martes, 25 de febrero de 2014

EL CORSÉ DEL DEBATE Y "SU" ESTADO DE LA NACIÓN, NO DE LOS ESPAÑOLES

Hoy se pone en marcha otra de las escenificaciones del  régimen que, como las elecciones, con una ley electoral antidemocrática, sirve a los partidos del sistema para venderlo como "el no va más de la democracia".

No vamos a entrar ahora en todas y cada una de las múltiples razones que existen para negar que el régimen salido de aquella farsa llamada transición, sea una democracia (basta ver los deshaucios,  y el apoyo que el régimen da a los estafadores de la banca, entre otros), sino que fue una operación para lavarle la cara a la dictadura, y para que siguieran mandando y aprovechándose los mismos de siempre, la oligarquía. 

Pero es que ni siquiera la escenificación es mínimamente democrática, ni trata de simular serlo. Resulta que los diputados que durante el año disfrutan de toda una serie de privilegios, sobre todo “trabajando” muy pocos días comparado con los que  han de hacerlo los que no hayan sido expulsados del mundo del trabajo por la ley esclavista de imposiciones laborales del PP. Los que tiene un sin fin de vacaciones que abochorna al más pintado, cuando llega un día como el que escenifica, el llamado Estado de la Nación, que evidentemente nada tiene que ver con el verdadero estado de los españoles, hasta esa puesta en escena es encorsetada con la más absurda de la limitación de tiempo para intervenir los grupos, que a todas luces es insuficiente.  

Y los espectadores tienen que oír desde la radio o la tv, cómo machaconamente el presidente del Congreso está dando el coñazo con su reiterado, “vaya acabando”.  Y si se trata de un diputado de alguna minoría, obviamente incómodo al régimen, hasta le puede retirar la palabra de forma insultante, y hasta "democráticamente" y de forma hortera, como nos tienen acostumbrados algunos de los presidentes, o que hace sus funciones como sustituto/a

Se dirá que de no haber límite de tiempo el debate se haría eterno. Y dicho así parece cierto, y ya se encarga el pesebre mediático de insistir en ello, barriendo para casa (la del amo, claro). Pero entre el encorsetamiento impuesto por los partidos del régimen y el tiempo ilimitado hay un abismo. 

Porque no pasaría nada con que en un debate que se hace una vez al año, salvo que pase como el año pasado, que a Rajoy deseoso del plasma, y huidizo de la realidad, no le interese y lo suspenda, es la única vez que los ciudadanos tienen la oportunidad de asistir a ese circo en el que en lugar de repartir pan, reparten demagogia. 

Y no pasaría nada en alargar el debate un par de días más, aunque hubiera que rebajarlos de los días de asueto. Porque una vez dicho varias veces lo que se quiere decir, entonces sí que el debate entra en la necesidad de acabarlo, por agotamiento de los temas. Pero claro, parece que una cosa es el circo, y otra el pan, y sobre todo el proyecto y las intenciones de los amos del circo. 

Porque si hay tiempo suficiente para que las minorías se expliquen, no para ellos,  los diputados favorables al régimen, sino para los que lo están viendo, a lo mejor resulta que los ciudadanos se enteran de que hay otras soluciones verdaderamente democráticas para España que no pasan por los dos partidos del régimen bipartidista y monárquicos del canovismo de la Segunda Restauración. Y que esa solución puede ser la República, que devolviera la normalidad, rota hace 78 años violentamente. 

Y quizá la gente se dé cuenta de que precisamente es la existencia de este régimen encorsertado del bipartidismo, lo que constituye el problema, como ya anuncian todas las encuestas. Y votarían opciones verdaderamente democráticas alejadas del caciquismo imperante, nido de toda corrupción, que abriera la posibilidad de participación ciudadana. 

Que hasta el tiempo  de debate lo hayan privatizado, ya demuestra por sí mismo la ínfima calidad democrática del régimen y de los principales actores a los que no interesa mucha profundidad en las discusiones. Prefieren salir del paso y hasta la próxima puesta en escena.


Ubaldo Plaza


domingo, 9 de febrero de 2014

!SORPRENDENTE!

   Durante muchos años la monarquía ha estado blindada con un pacto de silencio y complicidad de los partidos beneficiarios del régimen, principalmente los dos que han hecho del turnismo canovista la  forma de disfrazar de democracia una partitocracia  oligárquica y corrupta. 

    Tanto la derecha que se dice centro del PP como el centro que se dice izquierda del partido que se sigue llamando socialista, a pesar de defender el mismo sistema económico injusto que nos ha traído hasta este estado de desigualdad y ya de hambre en muchos sectores,  han sido defensores de ese blindaje a la monarquía, aunque eso negara la democracia misma, incluso con la parámetros de desigualdad que engendra el capitalismo. 

  Todo cuanto se refería a la monarquía estaba rodeado de la propaganda, ensalzando magníficas actuaciones de los miembros de la casa real, o por el silencio de todo aquello que no convenía airear. Hablar de la monarquía era para elogiarla siempre, nunca para criticar nada, por leve que fuera.Todos los medios imitaban de una u otra forma  a las revistas que ensalzan a los poderosos y a los famosetes, como consumo para la pobre gente que ha de ver lo bien que viven unos pocos, mientras que la mayoría asisten a sus banquetes y desproporciones desde el escaparate, ahondando así la baza principal por la que esto es posible: la ignorancia del pueblo. 



  Pero como nada es eterno, poco a poco la sociedad ha ido rompiendo el blindaje que nos aseguraba que la monarquía era inmaculada, casi divina en sus comportamientos, éticos, familiares y de cualquier índole; para lo cual la propia institución, con el Borbón a la cabeza, ha sido la que más ha puesto de su parte para que se llegara a desmitificar todo el entramado urdido a lo largo de los años para hacerla imprescindible, campechana y hasta democrática, a pesar de que en ningún momento se les preguntó a los españoles si querían la monarquía decidida por el dictador, o preferían volver a la normalidad democrática, truncada por un golpe de Estado, es decir a la República. 


   Durante muchos años nos presentaron una familia feliz y sin mácula. Y cuando apareció en escena Cristina Borbón nos vendieron su imagen y su persona, no como una princesa de cuentos de hadas para que llegara el príncipe y la desposara para hacer el reino feliz; sino como una mujer moderna, intelectualmente activa, culta y capaz de ganarse la vida con su trabajo, por su inteligencia. Nadie en su sano juicio viéndola entrar y salir de su puesto de trabajo en la Caixa, u oyendo sus declaraciones podía dudar de que así fuera.

   Hasta que aparecieron los casos de presunta corrupción del marido de Cristina, Urdangarín,  en los que  todo el halo de perfección se hunde. Y cuando el juez imputa a la hija del Juan Borbón, se pone en marcha todo un arsenal de defensa de  Cristina, hija del Jefe del Estado, por más que éste afirmara en su mensaje navideño ¡maldita la hora!, que la justicia era igual para todos. 

  Y sin el menor rubor el presidente de gobierno, el plasmado Rajoy, que tiene una oportunidad de oro para callar, habla. Y demuestra una vez más que el traje de presidente del gobierno le viene grande,  adelantándose a los tramites judiciales  proclamar la inocencia de Cristina.  Como mínimo queda fatal en boca de un importante cargo político, y más en la del primero del Ejecutivo que hace que podamos pensar cualquier cosa nada en esa línea de "la justicia es igual para todos". 

   Porque semejante afirmación la puede hacer cualquiera, menos él ni ningún miembro del gobierno. Además se puso en marcha una curiosa figura jurídica hasta ahora desconocida –según dicen los que saben–, como es el Fiscal Defensor de Presuntos Delincuentes Notables. Y hace todo lo posible por evitar que Cristina sea imputada; es más, logra que sea desimputada, que según dicen es cosa rarísima. Seguramente, y a tenor de los hechos, en las cátedras de Derecho deben estar trabajando a la desesperada para que semejante nuevo, e importante figura de fiscal defensor se la aprendan los alumnos, sin lo cual carecerán de la preparación suficiente para deambular por los tribunales.

     Y, cosa curiosa: resulta que una vez el juez argumenta y reitera la imputación de Cristina, la que creíamos una  mujer moderna, intelectualmente activa, culta y capaz de ganarse la vida con su trabajo; con tablas suficientes para andar por este difícil mundo, ha resultado ser una pobre esposa-víctima que sigue los dictados de su marido, que la engaña haciéndole firmar papeles que la comprometen al 50 %  en  negocios sucios y montajes de empresas para recabar,  dinero público, aprovechándose de que  su esposa es hija del jefe del Estado. ¡Menuda faena! Con lo que, como dijera el delincuente Matas, podía tener todas las puertas abiertas, porque "era el Duque de Palma".

   Sinceramente, no me lo podía creer. La declaración ante el juez me ha dejado fatal. Que aquella mujer que creíamos estaba muy por encima de la mediocridad media de la casta política que manda y fabrica parados y enriquece banqueros corruptos y empresarios esclavistas, también  resulte ahora una dependiente en todo de lo que decide su marido en cuanto a chalaneos, sin que se le ocurra preguntar de dónde ha salido el palacete de Pedrabes, o "de donde saca p´a tanto como destaca".  No sé, pero a mí me va a costar mucho rehacerme de esta frustración inesperada. Porque es sorprendente. 

  Ubaldo Plaza