrar en que, de la noche a la mañana esos poderes desde los profundos aromas de los estercoleros que fabrica el dinero, decidan proclamar la República. ¿Y cuál es el problema, se preguntarán algunos republicanos que llevan tantos años deseando cerrar el paréntesis histórico que  inició la oligarquía con una traición y un golpe de Estado de unos militares felones?

   Pues sencillamente que una república por el mero hecho de llamarse así no es garantía alguna de democracia, de derechos, de libertad, de progreso. Garantía de que el ciudadano, sus vidas, es más importante que las ganancias de unos pocos depredadores sociales henchidos de inmoralidad. Y que, por tanto, hay que luchar no por una república, sino, además, por una república con sentido social.  Porque, que no le quepa duda a nadie de que lo poderes del estercolero trabarán, como ya lo hicieron tantas veces, en  desacreditarla –a la República– si es mínimamente democrática,  haciendo de ella algo inservible para la mayoría, para que la gente la acabe repudiando por ser tan reaccionaria, corrupta y falta de sentido social como el actual régimen  oligarca, de banqueros y esclavistas y sus servidores.

   Si la  República Española tiene hoy para mayores y sobre todo para las jóvenes generaciones una idea liberadora, es precisamente porque el fascismo, los grandes poderes oligárquicos, la asesinaron. Y porque fueron las clases populares las que la defendieron contra los traidores de la reacción.  Porque con aquella República –que era burguesa, no lo olvidemos, pero camino de avanzar hacia una sociedad más justa–, defendía la dignidad del ser humano, hoy tan maltrecha por el régimen actual y sus gobiernos al servicio de los poderosos sin el menor disimulo. Porque es la misma ideología que acabó con la República la que hoy hace retroceder los derechos sociales.

    Entonces, aquella República abrió el camino en su última etapa frustrada por el fascismo, para que todos los españoles tuvieran acceso a la enseñanza y a la sanidad; muchos de ellos que seguían viviendo igual que hacía siglos, y algunos equiparables a la Edad Media. Aquella República empezó a dignificar la situación de la mujer absolutamente sometida y manipulada desde los púlpitos y esclavizada en su propio entorno. 

    Así que, antes de que nos sorprendan hay que tener en cuenta que los poderes, por muy perfumado que nos presenten, el montón mierda, hay que saber que mierda, es. Porque jamás ellos harán una república que sea verdaderamente democrática, es decir, que favorezca  a la mayoría. Hay que estar atentos a las maniobras. Y hay que reivindicar una República que dé satisfacción y solucione el enorme daño hecho por el actual régimen a los más desfavorecidos. Incluyendo entre estas las que aún no han sido reconocidas, de la dictadura, más de 35 años después de tan modélica transición, en la que gobernó durante 22  de ellos un partido que se llama socialista. Y que para decidir el tipo de régimen,  hay que exigir igualdad en la lid política en los medios de información, hoy  en manos de unos pocos. Para que las decisiones de los ciudadanos no estén, como ahora, manipuladas por mercenarios de tertulias, más atentos a la voz de sus amos que a la verdad. 

   No hay que olvidar que la oligarquía no tiene más credo ni régimen que sus cuentas corrientes –por muy patrioteros que se muestren algunos, sea a nivel de toda España por el nacionalismo español, sea en las taifas o cacicatos, como lo hacen los que antaño fueron franquistas y hoy dicen ser independentistas para enmascarar el saqueo de los servicio públicos –; ni más patria que sus beneficios, aunque algunos se crean que esos dirigentes son patriotas. Lo que hacen es utilizar las patrias políticamente para embaucar a las buenas gentes que se lo creen. Nada en común tiene un trabajador ni un profesional que se gana la vida con su trabajo, si es que no se lo han quitado ya, con las oligarquías, sean en general o las que nos liquidan los derechos sociales, porque es el negocio lo que les importa. 

U. Plaza