domingo, 12 de diciembre de 2010

LA CULTURA DEMOCRÁTICA INEXISTENTE


Sin ninguna duda el desprestigio de la fauna política, según todas las encuestas y lo que se percibe en la calle,  es por méritos propios. Es un hecho que cuando sale a la luz un escándalo de corrupción y de tanto calado como el caso Gürter o Pretoria, ocupa las primeras páginas de los periódicos y los informativos de todos los medios. Se dan todo lujo de detalles a pesar de que contra el sentido común se emplea el legal titulillo de "presuntos", que la más de las veces suscita risas cuando no indignación, por más correcto que se considere por la ley. 

Una vez pasada la ola, más periodística que otra cosa, entra en un terreno de cuasi silencio. Se dice que son los jueces los que están trabajado. Sin duda eso debe ser así. Pero es que en cuanto han pasado unos días del escándalo, todo parece, sino haber pasado al olvido, sí entrar en un terreno que no justifican los primeros síntomas de alerta con los que nos informaban de la trama de corrupción. Pronto la prensa nos ¿informan? de que lo que todo el mundo consideró un gran delito de unos políticos o sus periféricos, resulta que no era tan grave, se consideran faltas. Es decir que lo desinflan en gran parte; y como aquel que dice pasan, debido a una campaña de sus partidos, nada interesados en limpiar los establos de la políticas de corrupción, de ser unos delincuentes como todo apuntaba, a víctimas del celo de los contrincantes, de la policía y del fiscal que obedecen lo que dicen éstos para desprestigiar al  honorable, personaje pillado con las manos en la masa, que al parecer los millones no se los llevaba, sino que sólo los miraba, o quizá los contaba por pura distracción. Y hasta se piden responsabilidades políticas –que como es sabido rara vez se llevan a cabo- antes de que se pronuncien los jueces. Se trata de salvar al corrupto por los medios que sean. 

Esa falta de decisión y  mirar para otro lado de los máximos responsables políticos,  es lo que hace que la ciudadanía vea la escasa voluntad para acabar con la corrupción, por lo que lleva a considerar en las encuestas a esa casta de privilegiados como lo más impresentable.

Pero es una paradoja que esa misma ciudadanía carezca del suficiente criterio y educación democrática para  hacer lo que en buena lógica debiera: hacérselo pagar en las urnas. Una forma posible para el ciudadano, en los estrechos y controlados resortes del sistema de libertades políticas, en el que lo único que se permite es el derecho al pataleo. 

Sin embargo no sucede nada de eso. A lo sumo lo que hace el ciudadano en quedarse en casa y aumentar la abstención, desentendiéndose de  todo, como ha sucedido recientemente en Cataluña, por lo que el PSC ha perdido estrepitosamente las elecciones, aunque en este caso ha tenido que ver el rechazo de muchos  catalanes por la desastrosa política identitaria llevada a cabo por el Tripartito. 

El caso Gürter en Valencia con ramificaciones por media España, y el caso Pretoria en Cataluña –y se podría extender otras taifas y a numerosos ayuntamientos, cuyos alcaldes están implicados en procesos judiciales– en buena lógica democrática, debieran haber hecho que los partidos a los que pertenecen los implicados, por la nula acción de éstos contra la corrupción, se quedaran tras las elecciones en su mínima expresión en cuanto a apoyos populares. 


Sucede todo lo contrario. En Cataluña, a pesar del caso Pretoria en el que están implicados altos cargos del tinglado pujoliano; del escándalos del Palau cuyos desvalijadores incomprensiblemente siguen burlándose de los ciudadanos al disfrutar de plena libertad– han ganado las elecciones de forma indiscutible. Los votantes no  han tenido en cuenta ni la financiación ilegal o irregular del tinglado de la derecha catalana, con aquellos dos pesos pesados del pujolismo, Alavedra y  Prenafeta implicados. 

¿Y qué decir del gobierno del PP y del presidente Camps, de la Generalitat valenciana, que a pesar de todo cuanto se sabe, todo indica que los ciudadanos valencianos no sólo volverán a votarlos, sino que incluso pueden aumentar su poder electoral?

 Al igual que pasa con el PP a nivel nacional, que a pesar de seguir sin tomar carta en el asunto para acabar con ese monstruo  de la corrupción, ganará las elecciones generales, aunque en este caso sea más  porque el trabajo se lo está haciendo, ¡y de qué manera! el gobierno y el partido socialista a la derecha. 

La falta de cultura democrática de los españoles, en gran parte porque arrastramos el pacto entre clanes políticos de la Transición, donde todos, franquistas y oposición, muchos llegados a ésta en el último cuarto de hora, aún con los tubos hospitalarios atados al dictador presentes, hicieron que ese llamado pacto entre caballeros, lo tapara todo. Eso arraigó de tal manera, que aunque en el circo del disimulo que montan parezca que están a matar, en realidad no está en la intención de nadie sacar los trapos sucios de los demás, más allá de ese teatro: "No nos haremos daño, ¿verdad doctor? como dice el famoso chiste.

Llegando a la incompresible situación de que la gran mayoría de los ciudadanos, en lugar de castigar a los partidos condescendientes con la corrupción, les dan su apoyo. Parecen decir: como todos son iguales, de corruptos, votaremos a los nuestros, que son corruptos pero nuestros. 

Quizá para acabar con esta situación lo urgente fuera cambiar la ley electoral; listas abiertas, que permitiera al ciudadano elegir a los mejores o a los menos malos, no a los que deciden los clanes políticos que dominan. Pero eso no lo harán porque no les interesa ya que perderían en inmenso poder que tienen a la hora de decidir el reparto de prebendas, con las que se aseguran las suyas. Así que la democracia en España seguirá enferma y secuestrada por los jefes de los clanes políticos, salvo que haya un revulsivo ciudadano, que desmonte el tinglado en el que están instalados los jefes. 

U. Plaza