domingo, 9 de febrero de 2014

!SORPRENDENTE!

   Durante muchos años la monarquía ha estado blindada con un pacto de silencio y complicidad de los partidos beneficiarios del régimen, principalmente los dos que han hecho del turnismo canovista la  forma de disfrazar de democracia una partitocracia  oligárquica y corrupta. 

    Tanto la derecha que se dice centro del PP como el centro que se dice izquierda del partido que se sigue llamando socialista, a pesar de defender el mismo sistema económico injusto que nos ha traído hasta este estado de desigualdad y ya de hambre en muchos sectores,  han sido defensores de ese blindaje a la monarquía, aunque eso negara la democracia misma, incluso con la parámetros de desigualdad que engendra el capitalismo. 

  Todo cuanto se refería a la monarquía estaba rodeado de la propaganda, ensalzando magníficas actuaciones de los miembros de la casa real, o por el silencio de todo aquello que no convenía airear. Hablar de la monarquía era para elogiarla siempre, nunca para criticar nada, por leve que fuera.Todos los medios imitaban de una u otra forma  a las revistas que ensalzan a los poderosos y a los famosetes, como consumo para la pobre gente que ha de ver lo bien que viven unos pocos, mientras que la mayoría asisten a sus banquetes y desproporciones desde el escaparate, ahondando así la baza principal por la que esto es posible: la ignorancia del pueblo. 



  Pero como nada es eterno, poco a poco la sociedad ha ido rompiendo el blindaje que nos aseguraba que la monarquía era inmaculada, casi divina en sus comportamientos, éticos, familiares y de cualquier índole; para lo cual la propia institución, con el Borbón a la cabeza, ha sido la que más ha puesto de su parte para que se llegara a desmitificar todo el entramado urdido a lo largo de los años para hacerla imprescindible, campechana y hasta democrática, a pesar de que en ningún momento se les preguntó a los españoles si querían la monarquía decidida por el dictador, o preferían volver a la normalidad democrática, truncada por un golpe de Estado, es decir a la República. 


   Durante muchos años nos presentaron una familia feliz y sin mácula. Y cuando apareció en escena Cristina Borbón nos vendieron su imagen y su persona, no como una princesa de cuentos de hadas para que llegara el príncipe y la desposara para hacer el reino feliz; sino como una mujer moderna, intelectualmente activa, culta y capaz de ganarse la vida con su trabajo, por su inteligencia. Nadie en su sano juicio viéndola entrar y salir de su puesto de trabajo en la Caixa, u oyendo sus declaraciones podía dudar de que así fuera.

   Hasta que aparecieron los casos de presunta corrupción del marido de Cristina, Urdangarín,  en los que  todo el halo de perfección se hunde. Y cuando el juez imputa a la hija del Juan Borbón, se pone en marcha todo un arsenal de defensa de  Cristina, hija del Jefe del Estado, por más que éste afirmara en su mensaje navideño ¡maldita la hora!, que la justicia era igual para todos. 

  Y sin el menor rubor el presidente de gobierno, el plasmado Rajoy, que tiene una oportunidad de oro para callar, habla. Y demuestra una vez más que el traje de presidente del gobierno le viene grande,  adelantándose a los tramites judiciales  proclamar la inocencia de Cristina.  Como mínimo queda fatal en boca de un importante cargo político, y más en la del primero del Ejecutivo que hace que podamos pensar cualquier cosa nada en esa línea de "la justicia es igual para todos". 

   Porque semejante afirmación la puede hacer cualquiera, menos él ni ningún miembro del gobierno. Además se puso en marcha una curiosa figura jurídica hasta ahora desconocida –según dicen los que saben–, como es el Fiscal Defensor de Presuntos Delincuentes Notables. Y hace todo lo posible por evitar que Cristina sea imputada; es más, logra que sea desimputada, que según dicen es cosa rarísima. Seguramente, y a tenor de los hechos, en las cátedras de Derecho deben estar trabajando a la desesperada para que semejante nuevo, e importante figura de fiscal defensor se la aprendan los alumnos, sin lo cual carecerán de la preparación suficiente para deambular por los tribunales.

     Y, cosa curiosa: resulta que una vez el juez argumenta y reitera la imputación de Cristina, la que creíamos una  mujer moderna, intelectualmente activa, culta y capaz de ganarse la vida con su trabajo; con tablas suficientes para andar por este difícil mundo, ha resultado ser una pobre esposa-víctima que sigue los dictados de su marido, que la engaña haciéndole firmar papeles que la comprometen al 50 %  en  negocios sucios y montajes de empresas para recabar,  dinero público, aprovechándose de que  su esposa es hija del jefe del Estado. ¡Menuda faena! Con lo que, como dijera el delincuente Matas, podía tener todas las puertas abiertas, porque "era el Duque de Palma".

   Sinceramente, no me lo podía creer. La declaración ante el juez me ha dejado fatal. Que aquella mujer que creíamos estaba muy por encima de la mediocridad media de la casta política que manda y fabrica parados y enriquece banqueros corruptos y empresarios esclavistas, también  resulte ahora una dependiente en todo de lo que decide su marido en cuanto a chalaneos, sin que se le ocurra preguntar de dónde ha salido el palacete de Pedrabes, o "de donde saca p´a tanto como destaca".  No sé, pero a mí me va a costar mucho rehacerme de esta frustración inesperada. Porque es sorprendente. 

  Ubaldo Plaza