viernes, 30 de septiembre de 2011

LA ESCLAVITUD PERMANENTE

Como es sabido en la antigua Roma la economía estaba basada fundamente en el trabajo de la mano de obra esclava. Y también que si  un ciudadano libre contraía una deuda con otro, y  no podía saldarla en el tiempo establecido, el deudor quedaba a meced del prestamista como esclavo.  Así era la ley y como tal contaba con el apoyo incondicional de la misma y de todos los poderes del Estado. 

Esto, dicho así puede parecer algo tremendo y de hecho lo era para los esclavizados ciudadanos; pero la reflexión que a veces solemos hacer es que, claro, tal barbaridad sucedía en un  sistema esclavista, imperante entonces. Y  además de que eso sucedía hace entre veinte y veinticinco siglos. Y que claro, entonces los derechos ciudadanos estaban muy limitados.

Nada más lejano a la realidad. Hoy, salvo pequeños matices las cosas siguen igual, e incluso en algunos aspectos han empeorado. Si un ciudadano español tuvo la ocurrencia de haber deseado tener una vivienda digna–creyéndose lo que dice la Constitución que como sabemos no se cumple en la mayoría de los artículos que le favorecen al ciudadano– y se le  ocurrió acercarse a un centro de usura llamados bancos, le habrán convencido para que en lugar de tomar un préstamos suficiente para la compra de su vivienda, lo hiciera por mayor cantidad, con lo que los usureros ganaban mucho más con el mismo esfuerzo.

Pero debido a que los ambiciosos usureros quisieron ganar mucho más de lo ya escandalosamente ganado, provocaron el desmadre de una economía ya en sí desmadrada por lo de la injusticia que genera empobreciendo a los más pobres y enriqueciendo a los más ricos.

Lo que dice el sentido común es que esas prácticas son delictivas, por lo que dichos usureros debieran haber sido puestos ante los tribunales y que pagaran por su fechorías. Eso si en realidad no estuviéramos hablando de los verdaderos amos de todo. También de las voluntades de los gobernantes a su servicio. 

Pero, no. Lo que se hizo y se sigue haciendo es premiar la delincuencia de los usureros. Y una vez pasado el primer cuatro de hora, con montones de millones de dinero público a su disposición, volvieron  a los suyo, esto es la usura, además con chulería de inmunes e intocables, naturalmente con el incondicional apoyo de sus empleados los grandes políticos, que para eso los han elegido, una vez pasado el paripé  de las elecciones, en las que el ciudadano elige a unos políticos para que inmediatamente estos se pongan al servicio de los financieros y sus negocios, sean los de apropiarse de la sanidad o la enseñanza, sea para otros negocios. 

Y ahora es cuando entra en liza visualizándose crudamente el sistema romano de esclavitud, que no es tan romano, sino muy español. Como el ciudadano que ha pedido el crédito para estar conforme con la incumplida Constitución, también en cuanto al derecho al trabajo, ha perdido éste y  se ve imposibilitado de cumplir con el compromiso de abonar la parte de la usura a la que se había comprometido. 

Ante este hecho insólito si nos atenemos a la letra de la ya tan manida e incumplida Constitución de papel mojado en cuanto  a derechos ciudadanos, entra a saco  protegida por la ley, que no por la justicia, la organización de los usureros, con todo el aparato del Estado contra el humilde ciudadano candidato a esclavo. 

Porque cuando  el ciudadano no puede hacer frente a la deuda, tras todas las liturgias y chalaneos preceptivos, es expulsado de su casa, sin importar que haya ancianos niños o enfermos; y además como las triquiñuelas leguleyas están a cabo de a calle, los usureros se las apañan para que la vivienda que ellos mismos tasaron a un precio, quede reducido a la mitad o menos, con los que el ciudadano no sólo se queda sin vivienda, sino que queda esclavizado por la deuda restante de por vida y hasta sus hijos e incluso sus nietos, y además con el apoyo incondicional de los poderes políticos, a los que importa más favorecer a los usureros que a los ciudadanos a los que supuestamente representan.

Cómo en la antigua Roma, el ciudadano queda esclavizado por el prestamista–por el banquero y el político a su servivio–. Así que no han cambiado tanto las cosas como algunos alegremente podrían pensar. Todo lo contrario, han empeorado. Porque el antiguo prestamista romano tenía la obligación de mantener al esclavo que seguía trabajando para él, con lo que la situación era menos agobiante que la que disfrutamos con el esclavismo modernos, que lleva al pasto del hambre a los esclavos, en un sistema al que incomprensiblemente y contra la lógica hasta del leguaje, llaman democracia. En la antigua Roma a nadie se le ocurría decir que había una ley que estuviera por encima de evitar la esclavización del deudor. Hoy sí lo dicen a pesar de las evidencias.

Porque ahora, sin embargo, los empleados de los grandes usureros financieros, los políticos con mando, nos aseguran que hay derechos, como el de tener una vivienda. Pero favorecen al usurero hasta con fuertes fuerzas represivas, que llegan a la mayor inmoralidad si de moral se pudiera hablar en un sistema ya en sí inmoral y corrupto de raíz como el que padecemos, para impedir que la solidaridad de los ciudadanos pueda evitar la gran injusticia de echar a la calle a las  personas, favoreciendo a los millonarios culpables de la crisis, convirtiéndolo a los humildes en delincuentes y sin importarles nada más que favorecer a aquellos que son  los que sacan tajada de la situación y  los que dan las órdenes de verdad, las mismas que obedecen con sumisa lealtad.

Lo de la esclavitud de los ciudadanos no ha cambiado. Sólo el escenario y con matices cada vez menos marcados. En todo caso lo que persiste es mayor grado de hipocresía entre los que ahora nos pedirán el voto, para de inmediato tras el circo electoral, volver a ponerse al servicio de los esclavistas, expulsarnos de nuestras viviendas, eliminando derechos ciudadanos y saqueando el patrimonio público. 

U. Plaza

sábado, 24 de septiembre de 2011

LA (AUMENTADA) CENSURA QUE VIENE

La pretensión de los partidos políticos y algunos de sus acompañantes en controlar todavía más los espacios informativos de la radio televisión públicas entra dentro de la lógica de una dictadura que pretenden vendernos como democracia. Lo llaman democracia y no lo es, se grita en las calles de toda España.

No es creíble que hayan sido los comisarios políticos de los partidos y de algunos sindicatos que disfrutan del control de Radio Televisión Española, los que por su cuenta y riesgo hayan decidido aumentar la mordaza a los informativos. No es creíble en un a partitocracia  en la que nadie da un paso sin que el jefe o jefes que barajan y dan las cartas, decidan quien juega y quien no, y en qué lugar; sabiendo como saben, que el jefe es quien reparte prebendas por tener el control de la llave del cajón del pan.  

No se les escapa nada como hemos podido ver ante el disparate antidemocrático perpetrado contra la Constitución y contra todos los españoles por Zapatero y su supuesto contrincante, Rajoy,  ahora  servidores ambos de los que arruinan  a los pueblos, del Fondo Monetario Internacional. 

Ninguno, salvo Antonio Gutiérrez, antiguo secretario general de Comisiones Obreras hasta que descubrió los beneficios de una  socialdemocracia, que nunca fue, se ha atrevido a contradecir al jefe y votar en conciencia y por la democracia. Ni siquiera el ahora candidato, Pérez Rubalcaba, que promete lo ya prometido, y  que nunca tuvo ni tiene intención de cumplir, porque  las promesas en las campañas no comprometen a nada. Sí se comprometen con la delincuencia financiera, como sabemos ¡Y vaya si cumplen con ellos!

Se comprende que al PP no le guste que lo profesionales de la información tengan la cuerda muy larga. Seguramente  ellos son más de los telediarios y del NO-DO en el que el galán por excelencia era el caudillo. Y se comprende porque ese será sin duda su futuro modelo, con pequeñas variantes, que pretenderá aplicar en cuanto España vuelva a ser suya por mor de un sistema electoral antidemocrático que impone el bipartidismo. 

Se comprende también que la ultraderecha catalana de CiU, ya echada al monte sin careta, tan proclives ahora a pactar con los peperos, olvidándose de las puestas en escena y de la teatralidad hipócrita de Artur Mas, con notarios de por medio, sean proclives a la censura. Es normal en su política del negocio que es a lo que de verdad se dedican. 

No les interesa que se les escape lo más mínimo y que algún desconsiderado periodista fuera de control de su pesebre–tan abundante en Cataluña donde no hay prensa libre digna de tal nombre, y siempre al lado del poder justificando todas sus tropelías–, explique hasta qué punto está llegando el saqueo de la Sanidad  Pública; muestre el estado lamentable de los hospitales donde la humillación y la falta de intimidad de los pacientes en los pasillos como en Valle Hebrón es la norma.  O  que las escuelas carezcan de medios mientras siguen dándole ingentes cantidades de dinero a las privadas y a las religiosas, saqueando lo público para privatizar ambos servicios fundamentales; y que recuerdan la situación de hace más cuarenta años. Así que se comprende que a unos mercaderes les moleste la libertad relativa existente, que ponga al descubierto su verdadera faz y sus políticas de expolio.

También se comprende que al PSOE–que a ver cuándo se deciden a cambiarle el nombre y le quitan, por lo  menos, las últimas tres letras, para que el lenguaje coincida con la realidad–le interese que no se airee demasiado su desastrosa política para las clases populares. Y si la propuesta viene del PP, miel sobre hojuelas. Por eso se abstuvieron como si la libertad de expresión pudiera discutirse. Y como hicieron con la votación en el parlamento Europeo por lo de los vuelos de lujo, rectificaron tras el escándalo, no antes.

Desconocemos qué ventajas puede lograr ERC con la censura, aunque sólo sea porque, cierto o no, siguen ostentando el nombre de esquerra y  republicano, que se da de hostias con la censura pretendida.

Mucho menos se puede comprender que el delegado de Comisiones no haya alzado la voz tronante  y escandalizada ante la pretensión de tapar la boca a los informadores, en definitiva para censurarlos y evitar que los ciudadanos podamos saber algo de lo que se cuece a nuestras espalda, o a costa de ellas. Sólo se nos ocurre que  la cúpula de este sindicato–no los afiliados que sufren como todo el mundo sus decisiones– otrora combativo y exento de burocracias, ahora está tan acostumbrado a revolcarse entre los poderes y sus estercoladas alfombras patronales y banqueriles, que ya no saben distinguir ni para qué fueron creadas las CC.OO.  Que se vienen agachando  tantas veces que cuánto más lo hacen más se les ve el culo. 

Al final resulta que tan solo Izquierda Unida, con la rara avis de UGT, que en esto ha estado en su sitio,  ha sido el único partido que ha tenido claridad de ideas democráticas de lo que hay que hacer ante el intento de la derecha–toda la derecha, llámese como se llame, que como sabemos hoy el nombre nada tiene que ver con los contenidos, de implantar ya el sistema de desinformación y censura que nos espera. 

U. Plaza



jueves, 15 de septiembre de 2011

EL OCASO DE UN SALTIMBANQUI

Rodríguez Zapatero, el neófito que llegó a presidente del gobierno por todo un encadenamiento de casualidades y errores del soberbio Aznar, pasará a la historia, seguramente por unas razones muy alejadas de las que pudo pensar cuando por aquellas carambolas, y apoyos, todo hay que decirlo, de la derecha del partido socialista catalán –Pasqual Maragall–, sino  por ser el que se convirtió en el mercenario  y ejecutor de los grandes depredadores financieros. Jamás ningún político pudo tener una retirada menos honorífica y contraria a lo que, al menos sobre el papel, decía ser, en el ocaso de su carrera, además de forma precipitada y siendo aún joven. 

Es malo creerse dotado del favor de los dioses, como seguramente creyó   aquel 16 de noviembre de 1997 cuando fue elegido como secretario general del PSOE, sin darse cuenta de que había otros mejor situados, y visto el resultado, seguramente mejor preparados. Pero ya se sabe, cuando a alguien le ataca la soberbia, los dioses le empujan al abismo de la ceguera, para que abunden en ella. Y nuestro hombre no se percató en ningún momento, de que lejos de ser el candidato mejor preparado para una tarea titánica, como era pasar de la nada, de diputado anónimo, silencioso y prácticamente desconocido, a candidato a presidente, que requería algo más que un deseo, una pose o un aparente talante que al final  dilapidó, o ni siquiera fue. 


No lo tenía difícil. Y algunos de los barones de su partido jugaron a que se quemara, viéndolas venir, a la espera de mejores oportunidades, que calculaban, como mínimo, aquella legislatura y la siguiente. Pero el zorro Maragall, que encabezaba la delegación del indefinido, pero aparentemente socialista, increíble por sus  actuaciones, PSC de la taifa catalana, muy escorado a la derecha nacionalista, pensó que nunca tendría mejor ocasión que aquella de apoyar y colocar a un candidato con pocas tablas y  manejable como el novato leonés. 


Sabía Maragall que el desconocimiento de la realidad española, y sobre todo su desconocimiento de la verdadera esencia marrullera  y mercantil y reaccionaria del nacionalismo catalán que infectaba e infecta el PSC, le permitiría sacar tajada del él. Así que el maquiavélico ex alcalde olímpico, con vistas al futuro decidió apoyarlo,  porque otra cosa aún no estaba madura. 


Y contra todo pronóstico salió elegido con una diferencia de 9 votos con el fundamentalista, más cercano a la España profunda que a un socialista, ni siquiera de un socialdemócrata, por muy descoloridos y devaluados que estén, José Bono. 


Maragall entonces trabajaba a medio plazo. Estaba convencido de que tenían tiempo para convertirlo en su marioneta más que en su aliado, ofreciéndoles señuelos de apoyos mientras fuera secretario general, contra otros sectores o baronías del PSOE, para que, llegado el momento, asegurarse lo que siempre persiguió  el nacionalista Maragall, la derecha catalana, que en esto todos son parecidos, tengan el nombre que tengan de cara al electorado: pasar la factura en provecho de su casta, no de Cataluña, como suelen decir para vestir el discurso.

Pero desgraciados acontecimientos, como el empecinamiento del belicoso Aznar en ponerse a las órdenes de un desquiciado fundamentalista como Bush, y de los intereses del gran capital de los Estados Unidos, su entrada en la guerra de Iraq como asistente-tonto-útil "para lo que mande el amo yanqui", y el criminal atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid, unido a las mentiras del gobierno del PP, auparon al PNN de la política, a la jefatura del gobierno para  la sorpresa de todos, seguramente él incluido. 

La primera legislatura fue de una inconsciencia absoluta, sin una definición político-ideológica, con  guiños a la izquierda política, al tiempo que consolidaba políticas de derechas. 

Con la venta de su alma al diablo nacionalista Maragall, puso en marcha todo una suerte de acciones insensatas, que era incapaz de controlar, con cada vez más fugas hacia adelante, lo que complicaba su siguiente decisión. 

Pero mal que bien, y sobre todo porque frente a Zapatero había un candidato muy flojo, como el digital Rajoy, se pudo mantener y ganar las elecciones del 2008, negando la situación de crisis, poniendo en marcha toda una serie de medidas contradictorias– como el cheque bebé que beneficiaba a los que tenían más que a los que se suponía debían recibirlo, las rentas más bajas–, dándose la circunstacia de que muchas parejas ricas y hasta millonarias lo percibían mientras otras que no tenían trabajo, o con sueldos muy bajos, no lo hacían. 


Pero el giro copernicano de un supuesto dirigente socialdemócrata lo realizó cuando los buitres de las finanzas, culpables de la crisis financiera le impusieron las medidas  draconianas, que consistía en que los miles de millones defraudados por ellos, los pagaran los ciudadanos, que en ningún momento habían contraído deuda alguna. 


Zapatero, al descubrir las bondades del liberalismo económico de la gran delincuencia financiera, se sentía adulado por estos en las reuniones internacionales, sin darse cuenta de que lo hacían porque se había puesto a sus órdenes y en primer tiempo de saludo  y dispuesto a seguir  decisiones impuestas. Así que la adulación no era  porque en ningún momento lo consideraran de los suyos. 


Se dice en la jerga de ese mundo del hampa financiero, que fue valiente al tomar las medidas impopulares que tomó contra sus propios ciudadanos y contra sus propios votantes en beneficio de los dueños del gran capital. Para cualquier otra persona hubiera supuesto un insulto semejante elogio que le hubiera hecho reflexionar. No se daba cuenta que estaba cavando su tumba política, y lo que aún era peor, la de su partido que perdía los pocos signos de identidad que pudieran quedarle tras el desastre de González, el verdadero conversor del PSOE en un partido al servicio de la derecha con los votos populares de la izquierda.


Porque Zapatero tenía otra alternativa: haber rechazado las imposiciones de los culpables de la crisis, haberse dirigido al país explicándoles la situación, y convocar  un referéndum sobre lo que había que hacer, al tiempo que tomar las medidas para el encarcelamientos de los culpables de la crisis en nuestro país,  nacionalizar los bancos en quiebra por la mala gestión, en lugar de permitirles seguir aumentando sus escandalosos beneficios con dinero público. 


Zapatero pudo, en última instancia haber dimitido, negándose a aceptar las imposiciones de los culpables de las trapacerías y el desastre económico, negarse a obedecer a esos sectores que nadie ha elegido, pero que marcan la agenda de los políticos, y que  convierten a éstos en meros gestores de sus intereses. Pero prefirió aceptar eso que llaman sentido de la responsabilidad del gobernante, cuando no es más que una obediencia ciega contra los principio que se les suponía tenía, en favor de los intereses de la gran banca, y contra los millones de españoles que se convertían en rehenes y víctimas de una decisión para la que los ciudadanos no lo habían votado.


Hoy, ya desahuciado y sin credibilidad, tira la toalla, dejando a su partido, y lo que es peor, a las clases bajas, con una herencia desoladora. Y, como se sabe, cuando los partidos que se denominan de izquierdas hacen políticas de derechas, y en este caso salvajemente de derechas, el resultado es que la gente acaba preferir al original a la copia. La mayor de las veces por la desolación que aplasta a los votantes socialistas, que acaban por refugiarse en el desanimo cuando no el desespero de la abstención. El primer acto lo hemos visto en la elecciones municipales y regionales. Como lo vimos en Cataluña por el empeño de Montilla de imitar a la derecha de CiU olvidándose de quien les había dado el voto, que no fue para que se convirtiera en una mala copia del pujolimo reaccionario, mercantil saqueador.


Zapatero tira la toalla y se va con el mayor desastre que pudo haberse imaginado nadie dentro del PSOE, que en realidad no es más que lo previsible  aquel 16 de noviembre de 1997 en que, contra todo pronóstico fue elegido como secretario general del PSOE, y por ende candidato a la presidencia del gobierno. Pero no contento con la faena, la remata con otro favor a las clases más reaccionarias e insolidarias, poniéndose al servicio de la derecha con un cambio en la Constitución de la manera más reaccionaria posible: negándole a los ciudadanos la propia democracia, con un golpe de mano palaciego de acuerdo con la derecha más cavernícola de Rajoy. Y los dirigentes  de PSOE, por la inercia de la obediencia, no dicen nada sustancial contra semejante atropello, más allá de justificaciones que al final quedan en nada y haciendo  la ola al jefe. Aunque, una vez más, el jefe los haya dejado con el culo al aire.


U. Plaza 

martes, 13 de septiembre de 2011

LA BURGUESÍA CATALANA, ANTES FRANQUISTA, AHORA NACIONALISTA...CATALANA

En los años de la dictadura fascista la burguesía catalana hablaba castellano en sus casas y  era la lengua  que les enseñaban a sus hijos "porque el catalán era una lengua de estar por casa".  Cuando venía el sanguinario dictador a Cataluña, todos perdían en culo tras él,  cubriéndolo de parabienes, cardenales y obispos incluidos, naturalmente. Y hasta lo hacían alcalde honorífico de los ayuntamientos por menos que cantaba un gallo con la intención de mostrarle  al golpista de El Pardo sus "inquebrantables adhesiones".  Ahí están la hemerotecas para dar fe de cuántos empresarios y la alta, y no tan alta burguesía catalana, entonces  defendían el nacionalismo, naturalmente, el nacionalismo  español. 

Pero como siempre, los mercaderes de la derecha catalana–igual que ahora– no lo hacían por patriotismo ni por defender valores culturales, y mucho menos derechos y libertades, que ellos sí las tenían. Lo hacían porque el dictador les proporcionaba pingües ganancias haciendo leyes que  mantenían sujetos a los trabajadores, con salarios de miseria y sin derechos sindicales que les permitieran defenderse de la brutal explotación. Era lo menos que podían hacer para agradecérselo al dictador. Para eso colaboraron desde el principio en el golpe de Estado y siguieron colaborando durante toda la dictadura, salvo honrosas excepciones.

Cuando llegaba el 11 de septiembre, los únicos que salían a la calle jugándose el pellejo eran los trabajadores comprometidos en la lucha antifranquista, generalmente del PSUC,  charnegos la inmensa mayoría por no decir su totalidad; muchos de ellos que ni siquiera entendían catalán, y no digamos hablarlo. Y lo hacían por considerarlo justo, como una lucha más por la libertad;  y por  orientación de la dirección del Partido, que lo consideraba muy importante: "para que la burguesía– nos decían– el día de mañana cuando haya libertades, no se apodere la derecha del hecho nacional y margine a la clase obrera". Hoy eso parece un chiste, visto quiénes han sido de verdad los beneficiarios.

Y lo decían con esa incomprensible fórmula de "ser un partido nacional, pero no nacionalista".  Si no fuera porque algunos dirigentes que ponían más fe en este hecho que en otros que interesaban–por urgencia, como hoy– a los trabajadores, y que sí sabían lo que hacían, habría que pensar que ¡menudo ojo clínico! "para que la burguesía no se apoderara...", etc. 

Aquella burguesía de aquellos años, explotadora hasta el agotamiento de los trabajadores, en largas jornadas que rayaba la esclavitud, no le temblaba el pulso a la hora de pedir ayuda a gobierno franquista del que eran parte integrante como beneficiaria,  para reprimir a los trabajadores, que con todas las dificultades, trataban de organizarse para conquistar  mejores condiciones de vida y de trabajo. Y los jefes políticos de la dictadura en Barcelona, en Cataluña, no eran extraños personajes venidos de fuera, como la mitología nacionalista trata de hacernos creer ahora embaucando a manipulados ciudadanos, con los medios de manipulación pesebristas y subvencionados. Eran los  miembros de la clase dominante catalana que habían ayudado al golpe de Estado y se cobraban su ayuda a costa de las clases populares derrotadas. Sus nombres, castellanizados porque convenía  a sus negocios; y apellidos catalanes, conversos al falangismo local o al salismo, están ahí para quien quiera enterarse.  Aquellas grandes familias de la burguesía catalana defendían el franquismo entonces como ahora defienden el nacionalismo catalán y hasta la independencia: porque consideran que les es rentable para sus negocios. Nada más. Pensar otra cosa es de un despiste supremo, o algo mucho peor.

La burguesía catalana–como todas las burguesías–miden su patriotismo y todas sus acciones calculando su rentabilidad; y aplica sus políticas según la oportunidad, y si le conviene para el negocio. Por eso suena a oportunismo que la misma gente que de forma salvaje le  está expoliando a los ciudadanos catalanes sus derechos, quitándoles la Sanidad y la Enseñanza públicas, privatizando su patrimonio  para hacer negocios privados–como lo hacía cuando estaba el dictador–ahora se erija en defensora de "lo catalán". Y saque  la bandera de la defensa de la lengua, que mucho de ellos recordaron que era la suya y la recuperaron a corre cuita, en cuanto se le retiraron los tubos a la  momia golpista; y hubo incluso quien dos años después siguió rindiéndole honores al dictador, en castellano, naturalmente, en las instituciones catalanas, por ejemplo en el ayuntamiento de Barcelona. Y quien siguió rindiendo honores al alcalde franquista, Porcioles.

 A ellos, a los mismos que ahora parecen estar dispuestos a otra cruzada en sentido contrario de la de antaño,  les importa porque han visto que así pueden sacar mejor tajada manipulando a gentes de buena fe, como defendieron la castellana durante el franquismo, por puro oportunismo. Y ahora, como una cortina de humo, para ver si la gente se olvida del expolio emprendido y el mal gobierno de la derecha, como siempre. 

Pero lo lamentable del asunto es que esta burguesía, siempre insolidaria, haya sido capaz de poner de  su parte a los dirigentes de los partidos que se llaman de  izquierda; y hasta las desnortadas direcciones de los sindicatos, para defender lo que a ella le conviene, con gestos patrioteros, comiendo en la palma de su mano, haciendo piña con los amos del tinglado.

Entonces, en la dictadura, como ahora en esta seudodemocracia vacía de contenido, que cada vez vacían más,  son las clases populares  las que defendían la cultura, la catalana incluida, arriesgando su libertad, incluso sin ser muy conscientes de ello. Los trabajadores charnegos eran los únicos que defendían la lengua   catalana, su cultura, como un derecho. Y eran criticados por los que ahora tan gallitos aparecen, desde cómodos sillones con  remunerados sueldos, como los mayores defensores de la identidad catalana. Habrá que ver lo que acaba de hacer Fainer con La Caixa, que desmiente el discurso patriotero. 

Muchos de aquellos charnegos   pagaron cara su osadía en solitario; fueron torturados en las comisarías franquistas, y purgaron largas condenas de cárcel. Ninguno de los representantes de aquella clase dominante, cuyos herederos hoy son tan defensors de Catalunya, movió un dedo para defenderlos, todo lo contrario. Eso parece haberse olvidado por quienes no debieran hacerlo, salvo que su amnesia sea de tal calibre que hasta olviden  que la sociedad sigue  dividida en clases, más que nunca si cabe, y que los que dirigen, esta derecha expoliadora de hoy, es la misma de siempre, también la de la dictadura. Y que ir junto a ella desde posiciones populares, pretendiendo defender lo mismo, lo único que hace es incrementar la cuenta de resultados de sus réditos políticos, que en ella sólo son fundamentalmente económicos. 

Si  por desgracia se volviera atrás, nada imposible visto el curso de los retrocesos sociales que están aplicando; si la situación les recomendara para sus negocios a esta derecha expoliadora y tan  patriotera de ahora, volver a hablar castellano, y convertir de nuevo el catalán y toda la cultura catalana en  un obstáculo, que nadie dude que lo haría. 

Por eso antes de acompañar a la derecha en cualquier supuesta reivindicación, por justa que parezca, o nos lo venda así, no hay que olvidar que no es para ellos más que una inversión, como lo fue en sentido contrario durante la dictadura. No debe olvidarse desde las clases populares, de quiénes son y han sido los expoliadores. No se puede ir de la mano de los mismos que nos saquean nuestros derechos con toda impunidad.

U. Plaza

sábado, 10 de septiembre de 2011

LA DIGNIDAD Y ARTUR MAS

El que pasa por ser el jefe del gobierno y de la derecha catalanas, cada vez más escorado hacia la ultraderecha –y aunque todo el mundo sabe que Mas es sólo el que obedece las órdenes de los que de verdad mandan, los financieros, que no se presentan a las elecciones, pero deciden–con motivo de la puesta en escena de las celebraciones del once se septiembre, junto con el resto de la farándula política, que año tras año alimentan el mito que les sirve de excusa para seguir defendiendo sus intereses de clase, con el señuelo de "defender la patria catalana" a costa de muchos ingenuos que se lo creen, ha dicho que dicha celebración se ha de hacer con todos sus símbolos. Lo que por otra parte entra dentro de la lógica de cualquier celebración, sea la que sea. 

Pero lo que ya raya el disco es que Artur Mas se atreva a decir a continuación, para afirmar su perogrullada, es que "se ha de hacer con toda dignidad". Como siempre la derecha, manipuladora hasta la nausea, miente descaradamente en todo cuanto dice. Porque para ella, para Artur Mas y para los jefes de Artur Mas, que son los beneficiarios de sus políticas, la dignidad empieza y acaba en una cuestión de símbolos. Será porque eso, contrariamente a perjudicarlos, los beneficia; porque esa parafernalia la saben rentabilizar, tan propio de los mercaderes.

Sin embargo, al parecer,  la dignidad del Artur Mas se acaba en esa puesta en escena. Porque contrariamente sí consideran digno que se esté expoliando la Sanidad Pública, se privaticen servicios y se desvíen hacia  las clínicas privadas para hacerles  ganar mucho dinero a costa de la salud de los ciudadanos, que ya sufren las consecuencias del digno expolio, cuyo único cometido parece ser el de Baudilio (perdón, Boi) Ruiz. 

Como también debe el jefe del gobierno catalán  considerar muy digno que se estén recortando los presupuestos de la enseñanza pública,  al tiempo que se regala a escuelas privadas mucho dinero, con el mismo cometido que con la sanidad: el negocio a costa de lo que sea, incluso con masivos despidos de profesores, y obviamente con una bajada de la calidad, que parece no consideran digna de atención.

Igual que este digno servidor de las grandes fortunas se ha negado a incrementarle los impuestos, con lo que se aliviaría el déficit, mientras que los indignados ciudadanos han de soportar que Artur Mas con todo descaro se arrogue dignidad, cuando no hay nada más indigno que el hecho de que haya personas que puedan morir por falta de asistencia sanitaria, gracias a sus dignas políticas de expolio, y lo haga con una cuota electoral, del 22% de apoyo, una minoría, dígase lo que se diga, gracias a una antidemocrática ley electoral tan digna, que permite semejantes injusticias por parte de los más ricos.

Pero no importa. La puesta en escena con todos sus dignos símbolos está servida. Y como buenos amigos, la asumirán hasta los que, contra todo sentido común, aún siguen llamándose de izquierdas, sin quererse enterar del estropicio social que están provocando sus compañeros de fiesta de CiU, con los que no pierden ocasión de firmar comunicados solidarios. Y es que la dignidad de los políticos gubernamentales–que en Cataluña lo son casi todos, porque a la hora de la verdad todos se ponen de acuerdo, porque todos comulgan en el mismo abrevadero nacionalista, con ese oximorón de izquierda y nacionalista, sin la menor fisura. La dignidad parece ser tan elástica y tan utilizable por estos pagos,  como lo es un comodín, que lo sacan  en cuanto la partida de póquer lo demanda, como buenos tahures que son, a la hora del envite, generalmente engañoso, como todos sabemos.

U. Plaza

lunes, 5 de septiembre de 2011

EL GOLPE

Lo que acaba de hacer el gobierno y el grupo parlamentario que lo sostiene, el PSOE–con la única excepción de Antonio Gutiérrez, al que debe quedarle algo de ética y memoria de cuando era secretario general de Comisiones Obreras, antes de que la dirección de este sindicato perdiera el norte en las moquetas de los despachos–; y con el entusiasta  apoyo de la derecha más cavernícola de este país, es de un calado tan profundo que perfectamente se puede calificar de golpe palaciego, antidemocrático contra los intereses populares. 

Porque no se trata sólo, siendo esto muy grave, de que se haya despreciado al ciudadano e impedido que decidiera cualquier cambió de la Constitución por la vía de un referéndum; la misma  Constitución que han considerado siempre que era poco menos que inmaculada, sobre todo para que no se destapara la caja de Pandora,  y que el ciudadano pidiera cuentas sobre muchos aspectos de la misma, sobre todo de la forma de Estado, derecho sustraído en su día. 

Esa era la excusa, que sin embargo en un golpe caciquil, en tiempo récord, han decidido que no es tan inmaculada y que se puede reformar, naturalmente sin contar con nadie, sólo porque así interesa a las bandas financieras, y a sus servidores de los gobiernos de mercaderes de Unión Europea.

Porque lo que se acaba de hacer es muy grave en sí mismo, al margen del hecho antidemocrático. Porque acaban de liquidar la Constitución en aspectos fundamentales. Porque hacer imposible constitucionalmente el aumento de déficit es tanto como impedir que el país pueda desarrollarse para llevar a cabo proyectos de futuro, y sobre todo atender la demanda de mejoras sociales, punta de lanza de las políticas de la derecha más salvaje e incivilizada, como estamos viendo con los saqueos de la Sanidad y la Enseñanza públicas.

Porque en el hipotético caso de que algún día las mieses de los campos aumentaran considerablemente, y las piaras disminuyeran y hubiera más pan que chorizos; y por tanto  en el hipotético caso de que hubiera algún día un gobierno medianamente decente que quisiera hacer políticas menos proclive a los intereses de los delincuentes financieros, y algo más tendente a atender las necesidades de los ciudadanos menos favorecidos, se encontraría con las manos atadas. No podría emprenderlas si para ello, como sería obvio, debía endeudarse. 

Y claro, como para deshacer el atropello que se acaba de perpetrar–con el apoyo de Rubalcaba y de Alfonso Guerra, que por más que vocifere en presencia de los obreros votó a favor– hace falta una mayoría cualificada,  eso sería imposible. Porque la derecha salvaje, pura y dura, la que ha salido favorecida con el golpe palaciego, porque esa era una de sus metas, no será tan complaciente para modificar nada, como lo ha sido Zapatero  y su grupo parlamentario con ella, al pasarse con armas y bagaje a las posiciones  ideológicas del PP.

Si considerábamos que la democracia española era de ínfima calidad, ahora simplemente no es ni eso. Ya que carece de importancia a qué partido se le vote, salvo, si  se hace a alguno que no sea de los dos que se han confabulado para dar el golpe. Y aún así, porque teniendo en cuenta el aplastante poder mediático y la ley electoral a favor de los grandes, será imposible romper el corsé impuestos. 

Porque, como ha quedado demostrado, tanto PSOE como PP, en realidad obedecen a los financieros, los verdaderos amos, que son los que mandan aunque nunca hayan sido votados por los ciudadanos. Por lo que el acto electoral se ha convertido en una farsa, ya que los votos no cambiarán nada, porque quien decide, los financieros, no necesitan presentarse a las elecciones para decidir, y además ni siquiera se desacreditan, porque para eso tienen a sus servidores, como lo vienen demostrando, y ahora de manera absoluta.

Así que ante este panorama de liquidación democrática, como en los viejos tiempos de la dictadura, al ciudadano no le queda más opción que luchar por la democracia, nunca alcanzada–ni siquiera la formal como estamos viendo–y lograr un referéndum y una Constitución que responda a los intereses  de los ciudadanos, que como es obvio no son los mismos ciudadanos que hace 33 años pasaron por la horcas  caudinas de una Constitución con amenazas involucionistas. Constitución que de todas formas quedó en papel mojado en muchos aspectos, que nunca se respetaron por los poderes.

U. Plaza 

sábado, 3 de septiembre de 2011

EL CINISMO DE LOS SERVIDORES DE LOS RICOS

Ya es poco probable que nadie se extrañe ante el grado de cinismo  del  que son capaces de exhibir los servidores de los financieros. Pero a pesar del grado escandaloso al que han llegado, demuestran a cada paso que son capaces de superarse así mismos, sin que por ellos pase la menor sombra de rubor o vergüenza ante las mentiras utilizadas para justificarse.

José Blanco, jefe privilegiado de uno de los partidos de la derecha realmente gobernante, junto con su políticamente cadavérico jefe Zapatero,  ha dicho sin que se le escape la risa burlona por el atropello a los ciudadanos que le pagan su sueldo,  "que no hay tiempo para hacer una ley que permita subirle los impuestos a los millonarios". Y naturalmente, este aprendiz adelantado de neocon, se habrá quedado tan contento, sobre todo porque habrá dejado contentos a los que sirve, a esos millonarios que habrán confirmado que Blanco es de los suyos, de sus servidores, vamos, que los poderosos tampoco es que se proliferen en codeos con el servicio, más allá de lo estrictamente necesario para intereses.

Porque hay que ser cínico y falto del respeto al ciudadano para ser capaz de recurrir a semejante excusa, sin que se le alborote la neurona. 

Porque no hay tiempo para hacer una ley para que los grandes millonarios que con la crisis provocada por ellos cada día lo son más, y sin embargo corrieron a darles nuestros dineros a los banqueros, sin contar con los ciudadanos, en un tiempo récord; para eso si hubo tiempo, porque había que salvar–dijeron– el sistema financiero, es decir a los mismos que lo habían hundido, en lugar de meterlos en la cárcel, como la lógica demandaba. Pero era mejor dejar que se siguieran enriqueciendo tras el salvavidas de la lluvia de millones de dinero público, para que siguieran haciendo lo que hasta entonces. No había problema, todo era tan fácil como saquear la Sanidad  y la Enseñanza públicas, vendiéndonos la burra ciega de que "habíamos vivido por encima de nuestra posibilidades": un robo  y con  alevosía.

Como tampoco les ha faltado tiempos a los dos partidos de la derecha española,  para confabularse para dar un golpe palaciego, cambiar algún aspecto de la Constitución que más favorece a los que Pepiño Blanco no tiene tiempo de subirle los impuestos,  cuando es un clamor que lo que se pide es que si hay que cambiar la Carta Magna, se haga con todas la consecuencias previo referéndum.  


Pero para algo tan importante, como sí han tenido tiempo de soslayarle a los ciudadanos el derecho a pronunciarse, como ya se hizo en su día cuando se impidió que el pueblo español se pronunciara por el tipo de Estado que prefería. Entonces, los herederos de la dictadura, travestidos como se sabe en "demócrata de toda la vida", con el apoyo cómplice de no pocos que debieron haberse opuesto, nos lo colaron porque los poderes fácticos, esto es, el Ejército y la Iglesia, y claro los mismos que hoy imponen su ley, los financieros, lo impedirían. 


Pero esa excusa tan propagada entonces, hoy es sencillamente inaceptable por mucho que digan que es legal–y sin duda lo es porque las leyes las han hecho los mismos que ahora quieren seguir impidiendo que sea el pueblo quien decida–. El golpe palaciego se comprende porque obedece a la misma dinámica  servil de los dos partidos que sirven a los mismos amos. Pero que lleguen, como ha llegado José Blanco a insultar nuestra inteligencia con el argumento de "que no hay tiempo", es sencillamente comprobar hasta qué punto se ha degradado la casta política gobernante, hasta no tener en cuenta ni en disimular sus falsedades y continuas mentiras, con tal de seguir los lacayos del mundo financiero. 

U. Plaza