jueves, 16 de junio de 2011

DE LOS BROTES VERDES, A LOS BROTES NEGROS

Lo que está aconteciendo en España durante estos días, por la facilidad con que las fuerzas represivas intervienen contra los ciudadanos que en las calles ejercen su derecho a protestar, es de suma gravedad. La utilización de los cuantiosos recursos públicos que el pueblo entregan a  los supuestos servidores públicos, lo son para ser defendidos, no para ser atacados para impedir que se ejerza el derecho legítimo a protestar, cuando creen que los políticos  y sus superiores en la sombra los están engañando, ayudando a los culpables de la crisis, y dejando en la estacada a los ciudadanos que han puesto el dinero para que los banqueros  se sigan repartiendo cuantiosos beneficios. La fuerza desmesurada e innecesaria contra la protesta, recuerda desgraciadamente tiempos pasados con Martín Villa o Fraga: la chulería del poder dictatorial que éstos siniestros personajes de la dictadura ejercieron.

El ejercicio de la violencia contra los ciudadanos, como ha tenido lugar en Barcelona por el gobierno de la derecha de CiU, el que quiere liquidar la sanidad y la enseñanza en beneficio de los negocios privados, de la mano del conseller  Felip Puig;  y la de hoy en Valencia de la de Rubalcaba, que es quien manda a la Policía Nacional como ministro del Interior, no se puede comprender, y menos justificar con falsedades como ha hecho Puig. Sólo se comprendería en una dictadura, nunca en una democracia, incluso en una democracia de tan baja calidad como la española, en manos de la banca y de unos señores que, como hemos visto recientemente, ponen a salvo los intereses de los especuladores banqueros, y dejan en la indigencia a miles de desahuciados por estos.

Las personas que protestan contra todo este estado de corrupción y de atropello, urdido por los financieros, con el apoyo de los políticos sin principios con más poder, piden que se acabe este estado de cosas; y piden democracia, como antaño, porque saben por propia experiencia que no la hay, que esto es una parodia, un teatro del disimulo con títeres que se saben la función por repetida. Saben muy bien, sobre todo los jóvenes, que, o se enfrentan a los culpables, tratan de cambiar y mejorar el curso de las cosas, o carecenrán de futuro. Se lo robarán a millones de jóvenes, como se lo robaron–nos lo robaron– a los que participaron en la lucha contra la dictadura, que nos vendieron un sistema moldeado a sus gusto y para su disfrute, monarquía incluída.

La represión que estos días están ejerciendo los  que mandan a las fuerzas represivas, saben muy bien que no es un problema de orden público lo que quieren atajar. Porque no hay tal desorden, salvo que su mentalidad de engreídos del poder que creen propio, les lleve, como le ha sucedió a Más y a su gente, a protegerse del pueblo que los paga.  Lo que intentan los que de verdad ejercen el poder, es decir los grandes culpable de la crisis y los que se están beneficiando de ella, es la liquidación de la protesta. Consideraban que todas las medidas de expolio emprendidas por los gobiernos contra la ciudadanía, que en realidad consideran súbditos,  iban, como hasta ahora, a contar con la pasividad, cuando no con el aborregamiento ciudadano, para lo cual llevan mucho tiempo trabajando. 

Pero como los problemas son de suma gravedad para la inmensa mayoría,  ha calado la protesta en cuanto alguien, como 15-M  ha señalado a los culpables y se ha alzado como una plataforma de lucha y de indignación. Y en las asambleas la gente ha podido, de verdad, ejercer la democracia, secuestrada por los poderosos. Y ha sido así, por el desprestigio de los partidos y sindicatos llamados mayoritarios, no han sido capaces de responder a la situación, ubicados en su torre de marfil. Tampoco, precisamente por su lejanía del pueblo, éste les hubiera hecho caso. Son parte del sistema corrompido.

Lo que los gobiernos intentan, primero desacreditando, infiltrando, y si no les da el resultado deseado, reprimiendo, es lo mismo que pasaba cuando la dictadura: la gente exigía democracia y los apaleaban. Hoy, aunque lo quieran maquillar, la situación es similar: se pide democracia para evitar que nos esclavicen los bancos y sus acólitos. Pero en eso los poderosos no están dispuestos a ceder tan fácilmente. Y para ello están hombres como Puig y Rubalcaba,  u otros que pueden venir. Pero eso es sumamente peligroso; porque la intolerancia y la violencia ejercida desde el poder, puede degenerar en brotes de fascismo, más o menos disimulado, más o menos justificado con los más peregrinos argumentos, incluso con  manipulaciones y mentiras.  Si a un ciudadano se le reprime por ejercer sus derechos, eso le podrán llamar como  quieran los responsables, pero tiene un nombre muy feo: fascismo. De momento encubierto. Y los que ejercen la violencia debieran pensarlo dos veces antes de reprimir. 

Lo que vimos en Plaza Cataluña el 27 de mayo, y lo que hemos visto hoy en Valencia, no puede justificarse en modo alguno, por un gobierno que se llame democrático. Pertenece a otro tipo de "valores", Y desgraciadamente los españoles de eso sabemos demasiado. De los inexistentes "brotes verdes", podemos pasar a brotes negros.

U. Plaza