miércoles, 13 de octubre de 2010

FELIP PUIG

Decía Gabriel García Márquez que el mundo se dividía, entre otras muchas cosas, claro, entre los que iban ligeros y felices, y los permanentemente estreñidos.

Creo que el señor Felip Puig representante de la derecha catalana –de campanario y sacristía–, es de estos últimos, si nos atenemos a sus cara de permanente cabreado. Y si es por la razón que decía el gran Gabo, tiene sus razones. No hay manera de verlo relajado y con algún rasgo de humor para tomarse la vida con un poco menos dramatismo. 

Este hombre, ha puesto el grito en el cielo porque el presidente de la Generalitat le ha propuesto a Artur Mas que en la campaña electoral se hagan dos debates, uno en castellano y el otro en catalán. Para el señor Puig, eso es un "insulto a la inteligencia de los castellanohablantes". Cierto es que el señor Montilla durante su mandato se pasó de rosca en su asumido nacionalismo, tratando de emular a los de la derecha del señor Puig y Más, y ahora paga la penitencia ante sus negras perspectivas electorales por la huida de los que debieran ser sus votantes; y trata de recomponer al destrozo, queriendo recuperar el electorado que sí vota en las generales al PSOE, pero no al PSC en las catalanas. 

Pero también es cierto que en buena lógica un político responsable recupere el sentido común. Y comprenda que en Cataluña todos los ciudadanos hablan castellano, y más de la mitad la tienen como lengua propia. Y que por lo tanto debe intentar borrar el desastre anterior.  Que lo haga convencido y no vuelva a las andadas, eso es harina de otro costal. 

El hecho, como dice el señor Puig, de que se haya pasado toda la legislatura contentando sólo a los catalanes de habla catalana, olvidándose de los demás, no hablando nunca en castellano en los actos oficiales y en el Parlament– incluso cuando Albert Rivera lo hacía en esta lengua, le respondiéndole siempre en catalán–,  no es motivo para seguir en el error, que si por otra cosa no, al menos sí se han dado cuanta en el PSC, del error táctico y a la catástrofe que esa política los puede llevar.

La actitud de Felip Puig, no es ni más ni menos que enrocarse en un talibanismo más de una ultraderecha sin horizonte, que en la derecha catalana que dice ser "centrada", aunque cada día CDC juega más a un doble lenguaje, de soberanismo-independentismo sí, pero no es el momento, tratando de confundir y sacar rédito entre gente de buena fe. 

Artur Mas debiera poner orden en el gallinero convergente, porque entre otras cosas sus socios de Unió, no son tan aventureros, y representan mejor esa moderación, que en realidad nunca tuvo el pujolismo, pero que sí  supo "vender" a muchos incautos catalanes. Pretender ganar votos a los ultras de ERC o a los Iiciativos, con fugas hacia adelante, de soberanismo no los situará en el terreno de un partido serio de la derecha moderada de la que presumen, sino en el aventurerismo cercano a los Puigcercós, Herrera, Carretero y no digamos ya de Laporta. 

Mejor que el señor Puig se relaje, sonría alguna vez, y seguro que pasa al lado de los que evacuan regularmente, si es que es su caso. Y eso, aunque no lo crea, hace feliz a la gente. Y como a todo el mundo hay que desearle, también a él, la felicidad, aunque nos lo ponga verdaderamente muy difícil.

U. Plaza