miércoles, 20 de julio de 2011

LA ARTILLERÍA DE "EXPERTOS", LA SOCIALDEMOCRACIA Y EL FIN DE UNA ERA



Cada vez que los poderosos, a través de sus empleados los políticos gobernantes, urden algunas maldades contra los ciudadanos, tienen necesidad de enmascararlas,  contratando supuestos expertos, con la intención de que cuelen sus recetas, como medidas "absolutamente necesarias", y, de esa manera nos prometerán el paraíso futuro, si aceptamos jorobarnos  en el presente, para que ellos sigan engordando sus cuenta de resultados. Más o menos igual que la Iglesia lleva siglos haciendo.

Dichos mercenarios expertos, qué duda cabe, serán los más cualificados en la materia, según declararán los amos que los eligen, que curiosamente gozarán de toda su confianza y  solvencia, que validarán sus deseos de aplicar políticas salvajes, inmorales hasta para sus propios parámetros ya en sí muy elevados, y rayando la criminalidad,  insolidarias que sólo favorecerán a los  urdidores de las maldades que los han elegido para semejantes tareas, para que maquillen la trastada  en ciernes. 

Ahora, de nuevo han vuelto a poner en marcha la artillería con una nueva hornada de nuevos lacayos de la reserva pesebrista de expertos, para asegurar, que de no haberse tomado las medidas de saneo de la banca, y del saqueo  de lo público–naturalmente ellos dices "ajustes" que es un eufemismo más engañoso–,  era imposible salir de la crisis; por lo que las reivindicaciones del movimiento democrático de Indignados del 15-M, de Democracia Real Ya, en este terreno, que piden que la crisis la paguen los culpables de la misma, no es factible. Es evidente que con tanto experto económico al servicio de la gran delincuencia financiera, que siempre adivinan las catástrofes cuando ya han pasado, carecen de credibilidad, por ser parte de la artillería del régimen, para su vergüenza, la de ellos, claro, que se prestan a semejante bajeza.


Pero estos mismos expertos son incapaces de explicarnos las razones por la cuáles, a pesar del saqueo criminal ejercido contra el pueblo griego, irlandés y portugués, siguen estado cada vez en peor situación, y no se atisba en el horizonte ninguna mejora, sino todo lo contrario: los buitres financieros apuran hasta la última posibilidad de tragarse la carroña por ellos provocada, para hundir más y más a los pueblos, cuyos gobiernos obedecen todas la señales y órdenes que les dan, aun a costa de los mayores costes sociales.


Pero es que esos "expertos" son incapaces de dar soluciones sencillamente porque no las hay.  Y no las hay porque el sistema ya está agotado y lo que hace falta es un cambio del mismo. El capitalismo sólo tiene posibilidad de subsistir mientras tiene un horizonte de permanente crecimiento económico. Su propia dinámica productiva, acelerada y sin otro horizonte la mayor ganancia posible, la  le lleva a su tumba. Es una ley social. Todo en el sistema es contradictorio, pero hasta ahora se lograba tapar con el colonialismo o el neocolonialismo, haciendo que los países ricos pudieran tener unos niveles de vida aceptables gracias al expolio de los pueblos del llamado Tercer  Mundo. Y eso se ha acabado. Su propia dinámica expansiva e insolidaria ha globalizado todo el planeta, toda la economía, destruyendo grandes recursos naturales, que cualquier cambio en positivo del sistema no hace más que ahondar la propia crisis. 


El problema está en que, como bien decía Gramsci hace casi un siglo, cuando el sistema capitalista estaba en su máxima expansión, a pesar de las crisis cíclicas que siempre ha sufrido, crisis de crecimiento: "Crisis es cuando el poder  ya está obsoleto, y el que lo ha de sustituir no está en condiciones de hacerlo". De no ser así, no lo llamaríamos crisis. 


Y ese es el momento actual. Y esto es así porque durante muchos años los que debieron trabajar para cambiarlo, la izquierda, no lo logró por muchos factores, no siempre atribuibles al enemigo de clase. Pero sobre todo, porque la socialdemocracia casi desde su nacimiento, se pasó con armas y bagaje al capitalismo, y en los últimos treinta años al liberalismo salvaje, desmantelando las organizaciones populares para que semejantes traiciones tuvieran limitadas contestaciones. Y si las había fueran controladas por ellos, ya fuera desde los partidos o de los grandes sindicatos burocratizados, como correas de transmisión de los primeros.


El momento actual es la culminación de la traición de muchos años. Los partidos socialdemócratas, gobernantes en muchos países durante décadas, fueron convirtiéndose en "los otros partidos de la derecha", con mayor garantías para ésta, ya que  lograba la cuadratura del círculo: que la masa popular de izquierdas avalara las políticas reaccionarias, por ser dirigidas por partidos con orígenes, aunque fuera sólo de nombre, socialistas o socialdemócratas. Los que hoy podían haber dado el salto hacía un cambio controlado–según la propaganda de estos partidos–en realidad son parte del sistema, que cualquier modificación progresista los aterra en la misma medida que aterra a la derecha de siempre. En realidad, han venido disfrutando de las ventajas del corrupto sistema a la par.


Por eso vemos que, cuando sin freno de ninguna clase, los delincuentes financieros provocan lo que tenemos encima, en lugar de llevarlos a la cárcel, pedirle responsabilidades con sus patrimonios, se ponen a su servicio para resucitar un sistema finiquitado por el desarrollo y por la Historia. Y lo hacen con la inmoralidad de la única manera que saben, que es saqueando los recursos públicos y asestando golpes a sus ciudadanos, diciéndoles que han de apretarse el cinturón, robándoles  logros de luchas de siglos, mientras que los culpables siguen amasando fortunas. 


Por eso, aunque el camino sea largo, que lo será, nadie duda que estamos al principio de una nueva era de cambios sociales. Porque no hay otra salida; no es posible regenerar un cuerpo que ya es un cadáver, que ya ha cumplido su ciclo vital. Y lo que hacen  las fuerzas que otrora fueron  socialdemócratas, de consuno con el resto de las conservadores, es retrasar el devenir de lo nuevo, haciendo más doloroso el sufrimiento de los pueblos. Nunca, y eso lo hemos vistos en todos los procesos históricos, los poseedores del Poder, de las riquezas, han cedido nada por las buenas, sin resistirse; y han provocando desgracias a los pueblos, tratando de retrasar en lo posible su debacle. Va en los genes del que lo ostenta. Pero tampoco nunca el cambio ha sido de tal envergadura. Todos los cambios anteriores fueron pasando de una clase social explotadora a otra más explotadora, aunque más dinámica y productiva. Pero tampoco nunca los notables de la clase llamada a tomar el testigo, habían sido el principal obstáculo al cambio, por haberse convertido a la causa de lo social e históricamente liquidado.


U. Plaza