sábado, 17 de diciembre de 2011

EL CONGRESO DEL PSC Y LA DEMOCRACIA EN LOS PARTIDOS


La asignatura pendiente por excelencia de los partidos políticos es su democratización, a la que ninguno de los dirigentes quiere meterle el diente. Es una asignatura lo suficientemente importante como para que los dirigentes políticos huyan de ella como de la peste, eludiéndola, a pesar de que día a día ven cómo se deteriora la función política, en opinión de la mayoría de los ciudadanos, que ven en ellos, en su gestión, el problema, cuando se supone que debieran ser la solución. Es una práctica que alcanza a todos los partidos casi sin excepción. Y por supuesto a todos los que tocan o han tocado poder en mayor o menor grado; es una práctica difícil de corregir si no se desmonta todo el tinglado que permite que las cosas sean así y no de otra manera más racional y democrática.

Y el PSC en esto no es una excepción; cumple todas las expectativas de falta de democracia interna como el resto de las formaciones políticas. 

No se comprendería la situación dada en el congreso  de dicho partido que está teniendo lugar durante este fin de semana. Resulta que el PSC viene cosechando derrota tras derrota desde el anterior congreso; han perdido el gobierno de la Generalitat, permitiendo que la extremaderecha,  CiU, recuperara el poder en las elecciones regionales, y sin que nadie asumiera de inmediato la responsabilidad presentando su dimisión y permitir la renovación del partido; han perdido las principales ciudades en las elecciones municipales, Barcelona incluida,  en las que gobernaban desde el inicio de la democracia con una derrota que, aunque sea recurriendo al tópico, es de las que hacen historia. Y por último hasta han perdido las elecciones generales, lo que nunca había sucedido antes, siendo el PSC, aunque no por méritos propios, sino por simpatías hacia el PSOE  de muchos trabajadores, el que siempre las ganaba de forma indiscutible, muy por encima de la derecha convergente. 

Pues bien, todos esos desastres encadenados uno tras otro, no han sido motivo suficiente para que, en el congreso del partido,  sus delegados rechazaran con sus votos la gestión llevada a cabo por los dirigentes que ha conducido al PSC, y por la responsabilidad que ejercían, a toda Cataluña, al desastre, a  aupar a la derecha más agresiva e insolidaria catalana, con el apoyo del PP, para que pueda hacer las políticas más impopulares y reaccionarias posibles, en contra de los ciudadanos más débiles como estamos viendo, con el nulo sentido democrático de CiU, a la hora de repartir las cargas .

En lugar de lo propio, la censura a los dirigentes, por su desastrosa gestión, por parte de los delegados, sí ha logrado la ejecutiva que sea aprobada su gestión por más de dos tercios de los votos. Incompresible en una situación de normalidad y trasparencia democrática.

Cabe preguntarse qué habría tenido que pasar para que, si no en su totalidad, sí la mayoría de los delegados tomara conciencia de la situación, para rechazar el resultado de una calamitosa gestión de la ejecutiva, visto que la que han llevado a cabo, les parece buena a los dos tercios de los delegados.

Pues lo más seguro es que nada diferente a los sucedido ahora. Sean cuales sean los resultados  obtenidos por el partido, todo habría discurrido por los mismos cauces que ahora. Y eso es precisamente el problema. 

Las ejecutivas de los partidos controlan  todos los entresijos de los mismos, sin que nada se les escape; desde los procesos congresuales hasta la mayoría de los delegados que votarán lo que conviene votar para que todo parezca que cambie, pero que todo siga más o menos igual. 

Y, es ciertamente compresible, toda vez que esas ejecutivas  controlan también muchos de los empleos de los delegados; los que si en otra época los cargos les servían para medrar, en estos tiempos de sumisión política al mundo financiero, y liquidación en la práctica de la democracia, ni siquiera formal, y  de miseria para los de abajo, tener un empleo o una forma de ganarse la vida, es mucho más importante que una crítica al desastre político logrado por los dirigentes. Porque saben que, sean quienes sean los que queden mandando, pertenecerán al mismo núcleo del grupo de intereses; y  saben que ese grupo seguirá teniendo la llave del cajón del pan, que les permite comer. 

Así que votar en conciencia para castigar a los responsables del desastre; a los que se sabe que no desean que la democracia de verdad se cuele entre las rendijas de un congreso controlado, no es la opción que mejor contemplan los delegados, cuando se manejan tantos parámetros y situaciones hasta personales. Para que eso cambie es condición indispensable partir de cero, echarlos a todos los que hasta ahora han dirigido el cotarro; y que sean caras nuevas y sin compromisos los que se encarguen de democratizar el partido. 

Pero eso es tanto como una revolución dentro de las encorsetadas estructuras caciquiles de los partidos, que nada tienen que ver con los verdaderos intereses que dicen representar, como estamos viendo de forma dramática, con toda su crueldad en los tiempos que corren de desahucios y recortes de derechos para los más pobres, y enriquecimiento insultante para los más ricos. 

Y sería  un soplo de aire fresco para la política. Pero los dirigentes políticos prefieren la polución del contaminado aire actual que les permite a ellos ejercer una suerte de caciquismo, el cual les va muy bien, aunque se hunda Troya para la mayoría de los ciudadanos.

U. Plaza