jueves, 29 de mayo de 2014

F. GONZÁLEZ Y LA REPÚBLICA BOLIVARIANA

Felipe González, el que fuera presidente del gobierno de España; del que mucha gente se tragó el anzuelo prefabricado de que era socialista.  El mismo González que hoy es  asalariado de lujo de una multinacional, y que se sienta en su consejo de administración –lo que seguramente es legal, aunque nada ético–,  para alguien que se sigue llamando socialista. Y es legal tal comportamiento porque las leyes están hechas para los que se las trabajan. Y Gonzáles, como Aznar, como tantos  otros de menor relumbre, sin duda se las ha trabajado.

  A este personaje que da sus opiniones con el logotipo a sus espaldas de La Caixa, símbolo como se sabe, socialista donde los haya, no le gusta la nueva formación política Podemos. Y la califica de “bolivariana”. Naturalmente en el mismo sentido peyorativo, que viene haciendo la derecha más rabiosa y expoliadora. Opinión con la que al parecer González coincide y se siente tan cómodo. 

  Seguramente a Felipe Gonzáles la Venezuela que le gusta es aquella que dirigía su amigo y según se decían entonces maestro, Carlos Andrés Perez, más conocido como CAP. El que en realidad era el capataz de las multinacionales de los Estados Unidos. Aquel que también como González, se decía “socialista” y mantenía una tasas de pobreza, analfabetismo y  miseria impresionantes en aquel país, sin que al "socialista" CAP, le importara en lo más mínimo. De hecho para el jefe de aquella Venezuela la gente de abajo, los pobres, no contaban. 

 Aquel sujeto que gobernaba teledirigido desde el Norte, le garantizaba a los yanquis la producción petrolera, sin que el pueblo venezolano sacara provecho de tales recursos. 

   Pero como las ansias permanentes de los poderosos en lograr beneficios rápidos no tiene límites,  provocó lo que ha pasado a la Historia de la lucha de los pueblos como el "Caracazo". Una protesta popular contra la subida de precios del transporte, entre otros,  que el amigo de González que dirigía el gobierno de aquella Venezuela que no era bolivariana, sino yanqui, sofocó a sangre y fuego. Resultado: unos 3000 muertos, naturalmente de la gente más pobre.  

   Aquella matanza, entre otras muchas cosas, fue lo que hizo que las fuerzas sociales tomaran conciencia, se organizaran y reagruparan para quitarle el poder a la oligarquía asesina, y cuya cabeza del movimiento fue  Hugo Chávez, como sabemos. 

   Se entiende perfectamente lo que dice el hoy satisfecho González. El que según sus propias palabras se aburre en esas tediosas reuniones, como parte del Consejo de Administración. Y eso le sucede a pesar de los 126.000 euros anuales que cobra, aparte de las acciones que pueda tener, según se ha publicado. Esto le sucede a este "prócer" del hoy obsoleto régimen de 78,  en  una España en la que hay millones de personas  que no se aburren. Entre otras cosas porque el hambre y la miseria, el paro, los salarios de supervivencia de los que logran un trabajo precario, los desalojos, la falta de perspectivas de los jóvenes por la políticas que González defiende, no dan pie al aburrimiento. Sí para la indignación, que es en realidad lo que preocupa a González y a los poderosos amigos.

    No es preocupante lo que diga este señor, caricatura de sí mismo. Toda vez que lo que hace es defender los intereses de los que le aseguran su bienestar y privilegios. Eso en un socialista provocaría un choque mental y renunciaría a ser un privilegiado; en González, no. Él prefiere criticar a aquellos que, con errores y aciertos, tratan de enmendar la situación de desespero de millones de españoles timados.

   Lo que sí es realmente preocupante es que en el partido socialista, nadie le haya recriminando su comportamiento, nada socialista. Y que el partido lo mantengan como referente. Es más, el aún hoy secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba defendió tales prácticas como lógicas  y naturales en TV, precisamente frente a Pablo Iglesias, que criticaba y recriminaba las "puertas giratorias". No sabemos si pensando en sí mismo. 

     Ahora, tras el muy ganado a pulso varapalo de los lectores del PSOE, el partido que sería irreconocible por el otro Pablo Iglesias –porque en realidad nada tienen que ver aquel PSOE de antaño con el invento ex-novo "del clan de la tortilla" de González– bueno sería que entre otras cosas, en lugar se jugar a los "trileros" cocinando un congreso a lo Lampedusa, como diría Ignacio Escolar, llevaran a cabo profundas renovaciones. Entre las que debiera estar una preocupación por la ética de sus dirigentes, actuales y anteriores. Y si el partido y sus dirigentes se llama socialistas, que lo sean de verdad. Socialistas con todos los matices que se quiera, pero sobre todo, éticos donde no quepan personas  que hablen como socialistas desde los consejos de Administración de una multinacional con escandalosos sueldos, y nos quieran dar lecciones descalificando a quien, les guste o no han logrado más de 1.200.000 votos, sin entregarle al alma a los banqueros.      González antes de condenar una situación como la de la Venezuela bolivariana, que propaganda a parte de los medios internacionales,  ha bajado el nivel de pobreza,  recuerde cómo era la Venezuela de CAP, y en beneficio de quién se gobernaba.  

  De todas formas las críticas de González –como las del PP y la derecha en general contra Podemos– consigue el efecto contrario al que él pretende por su desprestigio. Porque aunque el consejero o asalariado de la multinacional se crea que su palabra es de autoridad, su trayectoria provoca todo lo contrario: Podemos, IU y aquellas fuerzas que luchan por acabar con el estado de cosas que ha provocado la casta, a la que asegura pertenecer González, se revisten de mayor autoridad. 
Ubaldo Plaza


sábado, 24 de mayo de 2014

EL DIFÍCIL VOTO



   Soy catalán. Y vivo en Cataluña. Pero si yo viviera en cualquier otra parte de España, sin ninguna duda mi voto sería para Izquierda Unida. A pesar de que pueda tener discrepancias en algunas cuestiones; como por ejemplo su apoyo –no sé si forzado– al disparate de la consigna de los partidos de la derecha catalana –CiU y ERC–, para contentar a los "iniciativos", tan abanderados y parte activa de dicho disparate, que nada tiene que ver con las necesidades de las clases expoliadas por la derecha, en este caso catalana.

  Pero es que resulta que mi humilde voto iría a parar a los iniciativos que ni siquiera en este caso han tenido la deferencia de colocar las siglas de IU en las papeletas de voto. Supongo que es para que quede claro su “hecho diferencial” que tanto esgrime la derecha catalana (ya sabemos que cuando alguien dice que es diferente, lo que está afirmando es que es mejor que el otro).

   Así que me lo han puesto verdaderamente difícil para votar la opción que desearía (IU). Sí, ya sé que en esta elecciones europeas todos los votos de toda España que van a un partido, se juntan. Y que si estuviera en otro lugar de España, también contribuiría a que los acompañantes del disparate secesionista de la derecha, obtendrían la cuota parte de mi voto. Pero no sería igual. Porque entonces no tendría la sensación de que, más que de haber tirado el voto, haberle votado a los que se alían con los enemigos de los trabajadores, a quien no deseo votar, por razones obvias.

   Porque la distancia haría que no percibiera que también habría votado contra mi deseo. Ya se sabe: el desconocimiento que la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles, y sobre todo los políticos,  tiene de lo que hacen de verdad los partidos que se siguen llamando de izquierda en Cataluña. A pesar de que todos saben que van de la manita con la derecha. Habiendo logrando ésta que todas las protestas por la desastrosas políticas de CiU-ERC, se hayan escondido en parte, tras la cortina de humo del derecho a decidir, lo que ya han decidido ellos, y vienen decidiendo desde simple: explotar a los más débiles, si es posible con el apoyo de quienes debieran estar en contra.

 Además, aún tengo en la memoria cuando IU, sus votantes, le consiguieron un diputado al parlamento europeo a los incitativos.  Y le faltó tiempo al personaje para irse a otro grupo parlamentario, ajeno al que se integró IU. Y lo lamentable es que IU no parece haber aprendido la lección de aquella traición. Y ese personaje al que hicieron eurodiputado los votos de IU, hoy es uno de los "talibanes" del independentismo que promueven los partidos de la derecha catalana, al que se ha adherido ICV, con la incomprensible guinda de EUiA, con desaforada fe de conversos de algunos de sus dirigentes.

  Así que, como le viene pasando a tanta gente en Cataluña en reiteradas convocatorias electorales, tampoco en esta yo podré votar con la satisfacción de que mi voto haya ido a la opción deseada:  a un partido de izquierdas –inexistente en Cataluña–. 

   Y haciendo un repaso de las opciones nuevas que se proclaman de izquierdas, resulta que todas ellas han sido "abducidas" por el mensaje de la derecha nacionalista, del "derecho a decidir"; y hasta llegan a considerar menos reaccionaria a la derecha catalana, a CiU-ERC, que el PP. A pesar de que, como hace éste en todas partes, aquellos nos están dejando sin servicios públicos, exactamente igual que la derecha española. En eso no hay diferencia. CiU vota en el parlamento todo aquello que perjudica a las clases populares, junto al PP. E incluso van mucho más allá, pues los catalanes tenemos el triste récord en recortes, especialmente en el sistema sanitario. 

Ubaldo Plaza





viernes, 2 de mayo de 2014

LAS CARTAS MARCADAS



“LOS SINDICATOS PIDEN AL GOBIERNO QUE CAMBIE SU POLÍTICA DE AUSTERIDAD, PORQUE HA FRACASADO”.

   Cuando los partidos obreros entran en un parlamento dirigido por la burguesía, saben –o debieran de saber–, que las cartas están marcadas. Y que todos sus reglamentos, procedimientos y hasta lo más cotidiano, están hechos para que todo se desarrolle a favor de esa burguesía, la clase dominante, que detenta el poder. Por lo tanto caer en la trampa de concederle el título de democráticos a esos parlamentos, ya es un error monumental. Y creerse que es posible modificar el sistema sólo con el parlamentarismo, una elucubración. Sí, naturalmente hay que utilizar todos las rendijas posibles para denunciar las injusticias del sistema. Pero no con la vista puesta en los servidores de la oligarquía del parlamento, sino dirigiéndose a sus víctimas, los ciudadanos. 

   Igualmente pasa con el lenguaje. Adoptar el que nos impone la clase dominante es entrar en sus juegos y aceptar como normal lo que es una aberración  de la sociedad: el capitalismo.

   La frase que encabeza este artículo lo demuestra: los sindicatos han aceptado como normal las políticas de los representantes  de sus enemigos de clase. Porque las políticas de austeridad no han fracasado, ni mucho menos. Todo lo contrario. Y cuando los dirigentes sindicales dicen semejantes dislates están dando por bueno que las intenciones de los gobiernos de la oligarquía habrían sido para que las cosas fueran bien para la mayoría de la población, en especial para la clase trabajadora. Y eso es de una ingenuidad mayúscula, por no decir algo peor.

   Parece que los dirigentes sindicales tanto han perdido la perspectiva de en qué sociedad viven, que se han olvidado de la lucha de clases. Porque las políticas llamadas de austeridad –que debiera llamarse de expolio–, así como la ley esclavista de relaciones laborales,  no es un fracaso.  Porque es evidente que no les ha fracasado a los que la están llevando a cabo: La oligarquía, los banqueros y los grandes, más que empresarios, especuladores esclavistas, han logrado llevar a la pobreza a millones de trabajadores, pagar salarios de hambre, tener un enorme ejército de reserva de millones de trabajadores, que les permite todo tipo de injusticias, tal como  la oligarquía ha deseado siempre.  Además de ir liquidando los servicios públicos para enriquecerse con la miseria, desesperación y muerte de muchos ciudadanos, que debieran contabilizar como crímenes de lesa Humanidad. Sin olvidar la impunidad de los grandes delitos, ya tan cotidianos como el respirar.

   ¿A esto le llaman los dirigentes sindicales “fracaso de las políticas de austeridad"? ¿O es que las cúpulas sindicales de los sindicatos mayoritarios están tan impregnados de eso que se ha dado en llamar “sindicalismo de negociación”, en lugar de sindicalismo de lucha –que no excluye la negociación, obviamente–, que han considerado que era positivo aceptar el discurso de la oligarquía como mal menor, "para ayudar a solucionar sus crisis?

   Si durante tantos años, en que los dirigentes sindicales, en lugar de ser tan "contemporizadores" con sus enemigos de clase,  hubieran tenido como horizonte de lucha, la realidad de la lucha de clases, seguramente ante la brutal agresión de los gobiernos –también de los, que debieran ser autonomías, pero que se parecen más a cacicatos–, de la oligarquía, hubieran estado en mejores condiciones de movilizar a los trabajadores con mejores resultados. Entre otras razones porque ante semejante embestida del capitalismo salvaje de hoy, los trabajadores hubieran tenido claro que el único paraguas de defensa a las agresiones del gobierno y sus amos,  eran los sindicatos. Agresiones de los de aquí y  de los de la Troika. Y posiblemente los agresores, tampoco se hubieran atrevido a poner en táctica semejante devastador expolio contra la población.

    No. Sin duda “la política de austeridad del gobierno”, no ha fracasado. Y lo que debe enseñar esta amarga experiencia, es que los trabajadores, con sus sindicatos al frente, deben de estas alerta, organizándose, en todo momento. Bajar la guardia creyendo que ayudando a los depredadores, a los banqueros, a los insaciables esclavistas que piden más y más miseria para la población, en esta antidemocrática sociedad capitalista, se puede ir de la mano para “ayudarles a repartir  las cargas para salir de su crisis”, es entrar en su juego, aceptando sus cartas marcadas. 

Ubaldo Plaza