viernes, 28 de octubre de 2011

LA INMORALIDAD SIN LÍMITES



A pesar de que el grado de corrupción moral–antesala de todas las demás– de los políticos con poder en las diversas instituciones  ha alcanzado niveles insoportables, y que parecía, por lo tanto, que sería difícil  subir más escalones en esa  lacra que padecemos; sin embargo siempre aparece un personaje que sin el menor reparo sí es capaz de batir un nuevo récord de inmoralidad. 

Y lo ha dado el personaje que está al servicio de los intereses la sanidad privada, colocado en el cargo como Conseller de Sanidad contra todo sentido común de servicio público. Porque su cometido no es el de procurar una sanidad al servicio de todos los ciudadanos como cabría esperar,  sino todo lo contrario: hacer ganar dinero a sus jefes, para lo cual lo han empleado, aun a costa de la salud y la vida de los ciudadanos. 

Es evidente que toda acción política tiene una ideología; y una meta en los intereses determinados de quien ostenta el poder. Y que si este  poder  está en manos de un partido como CiU, de la derecha salvaje y depredadora, es evidente  que tratará de vencer la balanza de los beneficios que reporta tener el poder político, en favor de los suyos, los más ricos, los poderosos, esa minoría que  siéndolo se beneficia de la mayoría de las rentas de todos los ciudadanos, con múltiples subterfugios unas veces, descaradamente la mayoría de ellas.

Pero siempre los depredadores sociales nos habían vendido la burra ciega envuelta en un celofán al que llaman democracia, y hasta  "estado de bienestar".  Esa mentira es lo que les ha permitido durante muchos años quedarse con la mayor parte del pastel, el mismo que ahora ya se lo quieren quedar por entero. 

Se solían presentar como "buenos gestores" y hasta como defensores de la mayoría y hasta como patriotas engañabobos,  aunque todos sabíamos–bastaba ver el grado de derroche insultante y de burla del que hacían y hacen gala ante el ciudadano saqueado por ellos para percatarse– de que todo era mentira, que era parte de la comedia y que entraba en su guión aparecer como moralmente edificantes, y hasta de misas diarias y bendiciones episcopales, si eso engatusaba a cierta gente. Siempre enmascaraban sus intenciones con todo tipo de artimañas para que lo injusto pareciera "normal", el saqueo de lo público, actos democráticos.

Pues bien, la inmoralidad ya sin el menor disimulo del  encargado del saqueo de la Sanidad Pública catalana, es lo que en estos momentos le ha permitido marcar un nuevo hito en la ignomia de la casta política gobernante, o de sus servidores.

Este sujeto, de cuyo nombre los catalanes quisiéramos olvidarnos, previa su presencia ante los tribunales para responder por sus actuaciones, ha declarado sin el imposible rubor que acompañaría a toda persona con sentido de la decencia, que "la sanidad es una cuestión privada". Y el Tonante Zeus no le ha hecho llegar el merecido rayo, para fulminarlo. 

Porque si hay algo realmente público en cualquier Estado que se precie, y más si se dice democrático aunque sea para fundamentar la farsa,  es la salud pública, pilar que junto a la enseñanza son los que hacen que un pueblo avance y se desarrollen sus ciudadanos como seres humanos, y no como esclavos, lo que al parecer le gustaría al Conseller depredador.

Porque lo que está diciendo este sujeto que con tanto  celo como inmoralidad, es que quien no tenga medios, si enferma, que se muera; ese es su código declarado; porque la salud es para los ricos, a los que él sirve con tanta eficacia como bajeza. 

Pero, es que, además, lo que nos nos dice el odiado, el repudiado Conseller, es ¿por qué si realmente su ideal–o servidumbre– es crear una sanidad privada, no lo hace con dinero privado en lugar de saquearnos nuestra sanidad, nuestros hospitales y centros ambulatorios? Porque son nuestros, sufragados con dineros públicos. Porque a nadie se le impide que monte sus cínicas privadas como negocios, siempre que esté garantizada la mejor red sanitaria pública para todos. Pero no que nos las quiten por deseo de una casta de políticos mercaderes.

O sea, que como vemos a la indecencia, la inmoralidad de siempre de esta derecha salvaje, ahora le suma el latrocinio, el descaro de un grado más de inmoralidad al querer que  nuestro patrimonio sanitario–repitámoslo, pagado por todos– sea sólo para los que en realidad no necesitan la sanidad pública, porque previo el expolio de los recursos públicos, la explotación de la mayoría por múltiples vías, la han tenido siempre. 


El Conseller de sanidad está rompiendo hasta los moldes de las políticas más reaccionarias e indecentes, que nunca se han atrevido a confesar aunque lo hicieran. Ha demostrado que su inmoralidad no tiene límites. Esperemos que sean los ciudadanos, con su protestas, con sus luchas por defender lo que es suyo, quienes  les pongan los límites. Ciudadanos, que sin duda esperan que algún día se haga justicia y el personaje responda ante ella. Castillos más altos han caído cuando se creían inmunes.

U. Plaza