viernes, 30 de diciembre de 2011

EMPEZAR DE CERO, CREAR OTRO PARTIDO DIFERENTE



Seguramente  Rodríguez Zapatero pasará a la historia como uno de los más grandes fraudes a la esperanza democratizadora de los españoles tras la transación de la dictadura a la partitocracia, a la que llaman transición. Cuando dio aquel paso de retirar las tropas de Iraq, pensamos ingenuamente que aquello era una apuesta por marcar distancias con el anterior gobierno, y que iba a dignificar la política del PSOE tras el desastre González. Después vimos que todo obedecía a su incapacidad por entender nada que no fuera obedecer a los que le mandaban hacer las políticas que interesan a la derecha, a eso que llaman eufemísticamente "mercados", pero que tienen nombre y apellidos muy resonantes tras la Gran Estafa Financiera.

Zapatero, como antes lo hiciera González, se marcha dejando tras de sí un desastre por el que ni las leyes ni nadie le pedirá responsabilidades. Sólo la Historia. Él, sin lugar a dudas tendrá el futuro resuelto; no así los ciudadanos víctimas de sus políticas serviles. 

También deja un panorama desastroso en su partido, en el que andan a la greña las diversas facciones o familias, no porque ahora hayan caído en la cuenta de que el techo se les ha venido encima porque han olvidado los principios, no del partido creado ex novo poco antes de la muerte del dictador, o los principios que tuvo el PSOE antaño antes del invento de Suresnes, del que pocos mamaron nada, o los que lo habían hecho fueron marginados. El problema no se lo plantean en clave ideológica, en   "qué hemos hecho mal para que millones de ciudadanos que antes nos votaban, no nos hayan votado". 

No, el planteamiento es mucho más sencillo. Lo que ahora agita las aguas del PSOE, nada tiene que ver con la orientación que ha seguido el partido–su dirección–, sino una lucha por el poder. Porque éste reparte prebendas y se han quedado sin ellas. Y ha sido de tal calibre el cabreo ciudadano, de sus votantes, que en su soberbia no lo quisieron ver cuando todo el mundo lo tenían claro. Nadie en el partido dijo nada ante las ocurrencias y malabarismos del  jefe, aunque el abismo estaba a la vista. Estuvieron a tiempo de pedirle cuentas a Zapatero, a su gobierno, pero nadie levantó la voz contra las agresiones que estaban asestando, de forma hasta chulesca–"me cueste lo que me cueste", dijo cuando trajo los deberes impuestos por los dueños de Europa–a los más débiles, sin que pasara por sus cabezas que la solución estaba más en recaudar en las grandes fortunas, en lugar de expoliar a los más pobres aplicando las políticas recetadas por la derecha.  El obediente alumno fue obedecido a su vez sin rechistar por la dirección del PSOE. Porque la sumisión y obediencia al jefe que estaba asegurando el status de cada uno pudo más que la vista en el futuro; y sobre todo en la razón de ser de un partido que se sigue llamando socialista, y que para millones de ciudadanos los sigue siendo: transformar la sociedad para hacerla más justa.

Toda la parafernalia que ahora están montando con los enfrentamientos entre diversos sectores, con comunicados entrecruzados que nadie sabe dónde está cada cual, sólo es debido a que han perdido el poder, las prebendas; no porque piensen en un cambio de rumbo ideológico. Si hipotéticamente recuperaran el poder en poco tiempo, que les permitiera seguir como hasta ahora, de inmediato se acabarían los reproches y todos loarían al jefe; y una vez más, la tan ahora necesidad de "hacer mucho PSOE" quedaría ad calendas grecas hasta la próxima derrota y pérdida de empleos, y volver a empezar.

El PSOE necesita más que nunca, no renovarse, que para eso ya es muy tarde tras su liquidación ideológica  desarrollada, primero por González, y rematada por Zapatero. Y lo necesita el país, por ser muchos los ciudadanos progresistas que así lo entienden. Pero renovarse en este caso significa liquidar todo lo nocivo que hay en él, que si los antiguos socialistas levantarán la cabeza, serían incapaces de reconocer a su partido en esta amalgama de intereses más cercanos a la derecha clásica que a un partido con semejantes siglas.

Es necesario la disolución de lo que es hoy el PSOE y crear uno totalmente diferente, con ideología clara, sin caciques y sin que sea posible la presencia en él de personajes de  derechas que todos conocemos; que no sea la herramienta para eternizar cargos, sino para transformar la sociedad en sentido positivo, republicano, y que rompa con sus amores con el neoliberalismo, al que viene sirviendo la socialdemocracia, sobre todo en los últimos años de hundimiento del capitalismo, en lugar de aprovechar  dicho hundimiento para avanzar en sentido social, no para apuntalarlo. 

Nada de eso se plantearán los que ahora están a la greña. Harán un Congreso del que saldrán los mismos que han llevado al desastre al partido y al país. Y muy posiblemente al final acaben pactado para que todo cambie, pero que todo siga igual. En el Congreso de febrero, ninguno de los que han tenido algo de poder en el partido durante  más de tres décadas debiera estar más arriba que de militante de base y sin cargo alguno, sea de partido o institucional. Y de algunos de ellos la dirección saliente debiera huir como de la peste, si de lo que se trata es de ganar credibilidad socialista. Y sobre todo, es fundamental una autocrítica muy profunda de las actuaciones del partido y sus dirigentes en todos los ámbitos. Hay que empezar de cero y crear otro partido socialista, que lo sea.

U. Plaza